12: Amigas

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Tan sólo chasqueé la lengua al ver que Mónica se iba corriendo de la forma más dramática existente. Simplemente no me lo podía creer, y ¿qué esperaba? ¿Qué me fuera corriendo tras de ella? Uuuy, pues se equivoca. Yo no estoy en una novela. Simplemente me encogí de hombros restándole importancia. Que se fuera a llorar a un rincón oscuro y solitario. Yo no tengo la culpa de que el tipo que le gusta sea el típico chico guapo del cual mueren todas y que precisamente él me hubiera cachado. Me di la media vuelta para ver a la demás gente.

Miré a Camila que, por primera vez en mi vida, la vi quieta, sin esa sonrisita malvada y con la mirada clavada en el suelo.

—He dicho muchas veces que no usen su magia en contra de sus compañeros débiles —volví a escuchar la voz de esa mujer autoritaria.

Hubiera sido más llamativo que los chicos se abrieran paso para dejar pasar a la señora y que una luz celestial saliendo de alguna parte del techo de piedra cayera e iluminara a la mujer, pero no. La poseedora de ésa voz, se iba abriendo paso entre la gente hasta que la pude ver. Era una mujer de tez morena, ojos color miel, de cabello café lacio y corto de un estilo nada femenino. La señora parecía tener sus cuarenta y tantos años, y su cara mostraba que se trataba de alguien muy tosca y exigente. No la vi alta, creo que a lo mejor me llegaba a mis hombros.

Por la expresión de varios, callados y mostrándose lo más respetuosos posibles, inclinando la cabeza hacia abajo, supuse de quien se trataba. De la mera mera, la doña, la jefaza del grupo de rebeldes, la líder. Erika.

—Luna, ella es... —¡De dónde diablos salió mi papá! Me espanté horrible que respingué y me puse la mano sobre el pecho, me encontraba tan concentrada observando a la señora que olvidé por completo todo lo demás.

—Erika —se presentó la señora y me tendió la mano.

Yo seguía con el corazón en la garganta y temblando.

—Me da gusto ver que Ethan te ha cuidado bien —Erika bajó la mano y me mostró una sonrisa amable.

—Tengo una gran deuda con Ethan —habló mi papá, sonriéndole cordialmente a la jefaza.

Por cierto, ¿dónde está ese pervertido? No lo he visto desde la primera vez que me fui a bañar al estanque, y ni mi abuela. Ew, un escalofrío recorrió mi columna vertebral al imaginar que los dos querían recordar viejos tiempos y... ¡Dios, no me quiero traumar!

—Thomas, necesito hablar contigo más tarde, búscame en mi habitación —le dijo Erika a punto de dar la media vuelta.

—¿A solas? ¿En su habitación? ¿Y no pueden verse en un lugar más público? —interferí, poniéndome en medio.

Estaba paranoica, después de imaginar lo de Ethan y mi abuela haciendo cosas, no quería imaginarme a mi padre y a la jefaza haciendo cosas también.

Erika me miró como si yo fuera una loca y mi papá con molestia. Me importaba un pepino, yo lo que quería es que esa mujer desistiera en ver a mi padre a solas.

—Puedes ir, si gustas —propuso Erika.

—¿Eh? ¡No! ¡qué asco! —grité, llamando la atención de todos.

—¿Qué te pasa, Luna? —mi papá me agarró del brazo y me jaló hacia él, se notaba avergonzado.

Entonces recapacité.

—Oh, nada... es que hace rato Camila convirtió mi arroz en larvas y sigo asqueada por eso, además, esa —señalé a Camila, y la chica me miró con odio, pero luego se notó horrorizada— me hizo flotar, pero claro, tú estabas muy ocupado platicando con la tal Iliana —le reproché a mi papá y me crucé de brazos.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora