Max: Conversacion a oscuras

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Que alguien me pinche con un tenedor. Me sentía crujiente y bien terminado. Recostado sobre el colchón al lado de mi Visitante Nocturna, liberé un suspiro y dejé caer mi brazo sobre mi frente mientras mi respiración finalmente se calmaba. Pero...

—Joder —musité. Eso había sido... sí. Mi mente se quedó oficialmente en blanco.

Ella había recordado su amenaza de comprobar olfativamente mi cuerpo, porque fue la primera cosa que atacó tras haber entrado a mi habitación y empujarme contra la puerta antes de sacarme los pantalones. Supongo que debí haber pasado la inspección, lo que siguió me dejó las rodillas tan débiles que casi no pude llevarla hasta la cama después de que realicé mi propia comprobación olfativa.

Dios, me encantaba el olor de la excitación de una mujer. Y el sabor. Y la suavidad de la cara interna de su muslo contra mi mejilla.

Ahora yacía acurrucada contra mi costado en la oscuridad. Cerré los ojos y mantuve mis pestañas fusionadas, ya que no era como si pudiera ver algo en esta oscuridad de todos modos. Luego, simplemente disfruté de la silenciosa alegría del momento.

Curvándose contra mi costado, apoyó su cabeza sobre mi hombro. Su respiración también se había desacelerado, pero su pierna, que se deslizaba sobre mi muslo, aún se encontraba caliente y húmeda. Justo de la manera en que me gustaba dejar a mi mujer: caliente, sudorosa y bien montada.

Una sonrisa triunfante curvó mis labios mientras palmeaba su cadera para mantenerla junto a mí. Maldición, éramos buenos en esto. Todo lo que me había estado molestando ayer y me obligaba a estresarme, se encogió en una parte distante de mi cerebro. En todo lo que podía concentrarme era lo increíble que era mi resplandor post-coital.

Esperaba que en cualquier segundo comenzara a elogiarme. Pero lo que escuché sonaba más como—: Puaj. Asco. ¿Qué es esto?

No era exactamente el Guau, eres el mejor que he tenido, que esperaba.

—¿Eh? —Mi sonrisa arrogante tuvo una muerte trágica y decepcionante.

Aturdido por cualquier tipo de crítica negativa, me di la vuelta para poder mirarla de frente, aunque en la oscuridad no podía leer su expresión—. ¿De qué demonios estás hablando? Eso fue increíble.

Cuando la alcancé, arqueaba su espalda sobre el colchón y se contoneaba como intentando escapar de algo debajo de ella.

—¿Qué...? Asco. Maximilian Meyer, ¿has estado comiendo galletas en la cama?

—¿Qué? No. —¿También sabía lo que comia por las noches? No era una sorpresa—. ¿Qué clase de idiota come galletas en la cama? —Bufé ante su descaro por sugerir una idea tan patética—. Eran papas fritas. Doritos sabor ranchero. —Porque era un tipo genial.

Dejó escapar un gran suspiro decepcionado como si pensara que yo no tenía esperanza. —Encantador. En este momento, tengo migas de doritos rancheros cubriendo mi trasero.

—Mmm. —En realidad eso sonaba ardiente—. Entonces es mejor que las quite con mi lengua, mi pequeña.

Extendí la mano hacia ella para hacer precisamente eso, pero la alejó con un golpe, quejándose de las migas. Cuando se sentó, pude escucharla limpiándose, así que extendí mi mano para sacudir a ciegas algunas de las migas del colchón.

—Ahí —ofrecí tan valientemente cómo fue posible—. Ahora ya no están.

Su respuesta fue un resoplido de incredulidad. —Necesitas limpiar estas sábanas antes de que te visite de nuevo.

Estaba tan ocupado casi dormido, pensando en la frase: "te visite de nuevo", y gustándome la idea de más encuentros con ella, que parloteé una de mis habituales respuestas de Max. —¿Qué? ¿Y deshacerme de todos los piojos que he acumulado con los años? —Incluso di un jadeo audible y coloqué mi mano sobre mi corazón, porque joder, así fue como me di la vuelta.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora