19: Aclaraciones

299 40 50
                                    




       

Esa sensación tan rara que pocas muy pocas veces me invadía: el arrepentimiento. Tan amargo y espeso que apenas podía soportarlo en el pecho. Tardé en salir del agua, hasta que al fin el frío empezó a calarme. Salí y exprimí la playera, algo tonto porque yo estaba mojada.

Caminé distraída hacia la casa, francamente no quería llegar y quedarme por ahí un rato, sólo que tenía demasiado frío. Al primero que me encontré fue a mi padre que al verme se notó sorprendido, todavía me escurría agua del pelo, probablemente tenía más parecido a un perro flacucho mojado que daba lástima o inspiraba a ser pateado.

Iba a decir algo, pero le mostré la palma, entendió que mejor debía quedarse callado. Puso sus manos sobre mis hombros y de inmediato sentí la calidez de su magia, absorbiendo el agua de la ropa y al minuto, estaba completamente seca. Me quité un tanto de pelo esponjado que me cubría el rostro y no me dejaba verlo.

—No luces bien —observó mi padre.

—No lo estoy —respondí, virando la mirada.

—¿Por qué?

Empuñé la boca a un lado, estaba molesta, muy enojada de hecho.

«¡Besé a Iván porque me gusta mucho, pero su novia nos vio casi encuerados y él, de inmediato salió del agua y corrió tras de ella en una clásica escena de novela! ¡Y me dejó en el agua sin importarle que me diera hipotermia!¡Fue horrible!» exclamé en mi interior con ganas de llorar, instintivamente miré a mi padre pensando que él me había escuchado.

—Nada —respondí meneando la cabeza para restarle importancia.

Ya no esperé que intentara averiguar algo más por lo que avancé directo a la casa. Escuché que alguien me llamó, pero no le hice caso, subí las escaleras muy rápido y me metí al primer cuarto que vi.

—Maldición —dije entre dientes, al encontrarme a un señor que se estaba cambiando dejando ver una panza prominente y peluda.

—¡Pervertida! —me gritó el señor que usó su camisa para cubrirse los senos y a punto estuvo de arrojarme algo.

Salí corriendo de ahí, muy extrañadísima por la escena. ¡¿Qué diablos?! 

Empecé a reírme en el pasillo. Fue algo tan gracioso, ¿quién pensaría que ese señor macho de pecho peludo tuviera una reacción tan afeminada?

—¿Qué te causa tanta gracia? —preguntaron tras de mí, con una voz dura pero lastimada.

Callé y giré sobre mis talones para ver a Iván. Me miraba con enojo, aunque en sus ojos denotaba tristeza y había rastros de que había estado llorando.

—Eh, el señor de ahí —señalé tontamente cruzando los brazos como si fuera una imbécil sin determinar bien el cuarto.

—Seguro te estabas riendo por lo que pasó con Lizzie, ¿verdad? ¿Estás contenta ahora? Claro, tenía que haberle creído a Camila de que no eres una buena persona... —observé a Iván, se notaba tan dolido y me miraba de una forma tan dura que parecía que me estuviera clavando un cuchillo—, que no te importa nadie más que tú y que eres capaz de cualquier cosa por salirte con la tuya. Entonces seguro que me besaste para que Lizzie nos viera... bueno, pues lo lograste —aplaudió tres veces lentamente, dando unos pasos vacilantes hacia mí—, Lizzie ya no quiere saber nada de mí, terminó nuestra relación.

Apreté la mandíbula con todas mis fuerzas, presionando bastante mis muelas. No sabía qué responder, miré el pasillo y luego la pared, pero no me atrevía aterrizar mis ojos en Iván.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora