Capítulo 18

111 7 0
                                    


Nuevo día. Ayer, Carlos no se puso en contacto conmigo y lo agradezco. No tenía ganas de hablar de ello. Sinceramente, me encantó lo que pasó esa noche. Ha sido el mejor con el que me he acostado. Me erizaba el bello solamente con las miradas que me hacía. Fue demasiado irresistible... Y me siguen entrando escalofríos al pensar en sus manos.

Llego a clase y me siento en mi sitio dejando la mochila en el suelo. Deseo con todas mis fuerzas que no me molesten, pero llego tarde o el universo está en mi contra claramente. Álex se acerca y se sienta encima de la mesa de al lado de la mía. Un día no sé lo que le voy a hacer... Pero vamos a terminar mal.

- ¡Fuera! ¡Me molestas! –salto en rebeldía.

- No te puedes quejar de esto, ni tan sólo estoy en la tuya –me reprocha. Yo le dejo estar-. ¿Qué te pasó ayer? ¿Estabas enferma? –pregunta por mi ausencia en clase.

- Sí, enferma... -respondo, aunque se me escapa una sonrisa.

- Ya... Es que Carlos también faltó –dice. Tengo la sensación de que lo sabe y no se equivoca en nada. Estuve con él, ¿y qué?

- ¿Te puedes ir ya?

- En serio, no tengo ni idea de cómo conseguiste que me cambiaran de sitio. A esa profesora no le gustan los cambios.

Enarco las cejas y él se va. No le incumbe este tema. Sí, le movieron a él, pero la relación que tengo con la directora y los profesores es cosa mía. Además, tampoco tiene que meterse en lo que haga o lo que deje de hacer con Carlos. No sé quién se piensa que es como para meterse en mi vida.

Cojo el móvil en el momento que entra Carlos por la puerta. Tengo la esperanza de que pase de mí y se vaya directamente a su sitio, no obstante, no hace caso a mis pensamientos y viene hacia mí. Al menos, deseo que no sea incómodo... Es un palo tener que pasar por esto una y otra vez.

- Tenemos que hablar –me susurra y sin esperarse, se va hacia su mesa.

- No hay nada de lo que hablar –digo en voz alta. Él se frena y se gira para mirarme, además de todos los compañeros que levantan la cabeza para escuchar nuestra conversación.

- ¡¿Cómo que no?! ¡¿Se puede saber qué es lo que te pasa?! –grita.

- ¡¿A mí?! ¿Qué es lo que quieres que me pase? ¡Lo que pasa aquí es que tú no entiendes las cosas!

- ¡¿Qué cosas?! ¡¿De qué cojones me estás hablando?! –pregunta volviendo a levantar la voz.

- ¡Que sí! ¡Que echamos cuatro polvos en una noche y ya está! ¡No esperes nada más de mí! Pensaba que lo tenías claro. No quiero novio, no quiero una relación, no quiero que te pases con la confianza que me tienes ni nada por el estilo.

- Eres, eres... -gruñe entre dientes enfadado

- ¡¿Qué?! ¡¿Qué soy?! –grito levantándome y acercándome a su cara. Álex aparece y nos separa a los dos.

- Eh, tranquilizaros –nos interrumpe.

- ¡Eres una furcia! –me insulta.

- ¡Y tú un gilipollas! ¿Pero de qué vas? ¿Te crees que eres más que yo o algo?

- Por lo menos, yo no te he utilizado como tú a mí.

Carlos da una patada a la mesa y se va por la puerta de la clase, antes de que empiece la siguiente clase. Yo pongo los ojos en blanco. Entra Laila corriendo y sudando, y el timbre suena. Parece que va cronometrada. Y entonces, me doy cuenta de que el día promete. Me siento en mi silla y todos me están mirando.

- ¿Tenéis algo que decir? –pregunto en general. Nadie responde y giran sus cabezas al frente-. Bien.

Escucho como Laila pregunta a los que se sientan delante de ella qué ha sucedido. Podría disimular algo más, por lo menos no escucharía la conversación que están teniendo. Entra la profesora en clase, pide silencio y empezamos con uno de los días más duros de los que voy a pasar aquí.

A la hora de educación física, me meto dentro del vestuario para cambiarme de ropa después de haber corrido todas las vueltas que ha querido nuestro profesor. No tiene escrúpulos, es un cabrón. Me desnudo, me pongo una toalla por el cuerpo y me voy hacia las duchas. Odio esto de que sean compartidas, me parece realmente innecesario. Cuando salgo y voy hacia el sitio donde debería de estar mi bolsa, no está. Observo a mi alrededor y tampoco la encuentro. ¿Qué cojones...?

- ¡¿Se puede saber dónde está mi bolsa?! –grito para que me escuchen todas las personas que están dentro del vestuario.

De repente, aparecen tres chicas. Una de ellas es una rubia que normalmente me mira con asco. Me cae mal ella también a mí. Las otras dos parecen sus perritos falderos. La rubia me enseña en su mano mi bolsa, con una sonrisa. Enarco las cejas y hago una mueca. ¿Qué se supone que están haciendo?

- ¿Qué te crees que haces tocando mis cosas? –le pregunto borde.

- Venimos a advertirte de algo –yo hago una mueca. Se piensan que me dan miedo y son tres barbies de esas a las que arrancas los pelos cuando eres niña-. Deja a Álex en paz.

- Joder, ¡¿y venís a decírmelo a mí?! Manda huevos, si soy yo la que estoy a cada segundo diciéndole que pase de mí y me ignore. Hablad con él o haced lo que queráis –me acerco para coger mi bolsa, pero la alejan de mí.

- Nosotras no nos creemos esa excusa. Sabemos que vas detrás de él...

- Estoy flipando, lo que me faltaba –la interrumpo.

- Cállate. Como vuelvas a hablar te damos un puñetazo en la boca –no digo nada, aunque no me intimidan-. Deja de ir al camping, deja de hablar con él, no se te ocurra tocarle...

- ¿Qué pasa? ¿Os manda Laila? –la vuelvo a interrumpir.

- ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no! –responde una que hay detrás.

- ¿Entonces? ¿Os gusta a las tres? ¿O de qué va esto?

- ¡Qué te calles! –grita la Barbie antes de un insulto-. ¿Lo has entendido? A partir de ahora, Álex ni siquiera se va a acercar a ti por tu bien.

- Mira, rubia polioperada –me acerco a ella en modo amenaza-. Si tu silicona no sirve para llevártelo a la cama, no puedo hacer nada. Tendrás que aceptar que estoy más buena que tú y que por mucho que te fastidie, si me quiero acostar con él, Álex se va a dejar. ¿Cómo piensas impedírmelo?

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora