Celine: Charla con mi hermano

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Sabía que tenía que ir a casa con el tiempo y enfrentarme de nuevo a León , pero lo evité tanto tiempo como fuera posible. Después de quedarme dormida en brazos de Maximilian, no me moví durante el resto de la noche. Me desperté con la luz entrando a raudales a través de la ventana y con la palma de su mano curvada posesivamente alrededor de mi pecho.

Se sentía caliente en mi espalda y me quedé allí durante un segundo, deleitándome con la sensación de despertar en su cama, con sus manos sobre mí. Cuando inhalé profundamente, amando este momento, él se agitó detrás de mí, moviéndose hasta que se acurrucó contra mí, así que su erección mañanera empujaba mi trasero desnudo y sus dedos instintivamente apretaron mi pecho.

—Maldita sea —dijo en un gemido—. Podría despertar así todos los días.

Sonreí. —Oh, ¿sí? ¿O le gusta más esto? —Sentándome, me giré para mirarlo, y luego le di la vuelta para poder besar su pecho y tomar su erección en mi mano. Su marca de nacimiento de color púrpura parecía particularmente brillante esta mañana. Me encantaba que nunca se molestara en ocultármela. No habíamos estado juntos con las luces apagadas desde la desaparición de la Visitante Nocturna, y eso también me encantaba. Éramos abiertos acerca de todo entre nosotros, no guardábamos secretos, y compartíamos todo tipo de cosas que nunca había compartido con nadie más en mi vida.

Queriendo mostrarle lo mucho que significaba para mí, le di a su marca de nacimiento un poco más de atención y lamí todo su costado antes de tomar la cabeza de su pene en mi boca.

Agarró mi pelo fuertemente, como a mí me gustaba, y gemí mientras le chupaba hasta la parte posterior de mi garganta.

—Está bien, tienes razón —dijo con voz áspera—. Me gusta más despertar de esta manera.

Me reí con la boca llena y procedí a darle el mejor oral de mi vida, excepto porque me alejó de él justo antes de correrse. Entonces me puso de espaldas y me miró con asombro antes de tomar una de mis piernas.

Empezando por el tobillo, besó, lamió y mordisqueó un camino hacia abajo hasta que su boca se encontró en mi coño y su lengua dentro de mí.

—Oh, Dios mío, Maximilian —jadeé y apreté las sábanas debajo de mí—. Te  sientes muy bien. Eso se siente tan bien.

Me miró para preguntar. —¿Te vas a correr?

—¡Sí! —espeté, deseando que regresara su boca a mí, pero en lugar de eso, se levantó para sentarse.

Mirando hacia mí mientras todavía me encontraba acostada boca arriba con las piernas extendidas, y abierta, sonrió lentamente. —Eres tan hermosa.

Agarró una de mis piernas y luego la otra. —En el primer momento en que te vi, con nada más que una camiseta, me fijé en estos hermosos muslos tonificados. —Los levantó mientras hablaba—. Y quería saber cómo se sentirían envueltos a mi alrededor.

Le ayudé a enredar mis piernas alrededor suyo. Él las hizo subir sobre sus rodillas y luego se cernió sobre mí, alineándonos hasta que sentí su calor y su dureza contra mí, listo para entrar.

—Vi esta boca —continuó—, agrietada y pálida. Y quise probarla. —

Luego de inclinarse, apretó los labios suavemente con los míos. Nos respiramos el uno al otro hasta que murmuró—: Entonces te miré a los ojos, y... Mori. Presionó su frente contra la mía y me miró a los ojos. —¿Qué demonios me has hecho, Celine?

Se metió en mí, y jadeé con sorpresa ante el tramo inicial, tan llena, tan grande. Siempre tan grande.

—¿Por qué no podía estar lejos de ti? —preguntó con otro largo y lento empuje—. ¿Por qué no puedo tener suficiente de ti? —Embestida—. ¿Por qué quiero ser dueño de cada  pedazo de ti? —Embestida.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora