Mi día mejoró cuando mi abuela me avisó que Mónica había despertado, brinqué de lo contenta que eso me puso y corrí hacia el cuarto. Había tanta gente adentro que el calor resultó sofocante, además ni si quiera me dejaban ver, Romina me dijo que mejor esperara un poco. Alcancé a ver a Lizzie con Iván, juntos de nuevo, eso fue suficiente para marcharme.
Me senté en el primer escalón de la escalera del primer piso mirando a la puerta a la espera de que alguien entrara. Me daba gusto ver que Mónica fuera tan querida, pero me daba coraje que no me permitieran estar con ella un ratito. Debo admitir que esa chica me importaba más de lo que alguien ha llegado importarme en mi vida, claro, sin contar a mis padres.
Después de un rato, escuché pasos y a la gente hablar, entonces me levanté para mirar hacia arriba y vi varias sombras que avanzaban hacia la escalera, comprendí que finalmente dejaban a Mónica en paz y era mi oportunidad para estar con ella.
—Eso fue muy rápido —escuché la voz de una mujer.
—Claro, no tengo idea que haríamos si ella no estuviera con nosotros —aportó otra persona.
—Me siento tan bien —dijo un señor.
Ellos me miraron feo, como si fuera una peste, no entendía por qué si yo no les había hecho nada... reconocí al padre del niño llorón quien al verme abrazó la pierna del hombre y el señor me observó con rencor, a él todavía le daba la razón de que me viera así de mal, pero los otros no les hice nada.
—¿Tienen algún problema? —les pregunté, empezando a subir los escalones.
—Vámonos, ella es al que no debería estar aquí —habló la mujer, esquivando mis ojos.
—Es la culpable de todas nuestras desgracias —añadió el padre del mocoso.
—Por si no se dan cuenta, estoy aquí y los escucho perfectamente —les hice ver, señalándome con los pulgares.
No me hicieron caso y bajaron la escalera, el condenado mocoso me dio una patada en la espinilla que casi me hace caer.
—¡Hijo de...! —le dije al niño, pero terminé conteniéndome.
Subí lo que quedaba de la escalera, la espinilla me ardía y punzaba mientras caminaba. En el pasillo me encontré a más gente que al verme me hicieron cara de fuchi e incluso se apartaron de mí. No comprendía el porqué de su desprecio, sin embargo, eso no me afectaba en lo más mínimo.
—Rompecorazones —Camila estaba frente a mí, con los brazos cruzados y mirándome con sorna, su voz estaba muy ronca que apenas y logré entenderle.
—¿Qué dijiste? No te escuché —le dije sólo para burlarme de ella.
Se notó molesta de inmediato, pero volvió a repetirme lo que dijo.
—Zorra sería la palabra que la describe mejor —habló otra chica.
Esa chica me costó unos segundos en reconocerla, hasta que me acordé que era la tipa con la Camila se estaba besuqueando aquel día. Una muchacha simpática de pecas impregnadas en la nariz y el pelo en un corte pixie de color morado con algunas puntas rosas, además en su ceja tenía un piercing. La chica se cruzó de brazos para mirarme con superioridad.
—Ni te conozco, metiche —contesté a esa pesada chica, además, eso de llamarme zorra... Grr.
—Si te metes con Camila, te metes conmigo. Sé muy bien que tú eres de lo peor, que has coqueteado con todo mundo, sólo falta que lo hagas con tu propio padre —comentó ésa tipa apuntándome con su asqueroso dedo.
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Luna Blackwood: Una Bruja Rebelde
FantasyLIBRO I Luna es una bruja de diecisiete años que se caracteriza por ser alguien indiferente a lo que le rodea, sin tener el mínimo interés de socializar con las personas ni tener cariño hacia su propia familia, de hecho, odia a su familia, pues le h...