9: Paraíso

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¡Al fin algo bueno en mi vida! Saber que seguía con magia me hizo el día, y en cuanto estuviera recuperada al cien, me largaría de este túnel infernal. Seré libre otra vez. 

La anciana dijo un montón de cosas que francamente no entendí porque no tenía interés. Será mi abuela y todo lo que quiera, pero seguía siendo una desconocida a quien obviamente no le iba a dar mi confianza así nada más por qué sí.

—Luna —me llamó, se dio cuenta que no la escuchaba—. Tu padre está muy contento de que estés con él de nuevo.

Torcí la boca. Me amargó el momento con tan sólo mencionarlo.

—Bien por él, pero en realidad yo no quiero estar aquí hundida quien sabe cuántos metros bajo tierra como si fuera una lombriz —respondí, noté de inmediato como la anciana frunció sus delgados labios.

Las paredes de agua cayeron. Recogí mi sabana y la envolví en mi cuerpo. Volteé a ver a la anciana por encima de mi hombro, seguía molesta.

No dije nada a pesar de que en mi mente estaba llena de palabras hirientes hacia él.

Llegué a mi cuevita, la luz que Iván dejó me fastidiaba. Tiré la flor al suelo. Lizzie era tan amable como él, por eso ella era su pareja ideal. Debí suponerlo desde un principio que un chico como él ya tenía novia... ¿Qué rayos hago pensando en semejante tontería? ¡Agh!

Me dejé caer en el catre y me dolió el golpe que me di en la cabeza. Vaya torpeza la mía. 

• • •

Los siguientes tres días, a los únicos lugares que salía era al baño y al estanque. No me había topado con nadie. La comida me era llevada por una chica de quince años de nombre Nancy y que me agradaba solo por el hecho decir las palabras necesarias, que eran: Hola, aquí tienes tu comida, adiós

La chispa de mi magia no tenía ningún cambio, seguía quieta y pequeñita como una pelusita rebotando dentro de mí. Pero ahí estaba.

Me estaba aburriendo horrores, ya no aguantaba el encierro, pero no quería toparme con nadie en el exterior.

Era de noche, en realidad no sabía distinguir si era de noche o de día, estar tantos metros bajo tierra todo lucía igual para mí. Recorrí por los pasillos, en algunas partes tuve que ser muy cuidadosa por no darme en la cabeza con uno de los picos que sobresalían de las piedras. Llegué a lo que era la plaza. Unos mocosos estuvieron a punto de tropezar conmigo mientras jugaban con mariposas brillosas que revoloteaban a su alrededor, miré a una chica como de mi edad quien era la que hacía el truco para entretener a ésos niños.

Sus ojos cruzaron con los míos y me sonrió cordial, como si me conociera de toda la vida. Simplemente le dirigí una mirada de extrañeza y me aparté de inmediato de ahí.

Metí las manos en los bolsillos de los viejos jeans y descubrí que en una de las bolsas había un agujero. Genial, lo bueno de no traer ni un centavo es que no los iba a perder.

—Hola —la chica que vi me dio alcance, había un brillo de cordialidad en sus ojos cafés.

No estaba de humor para tratar con esa clase de gente que parece que solo ven arcoíris y unicornios saltando en un verde prado.

—Hola —respondí, mostrando mi falta de interés.

Me detuve para observarla, tenía facciones orientales, no podría distinguir específicamente a qué lugar.

—Me llamo Mónica, ¿y tú? —me preguntó y me tendió su mano.

—Luna —toqué su mano, era la más áspera que en mi vida he tocado, era como lija y la vi. Estaban agrietadas y de piel gruesa. 

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora