La luz me incomodó bastante los ojos que tuve que cubrirme con el antebrazo unos segundos hasta adaptarme. Aunque después de lo que vi, prefería volver al río, porque Tlánic nos llevó en la iglesia donde había un montón de criaturas oscuras y horrorosas; amorfas con extremidades largas y de colores oscuros, Alokh estaba peleando con ellas, pero eran demasiadas y la gente que se escondía en la iglesia estaba aterrorizada.
—No son los únicos —anunció Tlánic.
Había muchas más de lo que me había imaginado, si lo que Tlánic dijo sobre los brujos practicantes de hechicería negra era cierto, la verdad es que era espantoso ver cuanta mala fe existía en la gente y la forma en que esas maldades se presentaban daban miedo por toda esa oscuridad y pesadez que emanaban. Hasta los chupacabras y la llorona eran lindos al lado de esas cosas.
Tardé un poco en reaccionar y si no fuera porque Ethan me agarró por los hombros y me jaló, una de esas cosas me hubiera devorado. Fue el momento en que respiré.
Tlánic no se hizo esperar para empezar a pelear con aquellas criaturas. Jaló una de las plumas que adornaba su cabello y en el trascurso, la pluma se alargó formando una flecha de color verde azulado brillante, al tiempo que un arco esplendoroso también se formó. Lanzó la flecha directo a la criatura que había atacado, fue como ver un papel siendo quemado desde el centro, y los chillidos que proferían eran escalofriantes que me puso la piel de gallina.
—¡No se queden viendo y ayúdenos a pelear contra Las Maldiciones! —nos dijo Tlánic autoritaria antes de que se fuera.
Miré a Ethan, pero verlo me preocupó, más allá de lo herido que se estaba, sus ojos carecían de ese brillo que lo caracterizaban, estaban opacos que parecía haber perdido la vida.
—Ethan —me acerqué a él, le iba a tomar de la muñeca, pero hizo su mano a un lado para evitar mi tacto.
Sentí feo su desprecio que retiré mi mano de inmediato.
Algo nos atacó, yo salí disparada y terminé rodando por la colina, me cubrí con los brazos la cabeza hasta que me detuvo entre una piedra, una cortina de tierra y piedra se me echó encima, apenas me dio tiempo de reaccionar para darle la espalda. Prácticamente quedé enterrada, tosí bastante antes de levantarme, pero deseé haberme quedado bajo la tierra, porque en frente de mí, se encontraba una de las criaturas más horrorosas que en mi vida había visto. Ese ser era criatura con medio cuerpo humano, la cabeza estaba en medio de su pecho, lo sabía porque tenía una boca enorme con unos dientes más parecidos a las cuchillas de una motosierra, plateadas y filosas; sus largos brazos no terminaban en manos, si no en una hoja metalizada de color negro a pesar de que el resto del cuerpo era de color rosa, igual a la piel de un bebé, era escalofriante ver que en su piel había incrustaciones de agujas enormes y cuchillas de afeitar.
Abrió la boca emitiendo un sonido idéntico al de una cortadora de madera sin aceitar, su grito me hizo reaccionar y me tapé las orejas antes de que me reventara los tímpanos. Abrí un ojo solo para ver que una de sus manos ya iba directa a mí para atravesarme la cabeza, no reaccioné, cerré los ojos con fuerza como si eso fuera a detener el ataque.
No pasó nada, abrí los ojos lentamente y ante mí, estaba la criatura petrificada, de la boca salía la punta de espada de fuego, la cual, un par de centímetros más y termina atravesándome la cara también. Sentí el calor que emanaba la espada, el fuego refulgía a su alrededor, escuchaba el tímido trinar de las llamas y el olor a sangre quemada inundó mi nariz.
Eché la cabeza hacia atrás cuando la espada se movió formando un 4 en el aire, rebanando la criatura en varios pedazos. Asombrada vi como los trozos de carne de aquel ser caían en un charco de sangre negra y muy espesa que parecía petróleo. Alcé lentamente la mirada para ver a Ethan... pero no era él.
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Luna Blackwood: Una Bruja Rebelde
FantasyLIBRO I Luna es una bruja de diecisiete años que se caracteriza por ser alguien indiferente a lo que le rodea, sin tener el mínimo interés de socializar con las personas ni tener cariño hacia su propia familia, de hecho, odia a su familia, pues le h...