Max Mi maldito final feliz

911 58 44
                                    




Algunos o quizas muchos años despues

En la universidad, los juegos de beber eran lo mejor porque, comúnmente, significaban que conseguiría sexo con alguna chica borracha.

Esta noche, quería rodar los ojos y gruñir. Ah, espera. Acababa de rodar los ojos y gruñir. Pero, maldita sea, ahora era un idiota viejo y casado. De acuerdo, tal vez no tan viejo, pero sí maduro a la perfección. Aun así, no necesitaba alcohol para tener sexo esta noche.

Todas las parejas sentadas en el suelo, rodeando la otomana del hotel, estaban tan adultos y casados como yo. Así que, ¿por qué nos preocupábamos?

No habría sexo con desconocidos después o despertares en algún lugar raro con piezas vitales de ropa perdida.

Volveríamos a nuestras respectivas habitaciones y nos acurrucaríamos con nuestras parejas, luego despertaríamos antes del maldito amanecer para volar temprano y volver a casa. Así que, ¿por qué nos encontrábamos jugando un maldito juego de beber?

—Oh, demonios —gruñí, agarrándome el costado—, creo que acabo de dislocarme la cadera por estar sentado en este maldito piso.

Goretzka me pateó, justo en la cadera que acunaba. Bastardo. —Deja de ser un bebé. Suenas como alguien de ochenta años en vez de uno de veintisiete.

—Me siento más cercano a los ochenta —me quejé, mirándolo mientras sobaba el lado que me pateó—. Cabrón.

A su lado, su esposa se tapó la boca con una mano y comenzó a reír como una chiquilla. El juego la tenía totalmente excitada. Aún no tenía ganas de jugar, pero está bien, era bastante divertido ver a Shakespeare borracha. Era el primer fin de semana lejos de su nuevo hijo, y podías asegurar que la pobre mujer parecía desesperada por un poco de libertad.

—Déjame sostenerte eso, bebé —Goretzka tendió su brazo para quitarle la botella de licor, pero ella lo alejó, y se acercó a él mientras fruncía sus labios para besarlo.

—Preferiría que me sostengas a mí.

—¡Ugh! Cielos. —Haciendo una mueca, alcé una mano para protegerme los ojos del besuqueo que le siguió—. ¿En serio? ¿Van a hacerme ver porno luego de haber sido forzado a sufrir con este estúpido juego donde Shakespeare hace trampa cuando toma tragos entre cada turno, y estas dos ni siquiera pueden participar?

Señalé con el pulgar a Mantequilla y a Botones, quienes ambas se encontraban voluminosas e hinchadas por el embarazo, y además vetadas de beber cualquier alcohol.

Botones rodó los ojos mientras bebía de su brillante jugo de uva: otro engañoso y sospechoso trago. —Emborracharse no es el objetivo.

Frunciendo el ceño, enarqué una ceja. —Entonces, ¿cuál es el maldito objetivo de un juego de beber?

—Reconectar —respondió Mantequilla—. Ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos todos juntos. Intentamos divertirnos un poco, Max. Cielos, no seas aguafiestas.

Suspiré. Los estúpidos juegos no eran mi idea de reconectar o divertirme.

Maldita sea, creí que habíamos hecho un buen trabajo poniéndonos al día en la cena antes del concierto, y tengo la certeza que todos los chicos me apoyarían en esto... si estuvieran dispuestos a ir en contra de la opinión de sus esposas.

Dominados.

Apreciando demasiado a Celine por nunca hacerme sentir que no podía esbozar mi propia opinión, apoyé mi brazo sobre su rodilla y froté su suave pantorrilla. Se hallaba sentada en la silla a mi lado, y ya me encontraba recostándome en su pierna para apoyarme.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora