31: El Objetivo

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Ahora me preguntaba que iba a ser de nosotros. La naturaleza es muy bella y todo lo que quieras, pero ya estaba aburridísima, los días en ese lugar pasaban tan lentos que parecía que el día tuviera cuarenta y ocho horas, lo más entretenido era pelear con Camila y nadar. Sólo había pasado una semana desde que mi abuela y los demás marcharon a Madagascar y parecía que tenía meses desde entonces, y bueno, sabemos que llegaron bien.

Qué decir de la comida, prácticamente comemos pasto, involuntariamente me estoy volviendo vegetariana, extraño un buen pedazo de carne asada con salsa y papas fritas, o una enorme hamburguesa triple, porque para el colmo, por la zona en la que estamos varados, no hay animales que sean comestibles y la carne de zorrillo, ni muriéndome de ganas de comer carne, me lo comería. Es más, deseaba que de pronto, apareciera un loco con una máscara de hockey y una motosierra en las manos para hacer el "campamento" más emocionante, sería interesante ver cuánto estrés puedo descargar en él.

—Sigo muy extrañada por la actitud de tu prima —habló Mónica, sacándome de mis pensamientos.

—Mi tío dijo que así se comportaba cada vez que veía a Lizzie o cualquier otro que casi no iba a visitarla —respondí quitándole importancia al asunto, aparte de que lo había olvidado.

—Dijo que cuando vio a su mamá reaccionó mejor —siguió Mónica, agarró una piedra y la lanzó al agua de tal forma que rebotó en la superficie.

—Sí —contesté, estaba muy aburrida.

Me levanté y sacudí mis manos quitándome la tierra.

—¿Has podido hablar con Ethan? —me preguntó y volteó a verme.

—Sólo para fastidiarnos, pero cuando le pregunto respecto a su última vida, elude el tema —miré mis manos, sentía el poder de mi magia circulando por todo el cuerpo.

La sensación de espinas afiladas incrustándose en mi piel me llegó de repente acompañado del recuerdo del ataque en la escuela donde maté a esas personas.

—James... —musité tan bajo que hasta dudé de haberlo dicho.

—Luna —Mónica puso su mano en el hombro y me obligó a verla—. Iván me contactó.

Me quedé helada, la sangre se fue pesadamente a los pies y estoy segura que se borró todo rastro de color en mi piel.

—Me dijo que se alegra que estés bien y es admirable tu fortaleza... —calló, miró hacia el pasto.

—¿Va a venir a buscarme y cerciorarse de que esta vez me mate y me deje bien muerta? —pregunté, será el sereno, pero sí me dio algo de miedo.

—No —negó con la cabeza, guardó silencio por unos segundos—. Quiere que lo perdones.

Sonreí con nerviosismo y a la vez con extrañeza, ¿perdonarlo por haber tratado de matarme? ¡Claro que sí, hasta chocolates le voy a dar!

—Por mí puede meterse el perdón por el... —respondí, encolerizada, la sangre subió velozmente hasta la cabeza, hirviéndome por la furia que desató el descaro de Iván—. Si lo vuelvo a ver, lo voy a matar.

Mónica entreabrió la boca, pero luego recuperó.

—Luna, Iván nunca había actuado así... no entiendo porque te hizo tanto daño... él siempre se portó amable con todo el mundo. Yo me la he pasado pensando en él todo el tiempo y su forma de actuar hacia ti me tiene muy desconcertada —me dijo Mónica, con desesperación en su voz, antes no me lo había dicho y me resultaba extraño verla así.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora