10: Trato

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La puerta se abrió de improviso, aun así, me quede recostada, con mi brazo cubriendo mis ojos.

—Hasta que te dignas aparecer, Nancy —dije, sonando aburrida.

—No es Nancy —la voz gruesa de un hombre me hizo quitarme el brazo.

Me levanté solo un poco para ver a mi padre. Thomas lucía desgastado, con una larga barba descuidada que le rebasaba el mentón, se veían algunas canas en ella, y sus ojos estaban más oscuros. El día que me trajeron aquí, ni me fijé en su apariencia, estaba más concentrada en reclamarle. Suspiré con pesar.

—¿Qué quieres? —le pregunté, sentándome al borde del catre.

—Saber cómo estás hija, me enteré de lo que te ocurrió en la cascada y...

—¿Desde cuándo te preocupo? —fruncí el ceño, mis manos se aferraron con fuerza en el catre.

—Siempre.

—¿Siempre? —repetí y bufé con ironía—. No me hubieras dejado a merced de esa bola de imbéciles que tengo como primos y con esos engreídos de mis tíos, y qué decir del jefe mayor, mi abuelo Edwin. Si en verdad te hubieras preocupado por mí, no me habrías dejado sola durante tanto tiempo.

Mi papá se hizo huequito en el catre para sentarse, yo quería empujarlo, pero no sé cómo, permití que él terminara a mi lado. Me agarró la mano y sentí su magia, fuerte, segura y cálida.

—No tuve tiempo ni de llorar a tu madre, Luna —dijo con pesar, me miró a los ojos.

Ahora los veía del mismo color que yo, sólo que apagados por la tristeza.

—A ti te han usado como carnada para atraerme y atraparme —expresó mi padre, mirándome fijamente a los ojos cargados de preocupación.

Me sentí ofendida, entonces esa es la razón por la cual mi asquerosa familia materna me tenía a su lado, sólo para usarme como cebo. Dios, eso era tan denigrante que hasta sentí nauseas. Sabía que no sentían cariño hacia mí, mucho menos amor fraternal, incluso mi abuelo que había veces que medio me trataba bien, pero entre todos sus nietos —siete hombres y sólo yo como mujer—, yo soy la apestada y a quien más vigilada tenían.

—Pero hay brujos dentro del concilio que no están de acuerdo con el método que tiene tu abuelo, y quienes me han apoyado dándome información sobre ti —continuó mi padre. Me pasó su mano en la mejilla y sentí escalofríos por lo frío que estaba su tacto—, cuando me enteré que te quitaron tu magia me dieron ganas de ir y hacerles mucho daño, sin embargo, Erika me detuvo...

—¿Quién es Erika? —pregunté, en mi estómago se formó un molesto nudo y obviamente me enojé. Nadie iba a suplantar a mi madre, jamás.

—Es la jefa de los rebeldes, Luna —sonrió, esa sonrisa no me gustó nada, ah no, eso sí que no.

Fruncí más el ceño y mi papá amplió más su sonrisa.

—Es la madre de Iván y tía de Mónica —explicó.

—¿Y su esposo? ¿Quién es su esposo? ¿Está aquí? Debe de estar aquí, ¿no? —pregunté, realmente enfadada por ver que mi papá le brillaron los ojos al mencionar a Erika. De repente, me di cuenta de lo que dijo—. ¿Mamá de Iván y tía de Mónica?

—La madre de Mónica es hermana de Erika. Se llama Nadia y junto con su esposo, fueron despojados de su magia, y ahora se encuentran en la fosa.

—¿Y por eso Erika decidió hacer un grupo de rebeldes? —esa historia la había visto repetidas veces.

—No. Ella fue la más apropiada para tomar el lugar de la persona que estaba antes.

—¿Y cómo se hacen llamar? Digo, porque toda banda de rebeldes debe tener un nombre súper genial y que suene malote para intimidar a las personas.

Mi papá miró al techo por unos largos segundos, meditabundo.

—Sí me sales con una tontería de que se llaman «Los Topos» porque salen de la tierra, me largo de aquí. Eso no intimida ni al niño más miedoso de la historia.

Thomas empezó a carcajearse ruidosamente, haciendo eco en mi cueva, apenas lo descubrí, era la primera gran carcajada que alguien se echaba ahí dentro. Hasta que empezó a toser después de tanta risa.

—En realidad no tenemos uno. Simplemente están las personas que han perdido a alguien al extraerles su magia, algunos a quienes también les quitaron una parte de su magia, y otros que comparten nuestra idea de que a ningún brujo o bruja deben de arrebatarle lo que los hace ser lo que son —explicó después de recuperarse.

—Oh —dije algo desilusionada, me hubiera gustado que sí tuvieran un nombre para saber cómo hacerme llamar en caso de enfrentarme con uno de mis odiosos primos.

Me di cuenta que mi papá se me quedaba mirando de una forma rara, nunca antes lo había visto así, creo que me observaba con amor sin temor a demostrarlo... algo que me hizo sentir sumamente extraña, porque nadie me había visto así antes. Si bastante incomoda estaba con esa mirada, más lo estuve cuando él me abrazó con fuerza. No pude rechazarlo. Después de todo, lo qui... creo que todavía lo quiero.

—Luna, debes de convivir con los demás brujos, conocer a la gente que nos rodea...

—No, así estoy bien. Sola, como siempre —respondí de inmediato, horrorizada por conocer gente.

—Hay un comedor donde puedes estar con los demás.

—No hace falta, Nancy trae mi comida.

—Nancy dijo que no volverá a traerte comida porque le caes mal —dijo mi padre con cierto alivio.

—¡Pero qué mala! Era la única de todo este maldito lugar que me caía bien porque me traía comida, a todo mundo le cae bien la persona que te da comida, ¿no? Bueno, como sea, no me voy a cortar las venas por eso —respondí muy quitada de la pena.

—Increíble. Sigues siendo una misántropa.

—¡Alto ahí, viejo! —le mostré la palma de mi mano en señal de alto—. Antes de que uses esas palabras tan extrañas, asegúrate de que tu interlocutor sepa el significado de ellas, o en serio, nunca te va a entender.

—Que eres huraña con todo el mundo y no te interesa tener una relación con otro humano. En resumen, parece que detestas a la humanidad.

—Y es cierto. Es mi naturaleza, no me juzgues por eso —acepté sin miramientos. La gente me importaba un comino.

—Hija —habló suavemente y lo miré a los ojos—. Nadie te va a traer comida y tú tendrás que salir de tu cueva y aunque no te guste, vas a tratar con personas.

—Bien, iré, pero con una condición —me levanté y sonreí—. Quiero salir de este maldito lugar para que me den los rayos del sol o muy pronto voy a aparecer una larva de piel blancuzca y no quiero eso. Las larvas me dan infinito asco.

—Está bien, pero no irás sola —mi papá se levantó y me ofreció su brazo—. Hay otros chicos que también quieren salir a la superficie, estoy seguro que a Mónica le encantaría acompañarte.

Rodé los ojos con fastidio. Aunque no me molestaba que ésa chica me acompañara, claro, sí es que quería hacerlo después de cómo la traté hace rato. En fin. Mi estómago me rugió y lo único que me importaba en ése momento, era comer.

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Hola espero que estén bien, agradezco que le se tomen el tiempo para leer. Hasta pronto.

Jane Black :)

Luna Blackwood: Una Bruja RebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora