25: Criaturas Salvajes

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Eso que dicen: "No hay muerte más bella que morir a manos de tu amado" Es una completa estupidez y un razonamiento muy masoquista. Para empezar, yo no quiero morir, y segundo, Iván no es mi "amado" apenas y me gusta, mejor dicho, me gustaba, porque ahora que quiere matarme, eso lo convierte para mí, en mi peor enemigo... bueno, uno más en mi lista de gente que odio.

Pues ahí estaba yo, tirada en el asfalto con los ojos bien cerrados por mi próximo fin, cuando algo inusitado pasó. Un temblor acompañado de un fuerte estruendo que hizo que la tierra saliera volando formando una avalancha mezclada con piedras. Apreté más los ojos y me cubrí la cabeza temerosa de que me cayera un buen pedazo de piedra encima y el temblor fue tan atroz que Iván terminó cayéndose. Duró más de lo que esperaba, aquello ya era un terremoto, pero cuando finalmente sentí que la tierra volvía a la calma, levanté el rostro para saber qué fue eso. La cortina de polvo no cedía y sumando que era de madrugada con la poca luz que brindaban algunos postes de luz tampoco era de buena ayuda.

Iván se empezaba a levantar, rápidamente le jalé el tobillo para que se cayera y lo logré, me puse de pie en un brinco, sólo que al instante recayó en mí el dolor a causa de los ataques de Iván. El cuello y hombro de lado izquierdo me estaba matando y el otro impacto lo tenía por la espalda a la altura de los riñones, era como si me los estuviera torciendo con unas frías manos. Vaya que Iván quiere matarme, primero freírme y luego matarme.

—¡Luna, abajo! —escuché el grito de mi papá.

Y le hice caso al ver una figura saliendo del polvo que venía directo hacia mí, me tiré al suelo al instante y sólo escuché un chillido gutural que me puso la piel de gallina. Miré hacia mi derecha, mis ojos se abrieron tanto que podía sentir claramente como los residuos de la tierra se pegaban a mis corneas y a pesar de que me picaba, no podía dejar de ver lo que estaba frente a mí.

Era una cosa blancuzca, con una piel húmeda y viscosa que brillaba de forma repugnante ante la poca luz, sus brazos eran largos como si fuera un gorila, casi rozaban el suelo y tenían unas largas y gruesas garras como filosas cuchillas al más puro estilo de Freddy Krueger, su columna vertebral arqueada sobresalía de su piel, podía verle los huesos, poseían un cuerpo amorfo... demonios, estoy aguantando la arcada que me está surgiendo de ver tan grotesco ser. Tragué saliva para quitarme la acidez que ya me estaba provocando las náuseas, no quería levantarme por sí esa cosa me viera, por lo que pude notar, andaba olisqueando el aire.

Apreté los labios con mucha fuerza que saboreé mi sangre cuando esa cosa se dio la media vuelta y dejó ver su rostro... era como ver un murciélago albino, con una nariz más parecida a la de un cerdo, ojos pequeños y rojizos como las ratas de laboratorio, no tenía orejas, sólo dos agujeros en los costados de la cabeza y tampoco tenía labios por lo que era fácil verle las hileras de dientes puntiagudos como si fueran sierras de un color amarilloso y la saliva viscosa escurriéndoles por la boca. Emitió un horrible chillido tan irritante como cuando arañas la pizarra.

Me cubrí las orejas y apreté los ojos esperando que acabara con esa tortura.

Vi a Iván ponerse de pie e ir directo a ésa criatura, gritando. Un manotazo de esa cosa bastó para mandar a Iván por los aires, no sé si lo hirió o no, estaba tan asustada por la presencia y su fuerza brutal que me quedé en una sola pieza.

Grité cuando esa criatura se me aventó. Ahora sí creo que me voy a morir, hubiera preferido ser asesinada por Iván a terminar hecha tiras y en el estómago de esa cosa.

Ethan apareció justo a tiempo, se interpuso entre la criatura y yo. Ese ser estaba levitando y fue rodeado por varios aros de color verde brillante que lo apretaron como si fueran ligas, poco a poco empezaba a retorcerse y emitir ese horrible chillido, sacando más baba, me tuve que tapar las orejas y vi como Ethan luchaba por soportar ese sonido. Los berridos de la criatura cedieron y entonces vi los restos de aquella cosa esparcidas en el asfalto.

Me levanté con ayuda de Ethan, las piernas me temblaban tanto que era incapaz de mantenerme de pie yo sola.

—Tenemos que irnos de aquí... —me dijo Ethan, yo apenas asentí.

Escuchamos unos gritos desgarradores y por reacción volteamos hacia atrás, la cortina de polvo ya se había disipado lo suficiente para ver cómo una de esas criaturas espantosa le arrancaba la pierna a una mujer mientras que otro ser le estaba jalando uno de los brazos.

Abracé a Ethan, escondí mi rostro en su pecho. Pocas cosas me asustaban en la vida y ahora tenía algo más que agregar a ésa lista. Había varias de ellas, vi a Camila que les hacía frente, parecía asustada, sin embargo, la chica les lanzaba ataques y los eludía gracias a ellos. Iván también salió a proteger a unos niños, Samuel estaba peleando a su lado, mi papá les hacía buen frente, a pesar de que se le aventaban varias de esas cosas, mi papá demostraba el poder de su magia, era impresionante el control que tenía. Ileana danzaba sobre su propio eje, bajo sus pies se formó un perfecto circulo donde se alzaba un cilindro que emitía brillo como diamante y salieron varias espigas brillantes de él, directo a los monstruos que los atacaban.

Me hubiera quedado más tiempo viendo como peleaban si no fuera que centenares de mariposas luminosas volaron hacia donde se suscitaba la batalla. Volteé y miré a Mónica que caminaba hacia nosotros, de sus manos seguían emergiendo las mariposas que tintineaban. Ella estaba muy débil y, aun así, estaba dispuesta a pelear... sentí mis ojos húmedos y como mi corazón se había encogido levemente. Maldito sentimiento enternecedor.

Corrí hacia ella cuando cayó arrodillada al suelo. La ayudé a ponerse de pie.

—No debes pelear, Mónica —le dije, estaba preocupada por ella.

Había demostrado su fortaleza al no dejarse manipular por la bruja y por ende se había ganado mi admiración.

—Estoy bien, Luna, no te preocupes —me sonrió.

—Mónica, no estás en condiciones para enfrentarte a ésas cosas —insistí, en verdad que no quería que le pasara algo malo.

—Es mi familia, Luna, y tú eres mi amiga, pelearé por ustedes hasta mi último aliento —respondió Mónica que se apartó de mí.

Mónica tendió las dos manos hacia el frente, la luz dorada invadió el contorno de sus manos y se fue enroscando por sus brazos. No salieron mariposas como me lo esperaba, sino enredaderas de color dorado que se fueron extendiendo por el asfalto e iluminándolo a su paso, agarró a cuatro de esas criaturas por los tobillos de forma desprevenida, jalándolos hacia el suelo que se los tragó. Más raíces doradas brotaron del suelo y enrollaron a más criaturas, dándoles fin. El rostro de Mónica estaba húmedo por el sudor, y su cuerpo temblaba ligeramente, vi como su magia perdía fulgor y ella dejó caer sus brazos, al instante desfalleció y yo estuve ahí para atraparla antes de que azotara contra el suelo.

—Es increíble, ¿verdad? —me dijo Ethan que se atrevió a sonreír ante una situación tan crítica como la que estábamos pasando.

—Sí —acepté. Mónica era increíble.

Creo que llamamos la atención de una decena de ésas criaturas, no podía creer que salieran tantos, como si hubiera un nido de esas cosas bajo la tierra. Ah, es verdad, hay un "pueblo" donde pretenden ser como nosotros...

Ethan se encargó de los diez, haciendo lo mismo que con el primero que me atacó, sin embargo, siguieron apareciendo más de esas cosas. Camila cayó cerca de nosotras, había azotado con tanta fuerza que pensé que se había quedado inconsciente, pero no, algo aturdida se apoyó de sus codos para levantarse un poco. Escuché un grito muy cercano y dirigí mi atención hacia allí, Sandra estaba siendo atacada por una criatura, el brazo de la chica ya estaba en las fauces de ése ser, y ahogué un grito cuando se lo arrancó y agitó como si se tratara de un perro sacudiendo un trozo de carne, alzó la cabeza para engullirlo.

Los gritos de Sandra eran tan estridentes que llamó la atención de otras cosas que en unos escasos segundos se le dejaron ir a la chica. Sólo escuché más gritos y el sonido de carne desgarrándose y huesos quebrándose. Por mi salud mental, dejé de mirar hacia ese lugar.

Todos estaban peleando, menos yo, estaba cuidando a Mónica. Camila se levantó, me miró de forma extraña y luego se dirigió hacia donde estaba ese montón de criaturas comiéndose a Sandra.

«Pelearé por ustedes hasta mi último aliento» lo que Mónica dijo llegó a mi mente de golpe. La miré entre mis brazos, inconsciente. Ella pelearía por mí... sonreí. Bien, pues yo también pelearé hasta mi último aliento por ti, amiga.

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora