24: Maldita Bruja

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La luz me cegó por unos segundos, pero el ataque nunca me llegó, lo esquivé. Cuando ya pude ver bien, vi a Sandra ya a poca distancia de mí, con el puño por delante para golpearme. ¡La perra quería desfigurarme!

Simplemente la sorteé, hice que terminara dando tropezones hacia delante, me dio tiempo para ver hacia donde estaban los demás. Samuel le lanzaba unas líneas como pequeñas lanzas contra un chico, me acuerdo de él, es quien entró a interrumpir en la habitación hace rato. Era el ofrecido a que Mónica lo curara. Maldito infeliz, ojalá y Samuel le dé su merecido.

No debí distraerme, porque la desgraciada de Sandra me dio una patada en el costado que me tiró al suelo casi sin aire. Aspiré como si fuera un pez fuera del agua. El golpe me dejó atolondrada por unos segundos.

—Al fin podré deshacerme de ti, zorra —me dijo Sandra regocijándose.

Hubo un gran alboroto, una explosión no muy lejos de nosotras detonó y me cubrí la cabeza con mis manos. Cuando el ruido se disipó, alcé la cabeza y vi hacia donde estaba Erika, quien empezó a llamar a su gente, se notaba desesperada, de inmediato busqué a Mónica con la mirada, no la podía ver y me estaba preocupando el hecho de que esos malditos hayan logrado su objetivo.

—¡LUNA! —gritaron mi nombre, no sé quién fue.

Destellos, humo, explosiones y gritos se propagaron en la carretera.

—¡Es ahora o nunca! —exclamó una mujer.

Vi a Sandra que ya estaba echando la pierna para atrás con la intención de golpearle la cara.

Se quedó sólo con la intención, porque moví mi mano y ella salió disparada hacia atrás. Me logré poner de pie, pero con mi mano sosteniéndome el costado, la muy perra sí me golpeó duro.

Entonces vi a Mónica que estaba mirando fijamente la mano de una mujer no muy grande de edad. La mujer movía de forma hipnótica su mano, de la cual emanaba un tipo de gas plateado y ligeramente resplandeciente que iba envolviendo el rostro de Mónica. ¡Demonios! ¡La estaban hechizando otra vez!

Busqué apoyo en alguien más, pero Erika, Iván, Camila y ni mi papá estaban alrededor. De hecho, tampoco estaba mi abuela y no he visto a Ethan. Sólo alcancé a ver a Samuel que se las estaba ingeniando para pelear contra ese chico y otro hombre.

No era justo dos contra uno, moví la mano para ayudar a Samuel, ése hombre salió volando hacia rumbo desconocido, Samuel se percató de ello y me agradeció con la mano para luego continuar con su lucha contra ese chico. Y me asombré al ver cuando Samuel le dio una patada voladora en plena cara rompiéndole la nariz. ¡Fue genial! No, me estoy distrayendo, quisiera ver cómo Samuel le rompe los huesos a ese imbécil, pero tengo que ir hacia Mónica y rescatarla de ésa vieja.

—¡Tú, desgraciada! —le grité a la mujer.

La señora estaba tan concentrada en lo que hacía que al momento de oírme el humo que salía de su mano desapareció y volteó a verme.

—No te entrometas, mocosa —me dijo notablemente irritada por haberla interrumpido.

—Claro que lo hago porque Mónica es mi amiga y más te vale alejarte de ella o... —la sangre corría más rápido por mis venas que hasta podía sentir su calor debido a la fricción.

—O, ¿qué? —se jactó la vieja sonriéndome burlona—. No eres más que una simple niñata sin poderes que tuvo suerte de ser rescatada y no volverse como un ser descerebrado como tu primita Esmeralda.

Esta maldita mujer se está ganando un pase directo al infierno.

—Soy la misma niñata que mató a su tío y primo sin ningún remordimiento —dije, mi tono de voz se profundizó y mi mirada hacia la mujer no fue la más linda que digamos, lo supe por la expresión de horror que puso la mujer—, y si ellos siendo familiares míos no me importó en absoluto haberlos matado, menos me va a importar eliminarte a ti, una desconocida cualquiera.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora