Hemos empezado a hablar sobre quién va a ir en qué coche. Yo, evidentemente, ya no quiero ir en el coche del padre de Laila, sino que quiero ir con Carlos. Por lo tanto, en ese coche queda un asiento libre que lo va a tener que ocupar alguien y se está disputando entre Rebeca, Érica y Álex. Por supuesto, estoy totalmente a favor de que vaya en el de ella.
- ¡Este se sube en tu coche, no quiero ir en el mismo vehículo que él! –le grito a Laila-. Será un viaje insoportable para los demás.
- ¡Me niego a que me mande! –replica él-. Quiero ir en el de Carlos. Y no hay nada más que hablar.
- Hacemos una cosa –interviene Dani-. Voy a pensar un número del 1 al 5. El que lo adivine, elige coche.
Los tres están de acuerdo, pero yo no. Me parece injusto que mi tranquilidad, mi sosiego, mi quietud, mi serenidad... Dependan de la suerte. Un viaje de más de una hora en un coche enano con él no lo podría soportar.
Empieza Álex diciendo un número y se equivoca... ¡Menos mal! ¡Qué tensión! Hacen una ronda y ellas tampoco aciertan, así que Álex sólo puede elegir entre el cuatro o el cinco. Sino, gana Rebeca y ella está de mi parte. Ella seguro que preferirá ir en el mismo coche que yo. Así, se van a ir terminando sus posibilidades.
- Cuatro – dice finalmente Álex.
- Y... -anuncia Dani añadiéndole tensión a la situación-. ¡No es correcto! Así que Rebeca, ¡has ganado! Era el cinco. Elige coche.
- Yo quiero ir... -suspiro, me he quitado un peso muy grande de encima-. Quiero ir en el coche de Laila-. Me quedo petrificada. ¿En el coche de Laila? ¿Ha dicho lo que creo que he escuchado? ¡¿Qué?!
- ¡¿Cómo?! –grito-. ¡Pensaba que querías ir en el mismo coche que yo!
- Por lo tanto, Érica y Álex van en el coche de Carlos –me interrumpe Dani. A Laila también se la ve bastante disgustada... Creo que también quería que Álex fuese con ella.
Rebeca se acerca a mí, me coge del brazo y me lleva lejos de ahí, acercándose al lago, para hablar conmigo. De mientras, veo por detrás a Álex celebrarlo. No sé por qué, si va a tener que soportar una hora de besos y cursiladas entre Carlos y yo. No tiene demasiado sentido. Sólo lo hace para joderme, está clarísimo...
- ¿Se puede saber de qué vas? –le pregunto en tono borde. No me ha gustado nada lo que ha hecho.
- Escúchame antes de sacar conclusiones equivocadas, ¡lo he hecho por ti! Puede que Álex se dé cuenta de que te ha perdido y te deje más tranquila, puede que tú seas consciente de lo que te llega a gustar Álex, porque te encanta... –me recalca levantándome las cejas.
- Que me guste no significa que no quiera olvidarle –la interrumpo.
- No había acabado. También podría enterarme de temas importantes entre Dani y Laila.
- ¡A mí me la sudan! Yo, ahora mismo, sólo quiero estar con Carlos. ¡Paso de ellos! ¡No me interesan!
Empiezo a caminar en círculos para intentar sacar la rabia acumulada y relajarme. Rebeca se queda en silencio durante unos cuantos minutos mirándome con cara de culpabilidad. Yo no sé que hacer: si irme andando a casa, si fumarme un cigarrillo, si matar a Álex o si ahogarme dentro del lago a propósito, a modo de suicidio.
- Oye, lo siento... -se disculpa encogida. Me detengo y la observo. Se la ve arrepentida.
- No... Lo siento yo –digo agachando la cabeza.
Rebeca me ofrece la mano en señal de disculpa y yo se la doy. Me siento culpable también por ponerme de esta forma. Hay veces que tampoco me gusta estar así con la gente, no siempre me puedo controlar. Y eso es un problema que ha ido evolucionando en mí y que cada vez parece más difícil de mantener a raya.
Nos dirigimos las dos hacia los coches y se encuentran Álex y Érica metiendo las maletas en el coche de Carlos. Él ya está en el sitio del conductor y cuando voy a ponerme a su lado, aparece Érica poniéndose delante de la puerta. Esto sí que no me lo esperaba, que Érica me impidiese hacer algo. ¡Parece que está el mundo en mi contra!
- Espera, Valeria. Necesito sentarme delante porque me mareo muchísimo.
- ¡¿Qué?! –me quejo-. ¿Y no puedes tomarte una pastilla o algo?
- Sí, ya me la he tomado, pero es que no hace todo su efecto. Me sigo mareando igual.
¡No puede estar pasando! ¡¿Por qué a mí?! Si Carlos va delante y Érica también, a mí me toca ir detrás con Álex... ¡Qué pesadilla! Me fijo en que él se está riendo... Al final, ha conseguido lo que quería: sentarse conmigo sin Carlos de por medio. Seguro que hasta sabía que Érica tenía que ir delante.
Álex me abre la puerta del coche ofreciéndome asiento con esa sonrisa tan pícara y seductora que sabe hacer. Yo, doy la vuelta al coche y entro yo solita por la otra puerta de atrás rechazándole. Él ríe y nos metemos dentro del coche. Carlos arranca y nos encaminamos hacia nuestra ciudad.
Carlos ha puesto la radio para intentar disimular el momento incómodo en el que estamos. Entre que Érica no habla mucho, Álex y yo tampoco, y Carlos está centrado en la carretera, aquí no se oye ni a una mosca. En verdad, es incómodo para ellos, porque anda que no he pasado yo por situaciones así... Lo tengo muy mascado.
Estoy mirando por la ventana intentando ignorar que está sentado a mi lado y él hace lo mismo. En un momento cualquiera, alargo el brazo y le hago un masaje en el cabello a Carlos. Lo tiene muy suave y corto. Casi que no me puedo creer que me haya salido con la mía... Ha sido demasiado fácil.
De repente, empieza a sonar una melodía conocida para mí. Tan conocida que me sé la canción entera. ¡Por supuesto que me la sé! ¡Es "Aprendiz de caballero", de Melendi! La empiezo a tatarear. Es una de las canciones que más me gustan de él. Álex me ve y yo empiezo a cantar el estribillo en voz alta.
- Y ahora que estoy solo y loco entre cuatro paredes, rodeado de posters llenos de bellas mujeres, me voy dando cuenta poco a poco que sólo me importas tú... -canto.
Por el retrovisor, veo como Carlos sonríe y yo sonrío también. ¡Qué bonitas son las risas contagiadas y cómo me gusta Melendi! Es uno de los cantantes con los que me podría pasar horas y horas escuchando la misma canción. Vuelve a sonar el estribillo y vuelvo a cantar de nuevo.
- Y que mis labios ya no son el cementerio, donde los tuyos vienen a morir. Que me has robado el aire y sin remedio, me va a costar poder sobrevivir. Que me has tirado al mar de pies atados y sujetando los recuerdos...
- Con las manos –me interrumpe.
Miro a Álex. Ha cantado él. ¡Ha cantado él! Le gusta Melendi... ¡Qué fuerte! No tenía ni idea, pensaba que yo era una especie extraña y en extinción por no gustarme la música de fuera. Y yo, este tipo de cantantes los adoro, desde hace mucho tiempo, me transmiten sentimientos que no me esperaba encontrar en la música de aquí.
Cuando termina la canción, Álex me habla de nuevo.
- Me gusta mucho Melendi. Tengo muchísimas canciones de él aquí en el móvil. ¿Quieres que las escuchemos? –pregunta con una sonrisa.
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¡FUERA!
Teen Fiction¿Sabéis? Yo no estoy para perder el tiempo. Sé lo que quiero. A mí nadie me pisa, tengo un carácter muy fuerte. Todos a mi alrededor, obedecen mis normas. Odio las relaciones románticas y las parejas que son tan empalagosas. No creo en el amor, teng...