36: Volando por cielos fríos y oscuros

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Lo cierto era que ese día en especial, se soltó un aire gélido. Oh sí, la naturaleza prácticamente me estaba mostrando el dedo medio. Por última vez miré a mi papá y él asintió. Meneé la cabeza, su idea de volar en esas circunstancias era totalmente descabellada.

Teníamos la opción de transportarnos mágicamente a un lugar donde el tiempo nos beneficiara, pero tanto mi papá como Ethan se negaron rotundamente. 

—Seguro que volar en escobas te hace recordar viejos tiempos —le dije malhumorada a Ethan.

Ethan torció la boca.

—A ver, niñita —estaba molesto, las pocas veces que me decía niñita es que ya le había tocado el límite de su paciencia y en ese punto, lo mejor para mí, era quedarme callada mordiéndome la lengua—. Estoy haciendo un hechizo de bloqueo para que no nos localicen, el cual requiere una importante cantidad de magia.

Me mordí los labios y estuve así un instante.

—Si nos transportamos ellos darán de inmediato con nosotros y te aseguro que no vendrá sólo uno en nuestra captura, ¿entiendes?

Asentí varias veces.

—Por primera vez, apoyo a Luna, el tiempo no es el mejor para volar —habló Camila.

Y bueno, no lo hacía al cien por ciento en apoyarme, resulta que su escoba no le respondía del todo bien.

—Volar es muy divertido, pero la verdad es que el aire está muy fuerte, puede que nos desvié de la ruta —dijo Mónica.

Alcé las manos de que por fin hubiera algo de conciencia en el grupo.

—Les aconsejo que se amarren el cabello o se lamentaran cuando se bajen de la escoba —habló mi papá, señalándonos.

—¿En serio? —pregunté incrédula—. Somos tres contra dos, no podemos volar en estas condiciones.

Y como si el viento también nos apoyara, sopló con tanta fuerza que hizo silbar a los pinos que nos rodeaban, su frío me caló hasta el tuétano que me froté los brazos.

—¿No tenías prisa por encontrar a Warren? —me preguntó mi papá.

—No tanta como para congelarme en pleno vuelo —repliqué. Hay prioridades y una de ellas era no morir esa noche.

Ethan y mi papá se miraron entre ellos, como si estuvieran escondiéndose algo. Me resultó muy extraño su afán porque voláramos esa noche e incluso no les importó que Camila no pudiera controlar su escoba —era evidente que al contar sólo con un brazo a ella se le complicaría más y no le dieron más tiempo para ello—. 

—¿Qué esconden? —pregunté, cruzándome de brazos y mirándolos de forma acusadora.

Mi papá se frotó el cuello por la parte de atrás, como que no estaba del todo seguro de hablar.

—El mundo está lleno de criaturas salvajes —empezó a relatar Ethan.

—No necesitamos clases de historia para que vayan al punto —alentó Camila.

—En este bosque hay criaturas salvajes, los guijarros que estuve recogiendo nos ayudan a mantenerlas alejadas, pero su poder se debilita en las noches, es cuando hacemos una barrera de protección, sin embargo, resulta que hay un ser que logró traspasarla anoche —mi papá se remangó la manga de su suéter y nos dejó ver un arañón en su muñeca.

—Dios, ¿se encuentra bien, señor Blackwood? —preguntó Mónica que le agarró la muñeca para examinar de cerca la herida.

—Sí, creo que al menos no tenía rabia —sonrió mi papá.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora