Capítulo 5

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Estoy en la cama estirada boca arriba, con el móvil, mirando un vídeo de un youtuber  llamado "AuronPlay" y de mientras, los demás se están preparando para ir a cenar a un restaurante al que ya han ido varias veces. Han explicado que tiene una terraza con luces, con muchas plantas y con unas vistas bastante bonitas.

Yo quería salir... Y Carlos iba a ir a cenar. Así que me he apuntado a ir con todos ellos. Eso sí, he pedido que me dejen mi tiempo y mi espacio para arreglarme. Sin agobios, sin prisas. Además, soy la última para que poder cerrar con pestillo y que no entren ni salgan del baño mientras me molestan. Por eso mismo, estoy aquí rascándome la barriga mientras que los demás corren de un lado para otro intentando estar algo más decentes.

De repente, escucho un ruido en las escaleras de madera del porche de la cabaña y frunzo el ceño. ¿Quién debe andar ahí? Me incorporo y desvío mi mirada hacia la entrada. Así, sin más, sin esperarlo, sin poder reaccionar, se abre la puerta de golpe y aparece Álex, con una maleta y los brazos abiertos.

- ¡Ya me tenéis aquí!

Laila grita y se va corriendo a abrazarle y a darle besos. Está como una puñetera regadera... Los demás se acercan a él también y le saludan. Yo, sin embargo, no salgo de mi asombro... ¡Álex ha venido al camping! ¿Cómo ha podido tener la cara de presentarse aquí después de todo? Era condición necesaria para que yo viniese.

- He venido para que no me eches de menos –me dice guiñándome el ojo.

Me levanto de la cama como un resorte y le doy tal empujón que acaba contra la pared de la cabaña. Él se duele de la espalda por el golpe. Le hago una encerrona, para que no pueda alejarse. Estamos demasiado cerca... Eso hace que me desvíe los pensamientos, pero no voy a ser tan débil como para que me superen.

- ¡¿Se puede saber qué cojones haces aquí?! –grito llena de furia.

- Me voy... -hace un parón y suspira. Me voy a quedar el fin de semana aquí.

- ¡¿Qué?! –chillo.

- Déjale en paz. No va hacer nada malo, nos lo ha prometido –dice Dani cogiéndome del brazo para alejarme de Álex.

- ¿Lo sabías? –y ante su silencio, me lo confirma-. ¿Lo sabíais? –les interrogo a todos en general.

Nadie me responde. Eso significa que todos y cada uno de ellos sabían que iba a venir aquí. Seguramente, desde antes de venir e incluso me mintieron en el momento en que me aseguraron que no aparecería por aquí. No me lo puedo creer... Empieza fuerte el fin de semana...

- Yo no lo sabía –se adelanta Carlos.

- Yo tampoco –asegura Érica.

- ¿Y los demás? –pregunto de nuevo. Se hace silencio-. Sois unos miserables –añado escupiendo las palabras-. Me voy.

Recojo mi maleta y empiezo a meter las cosas que ya había sacado del armario. Me parece increíble que cuatro de las seis personas que hay en esta cabaña, se hayan aliado y me hayan traicionado de esta manera. ¿Cómo se puede ser tan cobarde? ¿Cómo me pueden hacer esto? ¿Para qué lo han hecho? ¿Sólo para joderme? Porque si eso es lo que querían, no lo van a conseguir.

- Espera, vamos a hablar.

- ¡¿Hablar?! ¡¿Hablar de qué?! –salto a la defensiva y me pongo delante de él-. ¿De lo gilipollas que eres? ¿De lo estúpido?... Ah, no... ¡Mejor de como utilizas a las personas! ¡Y encima, ellos –nombro refiriéndome a los demás- pueden hasta dar su opinión del tema, porque ya lo saben! ¡¿Qué pasa, eh?! ¿¡Tienes una lista con todas las que te acuestas y la vas aireando por ahí, como si no tuviera importancia!? ¡¿Como si fuese normal lo que haces?!–le grito.

- No se lo he contado a nadie, ellos son mis amigos.

- ¡¿De verdad?! Pues seguro que ellos no tienen tanta confianza contigo como tú con ellos. ¿Cómo se pueden fiar de alguien tan rastrero, tan vulgar y tan cretino como tú? –le digo en el tono más despreciable que puedo.

Me fijo en que Laila da un paso adelante y está dispuesta a contestarme, pero Dani le coge de la mano y le da una negativa con la cabeza. Mejor. Porque como se me ponga chula, le arranco el pelo a jirones. Estoy muy harta ya. Me pasa todo a la vez. Y no pueden ser cosas buenas, no... Tienen que ser relacionadas con él.

Decido irme sin pensármelo dos veces. Conmigo no pueden hacerme una encerrona y salir victoriosos. No. Cierro la maleta con todas mis cosas dentro y me encamino lo más rápido que puedo hacia la carretera por la que hemos venido en coche para irme de aquí mientras escucho a Álex decirles a los demás que esperen. Sin embargo, no pienso volver a mirar atrás. Que se vayan todos a la mierda.

No soporto esta situación. En cuanto pueda, me cambio de instituto. Lo tengo clarísimo. No me importa tener que levantarme a las cinco de la mañana para irme a otro centro que esté en la otra punta de la ciudad mientras no vea al gilipollas ese. Me enciendo un cigarrillo para aliviar tensiones. ¡Qué asco de día, joder! Encima, él me alcanza corriendo más rápido que yo y me intercepta en el camino.

- Aparta si no quieres comerte el suelo con los dientes.

- ¿Desde cuando eres así? Yo te recordaba como un dulce angelito –comenta con una sonrisa socarrona.

- Pues desde que me importa todo una mierda y desde que eres la persona que más he odiado en mi vida. Así he descubierto el odio, ¡contigo!

- ¿Y dónde te crees que vas? -me pregunta andando a mi lado.

- Me vuelvo a casa. ¿Acaso no lo ves? –acelero el paso y lo dejo atrás.

- Pues no, no lo veo porque no tienes medio de transporte –dice riendo y volviendo a colocarse a mi lado, adaptándose a mi ritmo.

- Mira... Ya hago mucho dejando que estés a tan sólo un metro de distancia de mí, así que cállate la boca y vuelve a tu querido camping en el que vas a pasar el fin de semana.

- Sólo voy a ir si vas tú.

Me paro un segundo, cierro los ojos e inspiro... Expiro... Inspiro... Expiro y vuelvo a andar sin mirarle a la cara. Tengo que encontrar la manera de alejarme de aquí antes de que vaya a la cárcel por asesinato. En verdad... Siendo menor de edad, me llevarían a un centro de menores. Le doy una calada al cigarro.

Pasa un coche por mi lado y levanto el brazo en señal de que se detenga, pero no me hace caso y continúa su recorrido a la misma velocidad. Yo suelto algún insulto en voz baja. Así no va a haber forma de escaparme de aquí... Y paso de pedirle a mi padre ayuda, porque me va a pedir demasiadas explicaciones.

- ¿Se puede saber qué pretendes?

- Autostop, ¿¡vale!? ¡Eres un pesado, tío!

- Escúchame tan solo un momento –dice bajándome el brazo con suavidad. Su contacto me produce escalofríos-. Vamos a la cabaña, te tranquilizas y pasamos un fin de semana juntos y divirtiéndonos, sin malos rollos. ¡Si haces autostop, te pueden incluso secuestrar!

- ¡Lo prefiero a pasar el fin de semana contigo! –le respondo brusca.

- Dame una oportunidad. Sólo unas horas conmigo. Si no cambias de opinión, te llevo yo mismo a casa –me chantajea con su sonrisa particular. Yo pongo los ojos en blanco.

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora