Max ¿Por que yo?

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Había una docena de personas alrededor, bloqueando mi camino, pero los esquivé y tomé el brazo derecho de Celine antes de que pudiera entrar en el baño de mujeres.

—¿Qué...? —Se dio la vuelta para enfrentarme, sus ojos abriéndose cuando me vio.

Cambiando de dirección, la jalé hasta que llegamos a la puerta de la oficina de Karius. Ni siquiera me molesté en encender una luz. Tan pronto como la tuve adentro, cerré la puerta y la empujé contra ella, sujetándola allí. Luego la besé. Su boca se aferró a la mía y sus dedos agarraron mi camisa.

Nos atacamos uno al otro hasta que tuvimos que separarnos por aire.

—¿Qué demonios estás haciendo, viniendo aquí, vestida así? —le grité y la besé de nuevo, duro, sin darle la oportunidad de responder. Mientras metía la lengua en su boca, mis manos recorrieron sus muslos hasta que las tuve bajo su falda. Después de que me las arreglé para alejar mi boca, presioné mi frente con la suya—. ¿Solo querías volverme loco porque sabías que no podía hablar contigo, o tocarte o besarte después de esos jodidos y excitantes mensajes que me enviaste?

—Antes solías hablar conmigo en público —argumentó, incluso mientras pasaba sus dedos por mi cabello y tomaba mi cabeza entre las manos. Entonces me jaló para otro beso.

Froté la pelvis contra la de ella y la besé de nuevo, solo para separarme por aire y seguir discutiendo. —Sí. Antes —murmuré—. Cuando no era  imposible mantener mis manos lejos de ti. No sé cómo diablos voy a sobrevivir estando de nuevo en la misma habitación contigo y tu hermano, no sin dejar escapar algo.

Celine rió. —Quieres decir algo como esto. —Cuando su mano vagó hacia mi palpitante erección, agarré su muñeca.

—Oh, no, no lo hagas. No jugarás con la varita mágica después de la forma en que coqueteaste con Brandt.

—¿Qué? —Su exclamación de incredulidad llegó un segundo antes de que me empujara en el pecho—. No coqueteé con él.

—¿En serio? Y, podría haber jurado que te dijo lo bien que te veías esta noche, cómo ponías a todas las demás mujeres en vergüenza, y, en respuesta, le sonreíste y le sacudiste esas hermosas pestañas.

—Oh. Eso. —Se aclaró la garganta—. Bueno, no lo llamaría exactamente coqueteo. Era más como...

—Coqueteo —dije—. Coqueteó contigo. Y le devolviste el coqueteo.

—Esa es la forma en que hablamos. No significó nada.

La besé de nuevo y estaba muy impaciente por devolverme el beso. Se arrastró sobre mí hasta que enrolló sus piernas alrededor de mi cintura.

—Maldición. Quiero estar dentro de ti tanto en este momento.

—Lo sé. —Gimió y apretó su núcleo contra mi erección—. Pero no quiero dejar un lío aquí. ¿Tienes algo?

Me estremecí. —Sí, pero... mierda, nena. Estoy trabajando. Tu hermano...

—Diablos, ni siquiera podía terminar una lista de todas las razones por las que esto era una mala idea. Arranqué sus bragas.

—Espera, yo... joder. —No podía ver ni mierda en esta oficina oscura.

Una vez que lo encontré, lo encendí y divisé  el sofá a través de la habitación, la cargué ahí y la acosté. Entonces metí la mano en mi bolsillo y saqué mi billetera. Mientras buscaba un condón que estaba seguro tenía dentro

Me empezó a tocar. Maldita sea. Eso se sintió bien.

Agarré un puñado de su cabello. Cuando gimió, apreté mi agarre

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora