Max Una enferma, un chantaje más y un trio

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Supongo que era algo bueno el hecho de que no me gustaran los camarones. Me salvó de un caso severo de diarrea y vómitos. Pero eso no evitó que me preocupara un poco, bueno, tal vez demasiado.

Después de que pasara lo peor del envenenamiento por comida a Celine y su hermano, León la tomó en sus brazos y se la llevó. Cuando su esposa fue a ayudar a Bruno a levantarse, Josh comenzó a avanzar. —Déjame ayudarte. —Pero agarré su brazo.

—Atrás, niño bonito. —Empujándolo, corrí hacia Bruno y Alaya—. Lo tengo —dije.

El niño lucía pálido y débil. Le envié una mueca de "Lo siento, solo hago esto para acercarme a Celine" y lo recogí.

Gruñó una vez pero pasó un brazo alrededor de mi cuello para mantener el equilibrio. —Gracias —logró decir mientras se inclinaba pesadamente sobre mí.

—No hay problema —gruñí por el esfuerzo.

Cuando Goretzka salió del asiento trasero del coche donde la coloqué, todos mis esfuerzos valieron la pena.

León parpadeó hacia mí en sorpresa, pero dijo—: Gracias por traerlo. —A la vez que ayudaba a Bruno a sentarse en el asiento trasero junto a su hermana. Una vez que lo establecí, me apoye en él y luego pasé por delante, haciéndole protestar a medida que me presionaba contra él quizás un poco duro—. ¡Oye!

Pero no paré hasta que tuve mi boca en el oído de Celine. —Mejórate —murmuré, encontrando su mirada borrosa mientras me alejaba.

Ella me envió una sonrisa débil, así que salí del coche y me enderecé. León, quien no vio nada, me palmeó en el hombro en agradecimiento, y me despedí de él y su familia con la mano cuando condujeron de vuelta a casa.

La fiesta terminó. Me fui y conduje hacia la calle de la casa de León donde siempre recogía a Celine para nuestra cita de medianoche. Me senté en mi camioneta, viendo la casa hasta que el cielo se empezó a oscurecer. Y luego me senté por un rato más.

¿Seguía enferma? ¿Tomando suficiente liquido? ¿Descansando? Maldita sea, no soportaba esta mierda. Necesitaba verla. Era lo suficientemente tarde para que algunos miembros de la casa pudieran estar durmiendo, así que salí de mi camioneta y deambulé hacia el patio trasero. Me detuve en frente de una ventana que, estaba muy seguro, pertenecía a su habitación y empecé a tocar. Solo un ligero golpe para no alertar a nadie de mi presencia, pero no paré hasta que la cubierta se levantó y una pálida Celine se asomó por ella.

Sus ojos se abrieron. La saludé, enviándole una tímida sonrisa, y metí mis manos en los bolsillos mientras esperaba que ella le quitara el seguro a la ventana y la deslizara hacia arriba. —¡Maximilian! ¿Qué demonios haces aquí?

—¿Estoy comprobando que estés bien?

Movió su cabeza, confundida. —¿Has oído hablar de los teléfonos celulares?

—Seguro. Es más, tengo uno. Pero quería verte a ti. ¿Crees que puedes evitar esto? Voy a entrar.

—¿Qué? —Ella miró hacia atrás y luego se volvió hacia mí con los ojos abiertos—. ¿Estás loco?

—Sí. Ahora déjame entrar. Por favor.

Suspiró como si deliberara sus opciones. Pero por fin, negó con la cabeza y retiró la cubierta de la ventana. Una vez que la abrió por completo, comencé mi ascenso. No fue fácil, pero yo era un tipo con determinación. Unos rasguños y golpes y un puñado de frases de maldición recién inventadas más tarde, me hallaba dentro.

Suspirando con alivio, la atraje hacia mí en un gentil abrazo. —¿Cómo te estás sintiendo?

—Mejor —admitió, apoyando su cabeza en mi hombro—. Mi estómago sigue mal, pero no creo que vaya a vomitar más.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora