13: Rescate

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Mónica me dijo como distinguir entre el día y la noche en las profundidades. Para mí todo el tiempo lucía exactamente igual, y es que había zonas más oscuras que otras, y en algunas había suficiente iluminación como para pensar que estaba en un museo.

Han pasado seis días... ¡Seis malditos días! Y creo que me volveré loca, incluso ya empiezo a escuchar voces y risas entre las piedras de mi cueva, pero no, se trata de Camila que lanzó un hechizo a mi humilde dormitorio en desquite de que la haya acusado con Erika. Por Mónica supe que no le fue bien a los pelos de color zanahoria —se lo cambió a un color naranja jódeme las pupilas, hace dos días—, y que tuvo un castigo bastante desagradable, pero sé que Camila no se queda de brazos cruzados.

También han pasado seis días desde que Mónica y yo somos eso, como amigas, bueno, yo todavía no la veo de tal forma, de hecho, no sé cómo ver a un amigo, porque antes no había tenido uno. La chica colmaba mi paciencia en cuestión de segundos cuando se ponía de preguntona respecto a mi desagrado hacia la gente, y preguntándome si es odio todas las cosas existentes y por existir, en una de las tantas preguntas que me hizo, estuve a punto de decirle que se fuera derechito a la China, pero vamos, había algo que me hacía quedarme con las palabras atascadas en la garganta y eso me está carcomiendo porque no sé de qué se trata y cómo demonios Mónica ha logrado que yo me quede callada.

Dejé escapar un largo suspiro, me toqué mi pecho y sentía mi pequeña magia palpitando pausadamente dentro de mí, ¿cuándo la voy a recuperar? Ni siquiera puedo mover ni una pluma.

Escuché un gran arguende que me hizo levantarme del catre y salir de mi pocilga. Me encaminé por el pasillo y entre más avanzaba, más era el ruido. Me detuve al escuchar unos gritos desgarradores de una mujer que me causaron escalofríos. Provenían del centro. Apreté el paso y ya empezaba a ver la clara luz y varias personas corriendo, cuando de pronto, alguien me agarró por la cintura y me puso contra la pared, resultó doloroso por las irregularidades de la piedra, además, una parte picuda me estaba aplastando a la altura del riñón derecho.

—No tienes qué verlo —me dijo Samuel.

Su mirada era muy dura, pero había algo más que no pude ver.

Los gritos de dolor se soltaron, llanto y preguntas sin respuesta. El llanto de un hombre me puso la piel chinita. Yo quería ver que estaba sucediendo, pero Samuel me presionaba más contra la piedra.

—¿Qué pasó? —pregunté, retorciéndome para acomodarme y que ese pico no siguiera lastimándome.

—Una misión fallida —contestó Samuel.

Me liberó solo un poco, pero no me dejo ir a ver lo que sucedía. Por lo poco que distinguía desde ahí, vi a Ethan y mi corazón se detuvo por unos segundos.

Mi guardián era ayudado por mi padre a caminar. El rostro de Ethan estaba cubierto de sangre y su ropa a pesar de ser de tonalidades oscuras, se podía distinguir la humedad viscosa de su sangre, además de que estaba por unas partes desgarrada y en otras chamuscadas, dejando ver su piel herida.

—¡Ethan! —exclamé, alarmada.

Samuel volvió a bloquearme cuando intenté correr hacia Ethan. Mi corazón palpitaba desesperado y una bola caliente se me atascó en el pecho. Miré a Samuel y luego a Ethan.

Los gritos de la gente, ver a mi guardián en ese estado me estaban alterando que empecé a golpear el pecho de Samuel para que me soltara.

—¡Cálmate! —me gritó, sacudiéndome por los hombros—. La situación está demasiado tensa como para que tú te pongas en el plan "Drama Queen".

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora