21: La unión hace la magia

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No me di el ranazo que esperaba darme, una nube de aire amortiguó la caída. Quedé boca abajo, respirando agitada y recuperándome del tremendo susto de que estuve a punto de morir hecha pedazos.

—¡Carajos! —gritó Samuel muy cerca de mí.

Guiada por su grito, miré por donde lo escuché porque estaba en completa oscuridad. Él encendió una luz que flotó por su cabeza para ubicarlo.

—¿Te lanzaste para ayudarme o para asegurarte de que no quedara con vida? —le pregunté, alejándome de él un poco.

—No seas idiota, Luna, si te hubiera querido matar no me hubiese preocupado en hacer la nube de aire —contestó, irritado.

Hmm, bueno, ahora sé que al menos no intenta matarme. Eso me deja más tranquila por el momento.

—Gracias entonces. Que dulce de tu parte haberte lanzado tantos metros para ayudarme —sonreí, caminando hacia él. ¡Espera! ¿Me dijo idiota? Torcí la boca, indignada.

—Mejor dicho, fui un idiota, no me imaginé que la profundidad de este hoyo fuera tanta —se quejó, le tendí la mano y él aceptó tomarla para levantarse—. Casi me rompo el trasero por tu culpa, espero que sepas valorarlo.

—¿Tu trasero o tu ayuda?

Creo que ahora sí le di motivos a Samuel para matarme, dejarme ahí, pudriéndome en lo más profundo de ese hoyo, sin que nadie supiera donde estoy. Sonreí forzadamente.

—Ahora tenemos que buscar la forma de cómo salir de aquí —Samuel tendió su mano y la esferita de luz que hizo voló hacia arriba iluminando tenuemente la pared.

Estaba bastante alto. Me hubiera hecho puré si Samuel no hubiese interferido.

—Puedes hacer otra vez la nube de aire para que nos suba —sugerí.

Samuel movió la cabeza lentamente de un lado a otro. Torció los labios en una mueca de disgusto y se recargó en la pared.

—No fuiste la única que le han quitado parte de sus poderes, Luna —alzó la cabeza para mirarme fijamente—. A mí me hace falta por lo menos un treinta por ciento.

Saberlo no me hacía sentir empatía por él. Entendí la respuesta de que no tenía suficiente energía para hacer otra nube.

—Y fue precisamente Loan quien evitó que me quitaran más de mi magia —esta vez miró hacia otra parte.

—¿Por qué te la quitaron? —interrogué, algo me decía que no debí preguntárselo, así que no tomaría a mal si él no quisiera responderme.

—En la preparatoria donde asistí, tuve una novia, la quise mucho, una noche no muy tarde salimos del cine y dos asaltantes aparecieron con sus armas, yo no iba a dejar que le hicieran daño a Carolina e intenté controlar la situación sin tener que revelar mi magia, sin embargo, uno de ellos disparó y la bala atravesó el pecho de mi novia... me cegué... mi magia se reveló incontrolablemente y esos dos rateros, terminaron muertos —relató, hacía mucho esfuerzo por mantener su tono de voz estable y las lágrimas al margen.

Me quedé en silencio, pensando en lo que me dijo. Nunca estuve presente cuando les quitaban una parte de su magia a otros brujos cuando su poder era utilizada para el "mal", lamentablemente lo viví en carne propia y podría comparlalo como si te arrancaran la piel. Fue horrible. Mi primo James disfrutaba de ver las extracciones en primera fila, y regocijarse de la tragedia del otro, platicando de ella como si se tratara de la película más buena del verano.

—Querían quitarme la mitad de mi magia —dijo Samuel que se quitó unas lágrimas con el dorso de su mano.

Seguía sin saber qué decir, francamente, no me daba tristeza y no me nacía decir algo así de: «Qué triste historia, lo lamento mucho», eso era demasiado trivial, aparte de hipócrita.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora