Capítulo 37

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Me despierto por la luz que entra por el ventanal y sonrío al ver donde estoy... Ha sido... increíble. Le miro a él y observo todo su cuerpo al desnudo... Es tan guapo... Y mío, sólo mío. A pesar de estar en pleno invierno y no tener ni una mísera manta, no he pasado frío. Algo me dice que estirada a su lado, es imposible estar en un ambiente con bajas temperaturas. Le doy un beso dulce en la mejilla y me recuesto encima de él. Le doy besos pequeños, hasta que Álex se queja haciendo un sonido... Yo no le dejo y él estira los músculos.

- Buenos días, mi amor –digo acariciándole la cara.

- Buenos días, preciosa... -me saluda con voz ronca.

- Abre esos ojazos azules, por favor –le suplico. Álex vuelve a retorcerse por el sueño, se frota los ojos y termina abriéndolos. Ese azul me embauca... Me siento devorada por su mirada. Me encanta su aspecto por las mañanas...

- Qué guapo eres –añado.

- Tú sí que eres bonita.

Le doy un beso en los labios otra vez... Cada beso que me doy con él, es una explosión de sentimientos diferentes al mismo tiempo, cada uno es distinto... Me siento contemplándole mientras él también me mira a mí. No sé que es lo que me gusta más: contemplarle yo o que me mire él...

- ¿Te ha gustado? –me pregunta-. Es que no sé si estoy a la altura de tus expectativas.

- ¿Tú que crees? –digo sonriendo. Él se sienta en frente de mí.

- En mi caso, no me importaría repetir –explica tocándome la barriga-. Y espero que a ti tampoco...

- Ya... Pues a mí... -suspiro. Recuerdo que tengo por norma no repetir-. También me encantaría repetir –él se acerca y vuelve a besarme-. ¿Podemos pasarnos todos los días así?

- Mmmm... -se limita a darme besos por el cuello.

Álex acerca mis caderas hacia él y me estira para el lado contrario de la cama. Me besa por mi cuerpo, como hizo tantas veces ayer... Yo disfruto y saboreo cada uno de los placeres que me regala. Nunca había estado tan a gusto con nadie... Le muerdo la oreja, y él riéndose, me muerde la nariz.

- Siento ser aguafiestas –dice cerca de mis labios-. Pero tenemos que ordenar esto... La bibliotecaria puede venir en cualquier momento...

- Lo sé...

Álex y yo nos levantamos de ahí y nos vestimos. Es horrible tener que irnos tan rápido de la "cama"... No nos ha dado tiempo de nada, pero como nos pillen... ¡Nos empapelan! Dejamos los asientos deslizantes en el sofá y las velas en los cajones del escritorio de la bibliotecaria. Luego, nos escondemos detrás de unas estanterías hasta que viene la señora.

Cuando entra, se va directamente al baño y utilizamos ese momento para salir escopeteados hacia la puerta y salir. Finalmente, lo conseguimos y nos alegramos de que no nos hayan pillado.  En realidad, me ha encantado quedarme encerrada... Nunca hubiese sido lo mismo estando en una casa o algo por el estilo.

- Oye, se ha hecho muy tarde –le digo mirando la hora de mi reloj-. No quiero ir al instituto... ¿Vamos a mi casa y te la enseño? –entrelazo los dedos de su mano con los míos.

- Pero si ya me la has enseñado –se ríe.

- Bueno, realmente sí, pero no me refiero al piso. Me refiero a mi casa de verdad, la que está en las afueras.

- ¿Tienes una casa en las afueras? –me pregunta enarcando las cejas-. Yo no tengo ninguna casa en las afueras.

- Será mejor que la veas. Vamos a la parada del bus, que nos va a dejar delante.

Nos dirigimos hacia ahí y ni siquiera me habla. Solamente está pensando y mirándome para intentar descifrar qué es lo que se me está pasando por la cabeza. Yo, simplemente, le sonrío. Si no tenemos secretos, no tenemos secretos. Así que ya va siendo hora de que sepa quién soy sin ningún disfraz.

·

Cuando llegamos, Álex se queda impresionado, con la boca abierta de par en par y contemplando maravillado lo que grande que es. Yo le cojo de la mano y me lo llevo para el timbre. Está al  lado de una puerta enorme, por la que puede pasar el coche, y también otra de barrotes que es la normal.

- ¿Sí? ¿Quién es?

- Almudena, soy yo. Ábreme –respondo saludando a la cámara del interfono.

- ¡Ay, hola cariño!

La puerta se abre y me lo llevo para dentro. Parece como si Álex todavía estuviera en estado de shock y no me extraña... ¡Esto es enorme! Sigo flipando cuando veo mi hogar, mi verdadero hogar. No tengo demasiados recuerdos aquí todavía, pero le tengo un afecto especial, porque es como un sueño.

- ¿Vives aquí? ¡¿Esta es tu casa?!

- Sí, mi casa de las afueras. Te lo he dicho antes.

Pasamos por un camino de piedras rodeado de césped. Hay árboles a los dos lados del recorrido y a lo lejos, se ve la piscina. ¡Qué ganas me entran siempre de bañarme cuando la veo! He pasado muchos buenos momentos ahí y muchas risas, sobre todo con Martina, que le encanta venir aquí 

Entramos dentro de la casa y veo a Almudena. Ella es la criada, pero casi que es como una madre para mí. Está trabajando aquí desde que compramos la casa y se encarga de todo, y lo hace muy bien, es una crack. Le presento a Álex y a Álex, le presento a Almudena. Creo que se van a caer de maravilla.

- ¡Madre mía, pero si es un chico guapísimo! –exclama-. ¿Es tu novio?

- Sí –aún se me hace extraño referirme a él de esta forma-. Hemos venido porque le quería enseñar todo esto.

- Sé bienvenido –dice sonriendo.

Le enseño toda la parte del piso de abajo, aunque tardamos bastante en recorrerlo todo. Hay la cocina, dos baños, el comedor, el salón y el despacho de mi padre entre unos cuantos cuartos más. Después le enseño la parte de arriba, donde están los dormitorios, el trastero y más habitaciones para los invitados. También tenemos terraza, patio, la piscina que hemos visto antes, jardines...

- Esto no es una casa... ¡Es una mansión! ¡¿Cómo os podéis permitir esto?! –pregunta.

- Mi padre gana mucho dinero ahora. Es un empresario muy importante, por eso casi nunca está en casa. Sabe manejar muy bien el dinero... Por eso soy influyente en el instituto, porque soy su hija, aunque no me gusta ir aireándolo por doquier. Prefiero que la gente no lo sepa, porque si no me hacen mucho la pelota y paso de la gente falsa. Ya me conoces. Además, llevo la misma vida de antes.

- Y teniendo esto... ¿Cómo es que vives, normalmente, en ese piso tan pequeño en el que yo he estado?

- Bueno... Lo alquilamos porque así nos quedaba más cerca, a mí del instituto y a mi padre de su lugar de trabajo.

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