CAPITULO 4

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RAQUEL

Me incliné dejando el vaso de jugo de naranja sobre la mesa.

Revisé la hora en el pequeño reloj de plata, que permanecía en mi muñeca. -7:40- torcí mi boca hacia un lado.

Camine hacia el baño a revisar mi maquillaje por decimocuarta vez.

Mi celular vibró en la mesa, lo levanté conteniendo una acción sobresaltada de emoción. Miré la pantalla, (mensaje nuevo), deslice la pantalla para desbloquear y abrí el mensaje.

Era mamá.

Hola pequeña, espero que todo este bien, lamento haber tardado tanto en escribir pero tu hermano sigue dándome problemas. Como está la vida universitaria? Espero buenas calificaciones pronto. No olvides llamar seguido. Cariño.

Besos, Mamá.

Sus palabras sonaban tan vacías, como siempre habían sido para mí. Para ella Matías era su único hijo. Que haremos si Matías otra vez está en problemas? Porque Matías no entrena fútbol? Le decía a mi padre.

Mi padre se limitaba a escuchar y todo lo que decía mi madre lo aceptaba.

Cogí la pequeña agenda azul que reposaba en mi librero, abrí el separador. Ahí estaba la nota en tinta azul en un papel amarillo.

-Sigue adelante- leí las letras, grabándolas en mi memoria.

Después de todo, era las letras que mamá me había entregado después de tanto tiempo, cuidando de mi hermano el rebelde. Rogaba porque en el fondo no dudara de mi inocencia.

No debería ser tan egoísta me digo siempre, pero siempre me sentí excluida en mi propia familia.

Era la niña ejemplar, la que hacia lo que le decían, la que sabia que hacer en cualquier situación. La chica que ganó una beca para estudiar en el extranjero. La chica que no necesitaba un consejo, apenas una frase en un triste y desgastado trozo de papel. La chica que pudo seguir adelante después de esa traición...sola.

El timbre sonó.

Me sorbí la nariz y me limpie una lágrima que rodaba traviesa por mi mejilla. El timbre volvió a sonar. Me acomode el cabello una vez más.

Abrí la puerta.

-Hola

Miré a Jinyoung. Vestía informal, con unos zapatos deportivos, gorra negra, y una sudadera gris. Agradecí no haber pensado tanto en que debía vestir.

-Hola

Respondió con una bonita sonrisa en su rostro.

-Vamos.

Colocó su brazo listo para recibir el mío.

-Espera

Bajo su brazo a la cintura, y espero hasta que saliera.

-Listo

Le dije, y pase mi brazo por el suyo.

-¿A que volviste?-

-Por mi teléfono

Caminamos hasta la entrada y nos esperaba un carro negro con los espejos ligeramente opacos.

-Por las cámaras

Pregunte señalando las ventanas del auto.

-Si, debo tomar precauciones

-Siempre es así, debes esconderte?

Le dije mientras el abría la puerta del copiloto, pareció pensarlo un poco y cerró la puerta cuando estuve dentro.

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