32: Rastreo

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Sabía cuál es el objetivo que tiene mi primo James en mente, sólo que yo tenía un grave problema y eso hizo que Camila me arrojara al lago para ahogarme, pero Mónica evitó que eso pasara. Ahora me encuentro frente a la chimenea temblando de frío, cubierta con una manta.

—¿Cómo diablos es que ni siquiera sabes cómo es tu tío? —me gritó Camila sujetándose el puente de la nariz.

—Yo que culpa tengo que mi tío Warren sea un raro que le gustaba pasársela en su laboratorio todo el tiempo. A lo mejor es rubio como el resto de la familia Stone —contesté de mal modo.

—Oh, vaya, con ese dato será fácil dar con él, con eso que en la tierra sólo los Stone son rubios —expresó Camila con desesperación.

La miré con ganas de echarla al fuego.

—Ya. Bueno, a lo mejor si lo veo lo reconozco —dije soltando un bufido que alzó algunos cabellos que me caían en la cara.

—Demonios, Luna —masculló Camila dejando ver su mal temperamento que arrojó la silla hasta la pared—. Un niño de cinco años tiene mejores planes que tú.

Torcí la boca.

—A ti nadie te metió, Camila, a mí no me importa si quieres apoyarme o no en esto —me levanté y caminé hasta quedar frente a ella, la miré directo a sus ojos relucientes.

—Detesto a James, tanto o incluso más que tú, y en verdad, quiero hacerle todo el maldito daño que ese desgraciado se merece —contestó Camila con la rabia contenida porque le vi cómo le temblaba la quijada.

—Chicas —intercedió Mónica poniéndose en medio de las dos y alejándonos sutilmente al arrojarnos contra las paredes.

—Mónica, con un empujoncito leve basta —me quejé, fue un milagro que no rompiera la pared o mi columna.

—Perdón —Mónica bajó la cabeza, apenada.

—Mira, Luna, lo último que yo sabía respecto a tu tío Warren —Camila también se veía adolorida, pero a diferencia mía, ella se levantó y caminó hasta quedar al lado de Mónica—, es que se encontraba en Uruguay.

Solté un suspiro mientras me incorporaba. Como lo dijo Camila sonó desolador, pero lamentablemente tenía razón. Encontrar a Warren no iba a ser tarea fácil.

—Además tu tío Warren es un trotamundos, dudo mucho que se encuentre por ahí todavía —añadió la niña.

Inevitablemente solté un quejido y no de dolor, sino de frustración.

—Podemos hacer un hechizo rastreador —dijo Mónica acercándose a mí.

—¿Que no se necesita algo de él para poder hacerlo? —la verdad ya me estaba desilusionando.

—Lo que en realidad necesitan, es un recuerdo nítido de él —habló Ethan, estaba escuchando tras la pared el muy chismoso—. Y sí, es rubio —sonrió, mirándome.

—¿Desde cuando estás oyéndonos? —cuestioné, de mal humor, pues quería mantener esto en secreto y no involucrar a nadie.

—Técnicamente, desde que te diste un refrescante chapuzón en el lago —observó a Camila y le sonrió de medio lado, ella también empezó a reírse—. Con ustedes tres es suficiente para hacer el hechizo, pero les advierto algo, si él hizo un bloqueo contra el rastreo, será muy difícil encontrarlo.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora