—Sí, como no —mascullé, incrédula ante su broma. Lo poco que conocía de Camila, aparte de que es una maldita, es que tiende hacer bromas de muy mal gusto.
La empujé, me resultó fácil, está flotando y cuando uno se encuentra unos centímetros en el aire, tu cuerpo es más ligero y casi se puede comparar como si fueras un globo de helio, puedes mantenerte flotando con peso para que el aire no te arrastre, pero necesitas enfocarte mucho y concentrar una gran parte de tu magia y dudo mucho que Camila tuviera esa facilidad.
—Mira Camila, de ser yo lesbiana, créeme que tú no entrarías en mi lista de chicas que deseo —le dije de forma cotidiana—. Además, no te creo, los besos tan apasionados que le dabas a James no dejaba en duda tu amor y pasión hacia él, solo faltaba que tiraras las cosas de la mesa para que ahí mismo demostraras toda tu pasión sin importar que estuviéramos cenando.
Camila bajó y al fin me lanzó una mirada desdeñosa, a decir verdad, prefería ese tipo de miradas que las de burla.
—Era una actuación —explicó Camila con cierta desesperación.
—Pues te salió tan natural —añadí y le di la espalda—. Quiero dormir, así que lárgate de una vez.
Sentí una chispa caliente que me tumbó hacia delante y casi me ensarto el ojo con uno de los picos que salía de la pared de piedra. Entre los omoplatos me quemaba y desesperada me trataba de quitar esa cosa caliente, me quité la chamarra y vi el humo salir de ahí.
—Eres odiosa —me dijo Camila para luego marcharse.
Bufé y pisoteé el suelo con molestia. Odiaba ser tan débil al no tener mi magia. Mi magia lo era todo para mí, con ella a mi disposición podía defenderme muy bien, le hubiese regresado el ataque a Camila sin miramientos, aunque mi magia estuviera débil, casi dormida, siempre me respondía, aunque fuera con un ápice de poder, pero ahora... me abracé y froté los brazos desnudos cuando sentí el frío sobrecogedor que había dentro de mi cuarto. Me agaché para tomar la chamarra, pero estaba caliente que casi me quemo los dedos. Creo que me dormiré así, espero que no me dé una pulmonía... o mejor que sí me dé y ojalá me muera.
—¿Por qué yo? ¡Tienen a una salvaje ahí adentro! —escuché el grito de Samuel notablemente enojado.
Y la puerta se abrió, dejándome ver a Samuel con unas mantas y almohada en sus brazos, y sus ojos puestos sobre mí, atónito, sus blancas mejillas se enrojecieron y antes de que yo me diera cuenta por la razón de su comportamiento, me lanzó las mantas encima.
—Es para que te cubras —Samuel me dio la espalda.
Entonces la que se puso roja y más caliente que mi chamarra fui yo, resulta que yo no tenía puesto una blusa debajo de la chamarra, estaba solo con mi corpiño sucio y Samuel me vio... ¡Qué me parta un rayo!
—La gente toca la puerta, ¿sabes? —balbuceé, sintiendo la vergüenza ardiendo en mi cara y enrollándome como un gusano entre las mantas dejando sólo libre mi rostro.
—Uhm... en realidad no hubo nada bueno que ver —contestó Samuel.
Dije que estaba enrollada como un gusano, pero me levanté y lo empujé con todas mis fuerzas, derribándolo y caí sobre su espalda. Me molestaba sobremanera que se burlaran de mi físico, sé perfectamente que no tengo el cuerpo perfecto, pero no tenían por qué sacarlo de ese modo.
—¡Tranquila, princes...! ¡Maldición! —gritó cuando lo mordí.
No tendré magia, pero tengo todavía mis dientes y le mordí con todas mis fuerzas la oreja.
Entonces él se giró y logró tumbarme para quedar bajo él, no sé cómo diablos le hizo, pero aferró mis muñecas contra el suelo, yo forcejeé y estuve a punto de tirarlo a él, sin embargo, él tenía más fuerza que yo y logró agotarme a tal punto que respiraba con la boca. Estaba rabiosa por no haber logrado derribarlo.
—Lo que dijo Camila de ti es cierto —dijo Samuel que también respiraba agitado.
¿Sobre qué? Que soy una salvaje porque hubo una ocasión donde agarré a Camila del cabello en ese entonces morado y la azoté contra la pared. No lo creo.
—Que eres especialmente bella cuando te enojas —soltó el chico.
Okey, eso no me lo esperaba y me dejó quieta.
—¡Quítate de encima, animal! —me recuperé e intenté quitármelo de encima.
—¡Suéltala, Samuel! —era Iván que entró y empujó al chico de una forma violenta sin magia.
Iván me ayudó a incorporarme y me puso atrás de él en forma protectora, podía sentir como del chico emanaba la magia dispuesta a ser usada en cualquier momento.
—Yo sólo vine a dejarle las mantas, que ella se me haya lanzado encima es otra cosa —respondió Samuel que se incorporó lentamente—. ¿A quién podría gustarle una chica que parece chico en todos los sentidos?
—¿Qué quieres decir? —pregunté, ya imaginándome a lo que se refería.
—Tienes el cuerpo de uno, incluso creo que el tuyo está mejor que él mío —Samuel se levantó la playera y dejó ver su aplanado y firme abdomen al que apenas empezaba a formarse los cuadritos de lavadero.
—¡Yo te mato! —casi me le dejo ir encima de nuevo ante la burla, pero Iván interpuso su brazo para detenerme.
—Ya déjala en paz, Sam —dijo Iván que se notaba tenso.
Tras de Iván me iba girando hasta ver como Samuel se marchaba del cuarto, antes de cerrar la puerta me guiñó un ojo y yo le enseñé la lengua en forma de respuesta.
Iván parecía extrañado ante mi infantil comportamiento, pero luego sonrió.
—¿Necesitas algo, Luna?
—Sí... ropa, y que esté limpia si no es mucho pedir —contesté, virando mi rostro a otro lado.
El amable comportamiento de Iván me incomodaba también, pero de la forma buena. No estoy acostumbrada a eso.
Eché un vistazo rápido para ver si de casualidad había aparecido ropa, no me importaba cómo fuera, sólo que me quedara y estuviera cómoda, incluso aunque me diera un pijama —de preferencia calentita—. Lo vi ver el deforme techo, como pensativo. Iván era también guapo, tenía una cicatriz bajo el mentón, y sus ojos de color verde agua le daban esa mirada dulce, además, sobresalían increíblemente por su tez morena y uniforme.
—Claro, iré por ella, ¿algo más que pueda traerte? —me sonrió.
—¿Comida? —pregunté, pero era más una petición, porque en realidad, la pelea que tuve con Samuel me despertó el apetito.
—Te advierto que no tenemos muchas opciones de comida aquí, pero procuraré traerte la mejor —dijo Iván, su voz es linda.
Espera un segundo... su voz es linda, sí, agradable. Me puse derecha, meditando en lo que acababa de pensar que ni cuenta me di cuando Iván se marchó.
Los chicos que me gustaban, solían no hacerme caso, tal vez por mí misma forma de ser, porque sé que fea no soy, aunque tampoco muy bonita como Mariana o Camila, aun así, ya tenía una lista de chicos que había besado y unas tres relaciones cortas, la última hace dos años con un chico en la secundaria que simplemente me usó para darle celos a su ex novia. Me dolió, pero me las cobré muy bien al hacerle un hechizo que le dejó la cara impregnada de barros grasientos y del tamaño de canicas. Después de eso, no me animaba a tener una relación más, he de confesar que cuando me presentaron a Ethan, quedé impactada de que mi guardián fuera alguien tan joven y guapo, y me gusta, pero al enterarme que es un vejestorio digno de exhibición de museo, como que el gusto que le tenía bajo un porcentaje. Me gustaba jugar con él en ciertos coqueteos, pero hasta ahí quedo. Y ahora, Iván, tan solo tratarlo por tan poco tiempo, se me hacía... lindo.
Sacudí la cabeza, pero no podía dejar de sonreír.
Algo se agitó dentro de mí y me emocioné, era mi magia que me decía que seguía conmigo, aunque lo notaba diferente. No era mi magia, era otra cosa.
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Luna Blackwood: Una Bruja Rebelde
FantasyLIBRO I Luna es una bruja de diecisiete años que se caracteriza por ser alguien indiferente a lo que le rodea, sin tener el mínimo interés de socializar con las personas ni tener cariño hacia su propia familia, de hecho, odia a su familia, pues le h...