Max: Nuestro primer acuerdo

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Así que, apuñalar a mi mejor amigo en la espalda era horrible, pero al final tener a Celine, después de meses deseándola... era el maldito cielo.

En el día seis de nuestra semana de trato, apoyó su mejilla contra mi hombro, presionó sus pechos húmedos a mi lado y comenzó a trazar patrones en mi pecho antes de decir—Así que, mañana es nuestra última noche juntos, ¿eh?

Mis cejas se fruncieron. Ni siquiera quería pensar en ello; tomé su mano y me enfoqué en entrelazar nuestros dedos. —No —dije lentamente—. Creo que tus cálculos están equivocados. Todavía tenemos, como, cuadro o cinco días más.

—Sí —murmuró por fin—. Claro, creo que tienes razón.

Y eso fue todo.

Al día siguiente, llegó nuestro tiempo límite. El día después de ese, pasó.

Seguí buscando a mi Visitante Nocturna junto a la acera a una cuadra de su casa  cerca cada noche y luego la dejaba en unas cuantas horas. Y seguí haciendo cosas indecibles y traviesas con ella. Y sí, amaba cada segundo de ello.

Pero ella también lo amaba.

Por lo que, no en el octavo día —infiernos, ni siquiera en el duodécimo día— alguno de nosotros mencionó que pasamos nuestro tiempo límite. Me encuentro bastante seguro que a ninguno le importaba que hubiéramos roto las reglas. En esas pocas semanas, nada importaba más que la próxima vez que estaría dentro de ella. Ni siquiera el hecho de que traicionaba completamente a mi mejor amigo en el mundo.

Sin embargo, aún odiaba cuando ella sacaba su nombre, especialmente cuando nos hallábamos envueltos y relajados cerca del coma después de una ronda muy vigorosa de sexo.

—¿Es inmaduro de mi parte ocultarle esto a León? —preguntó, su mejilla descansando en mi brazo y su perfecto trasero escondido en mi regazo mientras mis brazos permanecían a su alrededor.

Un tic se formó en mi mentón, pero no lo vio, por lo que me encogí de hombros. —Todavía somos jóvenes. ¿No se nos permite ser un poco inmaduros?

Suspiró. Odiaba ese suspiro porque me decía que mantener esto oculto le molestaba tanto como a mí. —Sé que odias mentirle, pero yo... quiero esperar para decirle, si eso te parece bien. Esto es solo...

—Nada de su jodida incumbencia —gruñí, irritado porque él fuera un problema.

—Bueno, eso y... es nuevo y divertido, y él lo convertirá todo en...

—Créeme. —Acaricié su cadera para relajarla—. No me encuentro muy emocionado con la idea de que mi mejor amigo se ponga como un papá desaprobador conmigo. Y sé que lo hará. NO me importa esperar. Tal vez si me ve sentar cabeza por un tiempo y sin perseguir a cada mujer que se cruza en mi camino, se hará más... abierto ante la idea.

No lo haría. Ella seguro también sabía esto. León se ha embriagado demasiadas veces conmigo, me ha visto engancharme con un sin número de mujeres, infiernos, compartió mujeres conmigo tantas veces como para alguna vez dejarme seguir a alguien que le importa.

—Sí. —Cel dejó escapar un suspiro y me envió una sonrisa cegadora, haciéndome saber que dije lo correcto—. Tal vez un poco de tiempo lo ayudará a... adaptarse a la idea.

Su sonrisa me hizo cosas, por lo que la hice rodar hasta que quedó sobre su estómago. Necesitando distraerla de la tristeza, la culpa y el malestar que siguió a la conversación sobre "León", froté su espalda y besé un camino por su espalda. Una sonrisa iluminó mi rostro cuando me dio un suspiro de ensueño.

—Maldita sea, me encanta tu boca y manos sobre mí.

Su voz era lánguida, todavía ronca, por lo que me incliné para susurrarle al oído—: Y a mí me encanta tu voz después del sexo. Solo escucharla me dan ganas de... —En lugar de describir mis fantasías actúe

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora