Celine Una petición tentadora

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Me senté en la cama de Maximilian con una pierna debajo de mí y la otra colgando a un lado mientras lo veía sacar una chaqueta de vestir de su armario, y luego toser cuando quitó el polvo acumulado de las hombreras.

—Será mejor que consideres llevarlo a la tintorería antes que vayas a tu entrevista —sugerí, intentando no reírme... y fallando.

Me miró con el ceño fruncido. —Ah, ¿eso crees?

Sacudí mi cabeza, las risitas salían de mis labios cerrados. —¿Cuándo fue la última vez usaste esa cosa?

Lo miró con repulsión. —Creo que para mi graduación en la secundaria.

Espera, no. El hermano de mi abuelo murió hace tres años. Tuve que usarlo para el funeral.

—¿Y en verdad crees que te entrará? —Enarqué mis cejas, sin creerlo.

—Oye, ¿me estás diciendo gordo, mujer? —Se avecinó sobre mí con el ceño fruncido e indignado, lo que me hizo sonreír.

—¿Gordo? Dios, no, pero imagino que sacaste un par de músculos nuevos durante tu carrera universitaria al jugar fútbol. Como esta mísera y pequeña tabla para lavar de aquí.

Cuando humedecí mis labios y pasé mis dedos por su abdomen, se movió más cerca. —¿Por qué tengo la sensación de que esto no se trata de tu preocupación de que me entre el traje, sino de que quieres verme desnudo?

—Oh, pero estoy muy, muy preocupada de que entres en tu traje — murmuré, levantando la mano para desabrochar su pantalón y luego, con lentitud, bajar el cierre—Ver que te desnudas para probártelo es solo un beneficio extra.

Gruñó y agarró mi cabello cuando me incliné hacia adelante para besar sus abdominales sobre su camiseta. —Maldita sea, amo tu boquita sucia.

—Apuesto que amarás de verdad la pequeñita cosa que quiero hacer con ella.

—Demonios, sí.

Comencé a levantar su camiseta para sacarla de mi camino cuando Zoey apareció por la puerta abierta. —Oigan, la pizza ya llegó... Oh, Dios. —Cuando se dio cuenta lo que pasaba al entrar, gritó y se cubrió los ojos—. Lo siento, lo siento. Creí... —Ni siquiera se molestó en terminar la oración mientras empezaba a salir del cuarto.

—Saldremos en un minuto —le dijo Maximilian—. Hasta entonces, ¿podrías cerrar la puerta, por favor?

—¡Meyer! —jadeé a medida que Zoey levantaba el brazo y buscaba a tientas el pomo de la puerta antes de cerrarla.

—¿Qué? —preguntó, volteándose hacia mí mientras arrojaba la chaqueta a un lado y se metía en la cama conmigo—. Cuando mi chica promete hacerme cosas sucias con su boca, la pizza puede jodidamente esperar.

Mordí mi pedazo de pepperoni y gemí con deleite. —Mmm. Está tan rico. Maximilian me sonrió desde el suelo, donde se hallaba sentado contra mi pierna con un brazo envuelto alrededor de mi mulso, y murmuró en voz baja—: ¿Incluso mejor que una salchicha con manchas?

Me ruboricé, echándole un vistazo a nuestros amigos para asegurarme que no escucharon, pero se encontraban envueltos en su propio mundo en el sillón.

Empujé con suavidad su hombro y regañé—: No seas ordinario.

—¿Por qué? —Se inclinó para morder juguetonamente mi muslo—. Adoras cuando soy ordinario.

Le mandé un pequeño ceño fruncido. —Solo cuando estamos solos.

No parecía afligido. Asintiendo en dirección a Zoey y Josh, dijo—: Como si esos dos siquiera se dieran cuenta que nos hallamos aquí. Se encuentran tan ocupados haciendo bebés con sus ojos.

—Te escuchamos —dijo Josh, frunciéndonos el ceño.

Maximilian tomó un bocado su propia pizza. —Bien —soltó, sonando amortiguado por la boca llena—. Entonces escuchen esto y prométanme que se quedarán fuera de su burbuja de amor este fin de semana lo suficiente para hacerle compañía a Celine mientras no estoy, ¿vale?

Un dolor se esparció por mi pecho cuando mencionó su viaje a Nueva York. La firma de arquitectura le pagó el viaje en avión y alojamiento para volar hasta allá y entrevistarlo para el puesto. Sabía que era la oportunidad de una vez. Cualquiera dispuesto a aceptar un universitario novato y darle los tipos de beneficios y gastar como lo hacían era algo que nadie podría rechazar.

Me encontraba más que emocionada por él, y aun así temía su viaje aún más. ¿Y si obtenía el trabajo? ¿Y si se mudaba lejos y nunca lo veía de nuevo? ¿Y si...?

—En realidad —dijo Zoey, haciendo una mueca—, pensábamos ir hasta allá para ver a mi papá este fin de semana.

La miré, sorprendida. —¿Así que decidiste visitarlo? —Demonios, en serio necesitaba quedarme despierta para charlar con mi mejor amiga. Desde que comencé mi amorío secreto, mi amistad con Zoey como que quedó abandonada.

—Pero, ¿qué pasará con Celine? —exigió Maximilian, frunciendo el ceño. Su mano se tensó alrededor de mi pierna.

Rodé mis ojos. —Estaré bien. —No hablamos sobre lo mucho que lo extrañaría mientras no estuviera, o lo nerviosa que me encontraba de que, en realidad, obtuviera el trabajo; pero debió presentirlo si actuaba de esta manera.

Me hizo sentir como la mierda. No quería que se preocupara por mí cuando se le presentaba la maldita oportunidad de su vida.

—Mi familia entera está aquí, y tengo un trabajo que empezar para el otro semestre. —De acuerdo, no tendría que preocuparme de mi próximo semestre universitario durante este fin de semana en particular mientras se hallaba lejos, pero pensaba en cuando se fuera de manera definitiva, después que obtuviera el puesto.

Me observó por un momento, sin decir nada, con su mirada llena de preocupación

—Sabes... —ladeó su cabeza pensativamente—, en realidad no creo que se encuentre tan lejos. A un par de horas, tal vez.

Maximilian asintió y mordió su labio inferior como siempre lo hacía cuando tramaba un plan loco. —¿Ya reservaron un vuelo? —preguntó.

Zoey negó con la cabeza —Acabamos de decidir esta noche que iríamos.

—Deberían llevar a Celine con ustedes —contestó, echándome un vistazo mientras sus ojos se iluminaban con travesura—. Es tu mejor amiga en el mundo. Necesitarás su apoyo moral durante este momento difícil.

—Oh, pero...

—Y deberían reservar un vuelto en la misma aerolínea que voy yo, luego ver si pueden reservar una habitación en el mismo hotel. Entonces después que visites a tu papá y yo tenga mi entrevista, los cuatro podemos pasar el rato en la playa antes que volvamos a casa a la mañana siguiente.

Mi boca se abrió por completo. —Maximilian, no seas loco. No puedo ir contigo a tu entrevista.

Levantó la mirada, observándome. —¿Por qué no?

—Porque no... —Sacudí la cabeza y reí. Su idea era descabellada, pese a que me llenó de emoción el siquiera considerarlo—. No puedo simplemente subirme a un avión y pasar un par de días contigo al otro lado del país. Y si saco esa cantidad de dinero de mis ahorros para un boleto, León se preguntará...

—Entonces yo pagaré por tu boleto.

—Max... —Me hallaba a punto que rechazarlo de nuevo cuando agarró mi mano.

—Te quiero allí conmigo. —La mirada en su rostro me confirmó que no bromeaba—. Te necesito allí.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora