Capítulo 36

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El día se ha vuelto muy gris. Hay muchas nubes y se avecina una tormenta. Álex ha ido buscando por la biblioteca algunos cojines o algo donde dormir y ha descubierto que uno de los sofás es cama. De ahí ha sacado los asientos deslizantes y los ha colocado en el suelo para dormir.

Yo he encontrado en el escritorio de la bibliotecaria unas cuantas velas para que nos puedan alumbrar por la noche. Tenemos que tener cuidado y alejarlas de los libros, aunque también de las zonas donde se puedan ver desde la calle, porque si nos pillan aquí, nos podemos meter en un buen lío.

El sitio en el que nos hemos alojado para dormir es un lugar donde las paredes son cristaleras y tenemos unas vistas verdes preciosas, al estar alejados de la ciudad... Y siendo de noche, son únicas. Parece como si fuese el lugar perfecto para los dos... Mejor que la cabaña, pero aseguro que no mejor que la hamaca.

Álex ha encontrado un encendedor y está iluminando cada una de las velas. Suspiro al verle. Puede que no lo pretenda, pero está realmente guapo esta noche. Sólo de pensar en lo que ha pasado en el baño... Me entran escalofríos. Se le  ha ido la cordura por un momento, y me ha hecho perderla a mí...

Se me acerca y me ofrece la mano. Se la cojo y me pongo de pie, delante de él. Álex me coge de la cintura y poco a poco, me lleva hasta el colchón casero que ha preparado. Se le da bien improvisar camas. Allí, se estira y yo le sigo, estirándome encima de él. Pero, rápidamente, cambia de posición y se estira encima de mí.

- Prometo que he dejado los móviles apagados, en las habitaciones; la puerta principal, cerrada; las luces no se van a apagar... Prometo que no nos van a interrumpir más, mi amor... -dice con ironía.

Escucho el sonido de la lluvia, que por fin cae... Detrás de nosotros se ven millones de gotas que caen y resbalan por el cristal, como ayer por la noche cuando salí corriendo bajo la lluvia. Álex me observa fijamente, con deseo... Acerca su cara a la mía, y esconde su cabeza en mi cuello para susurrarme al oído...

- Vamos a hacer el amor lento... Me arrepiento de lo que ha pasado antes en el baño, prefiero saborearlo más... -me acaricia el pelo.

- No sé si podré soportar ir tan despacio... -le confieso. Nunca lo hago.

- ¿Y no crees que lo hemos hecho rápido demasiadas veces? –pregunta en un susurro, lentamente.

- Sí...

Me parece muy sensual el ambiente y ahora su voz. Sube su mano por mi cadera, por debajo de mi camiseta. Sus dedos, desde el primer día, me erizan la piel... Cierro los ojos y escucho su respiración, además de mis latidos de corazón. Me duele la barriga... Probablemente, sean las mariposas que sienten los enamorados.

Álex coge el borde de mi camiseta y me ayuda a quitármela, en silencio. Sus ojos me miran de forma desesperada, pero él se sigue reprimiendo... Pongo mis manos en sus mejillas, acariciándolo y le acerco más a mí... Está demasiado lejos. Cojo el bordillo de su camiseta y le ayudo, también, a quitarse la suya. Suspiro al verle... Tengo que acordarme de respirar... 

Él se acerca aún más a mí y me aparta los mechones de la cara. Luego, pasa sus dedos por mis labios y yo le beso tiernamente. Álex me desata el botón de los pantalones y me los baja con suavidad. Me hace un repaso de cuerpo entero que me ha dejado sin aliento. Yo le quito los pantalones, deseando que llegue el momento.

Me incorporo, me siento encima de sus piernas y le rodeo la cintura. Él toca mis lumbares con cuidado y mi piel se eriza. Cierra los ojos y sube, despacio, por toda mi columna vertebral, hasta llegar a mi sujetador, haciéndome un masaje con la yema de los dedos. Cierro los ojos junto a él. Es demasiado tentador...

Le rodeo con los brazos el cuello, junto la frente con la de él y después, la nariz. Álex, desata mi sujetador y yo abro los ojos, aunque él aún los tiene cerrados. Tiene la boca entreabierta y siento su aliento y su respiración agitada. Me bajo los tirantes y lo dejo a un lado, apartado de nosotros. Él abre los ojos y me observa, como si fuera la última vez. Hace calor, mucho calor para ser invierno...

Pongo una mano en su torso y la subo hasta su hombro, después, le beso. Le beso despacio, cariñosamente, como él me ha dicho que lo hagamos. Mi mano llega a su nuca y él, se apoya encima de mí y me obliga a estirarme. El sonido de la lluvia hace que sea más acogedor y las gotas de agua susurran al compás de nuestros cuerpos.

Álex, sin dejar de besarme lentamente, pasa sus dedos por el punto justo de mi tráquea, desde el principio hasta el final y después, sigue bajando, hasta llegar a mi ombligo y aún más... Hasta que se encuentra con la última pieza de tela que llevo puesta...Él, sutilmente, me la quita y lo deja a un lado. Aunque, rápidamente, tiene la mano en mi mejilla, acariciándome mientras me besa.

Yo... pongo las manos en sus hombros y sigo el mismo trayecto que él ha utilizado conmigo hasta que me encuentro con la última pieza de ropa interior que nos separa. Abro los ojos y se la bajo... Álex deja de besarme, se separa un poco y disfruta del momento. Pasa un tiempo observándome, con esos ojos azules que tanto me enamoran y después, se acerca otra vez para besarme.

Pongo las manos en su espalda y acerco su cuerpo al mío... No me gustan las distancias que nos separan. Álex me besa en el cuello y después, va bajando despacio por mi cuerpo, beso a beso, caricia a caricia... Hasta que llega a mi ombligo. Yo cierro los ojos y él entierra sus manos en mis caderas. Llego a gemir su nombre de placer y él vuelve a subir hasta la altura de mis ojos.

- Abre los ojos... -me susurra al oído dándome un golpecito con la nariz. Le hago caso y observo como nunca le había visto de esta manera. Nunca tan entregado, nunca con tantas ganas de esto conmigo...

- Creía que íbamos a llegar más allá del cielo, pero creo que llegaremos más allá del universo... -añade.

- De aquí al infinito...

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