Sabía que ella no podría actuar sola, lo sabía. Alguien debía estar ayudándola, o quizás ella estaba ayudando a alguien. Habían demasiadas hipótesis rondando por mi cabeza, pero ninguna de ellas era certera. Era como si caminara por un túnel sin salida, me encontraba siempre regresando al lugar de inicio.
Había pasado una semana desde la desaparición de Analeigh, y el ambiente era demasiado tenso. Arek se empeñaba en estar junto a mí la mayor parte del día, él no quería que me ocurriese algo. No quería ser malinterpretada, amaba su compañía, pero el hecho de que me proteja de algo que desconocía era abrumador. Yo podía cuidarme sola, pero él parecía no entenderlo.
Justamente, en estos momentos, había logrado obtener unas largas horas en soledad. Arek tuvo que marcharse a un país vecino para verificar que todo estuviese marchando en orden, y que nadie estuviese haciendo algo inadecuado. Al principio, se había negado rotundamente a marcharse pero milagrosamente logré convencerlo, bajo la condición que permanecería en casa hasta que volviese.
Pero, no podía cumplir la condición. Necesitaba hablar con ella, necesitaba preguntarle el porqué de su accionar. Y eso es lo que haría.
Observé con nostalgia el lugar donde había vivido la mayor parte de mi vida, ese lugar donde en algún tiempo, fui feliz. Pero claro, eso quedó en el pasado porque, había pasado de ser feliz en un lugar a ser feliz junto a alguien. Y era sorprendente ver cómo todo había cambiado de un día a otro.
Cerré mis ojos, notando como cada segundo que existí pasó ante ellos. Desde que era una pequeña niña, hasta la actualidad.
Entré al lugar tranquilamente bajo la atenta mirada de todos los presentes, y claro, volver a verme era raro. Todos pensaban que por el hecho de ser compañera de Arek los olvidaría. Pero no era así. Al unirme con Arek, automáticamente pasaba a ser Reina para gobernar junto a él. Y no lo había pensado hasta ahora, era extraño.
Quizás, sólo quizás, luego de que todo se arreglase, sería presentada como la igual de mi alma gemela oficialmente y gobernaríamos el mundo vampírico. Sería como una presentación global, dejando de lado la unión que sólo fue entre un grupo específico de personas. Debía aclarar que jamás me sentí a gusto cada vez que me trataban como si fuese alguien superior, y claramente no lo era. Yo no tenía nada en especial, sólo la "suerte", si es que se podía llamarlo de esa manera, de descender de los primeros gobernantes.
Arreglé algunos mechones sueltos que caían libremente por mi cara mientras saludaba cordialmente a todo el personal. Pese a su estupefacción, sentía su calidez. Abrí las puertas del Castillo esperando encontrarme con algún rostro conocido, pero no fue así. En cambio, estaba frente a una sala completamente vacía.
Era algo extraño.
Justo en ese momento, una vampira que parecía hacer la limpieza, pasó por el lugar y detuve su caminata.
—Disculpe, señorita...—me callé para que me dijese su nombre.
Ella sonrió cordialmente.
—Esther.
—Bonito nombre,Esther—sonrió—.¿Me podrías decir por qué no hay nadie aquí?
Algo se reflejó en sus ojos, como si tuviese una pelea interna sentimental en su interior. No supe describirlo certeramente.
—Disculpe, señorita Metzler. Pero no tengo órdenes de poder decirlo, si usted desea, puede hablar con la Reina.
Fruncí las cejas. Me pareció extraño su forma de llamar a mi hermana.
—¿Tessa?—ella asintió rápidamente—. ¿Por qué la llaman de esa manera?
En mis largos años, jamás había permitido que me llamen de esa forma.
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Almas Eternas
VampirosEl recuerdo de aquella cálida noche de verano me erizaba la piel, y no es para menos, ese día encontré a mi otra mitad. Pasé cuatro siglos buscando a quién sería mi compañera de eternidad, y cuando finalmente la encontré, huyó de mi. No soy una...