Max Deprimido e ignorado

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Pasaron seis días. Le di a Celine su espacio... y jodidamente lo tomó. No llamó, no envió un mensaje por Facebook, no vino.

Morí un poco por dentro cada hora que se mantenía alejada.

La contacté exactamente tres veces. La mañana siguiente, le envié un mensaje, diciendo: Lo siento.

El día después de eso, agregué: Te amo.

Y el tercer día, escribí: Aún confío en ti.

Confié en que ella se enterara de toda esa mierda sobre mí y no rompiera mi corazón dejándome. Pero mi maldita confianza fue dolorosamente examinada y destruida.

Me recordé, que solo necesitaba tiempo. Que lo iba a superar, y que regresaría a mí.

Sí, repetí eso una y otra vez en mi cabeza, sin creerlo realmente, mientras que de todas formas mantenía la esperanza.

Celine me odiaba en este momento, y terminó conmigo. Mi vida se hallaba acabada.

Ni siquiera apareció en Purple el viernes siguiente.  Después de cerrar el bar, guardaba la última botella de licor, cuando me detuve y la miré, tentado a ahogar todas mis penas como un típico imbécil con el corazón roto.

Seguía allí de pie como un completo idiota, mirando la botella, cuando Draxler se detuvo a mi lado y apoyó sus antebrazos en la barra.

— El chico de la manda de Brandt dice más malas palabras en una hora y también creo que es más vulgar que tú.

—Bien por él. —Me serví otro.

Finalmente Draxler me miró, frunciendo el ceño. —¿Te sientes bien esta noche?

—Jodidamente genial. ¿Cómo estás tú?

— No lo estas y  como si supiera qué hacer con un Max depresivo. Eso se encuentra fuera de mi ámbito de la realidad.

—Mierda. —Brandt sacudió su cabeza—. Dale al menos una semana.

Enterré la cara entre mis manos, absoluta y jodidamente miserable. El tiempo iba a destrozarme si tenía que pasar mucho tiempo lejos de ella. —Soy un idiota —vociferé—. Las últimas palabras que mi hermana me dijo antes de morir fueron que no me volviera un mujeriego, y ¿qué fue lo primero que hice?

Me convertí en un maldito mujeriego para luchar contra los malos recuerdos, y ahora regresa para morderme el trasero. —Acunando los lados de mi cara en mis manos, levanté la mirada hacia los dos Julians, quienes me miraban con la boca abierta como si me hubieran crecido cuernos. En algún lugar de mi cabeza, me di cuenta que derramé un montón de mierda sobre mi hermana, pero en este momento ni siquiera podría importarme. Ocurría algo más importante—.

¿Qué pasa si la pierdo?

Incapaz de cargar el peso de este dolor, me hundí en el suelo y apoyé mis codos sobre mis rodillas mientras me concentraba en no romperme.

—Eso es todo. —Brandt me jaló del brazo, tratando de ponerme de pie—. Te llevaré a casa.

Sacudí la cabeza. —No. No puedo ir a casa —murmuré—. Mis sábanas aún huelen a ella. —No había sido capaz de dormir nada la mayor parte de la semana por eso. Debí haberlas lavado, pero entonces ya no olerían a ella, y eso me hubiera roto incluso más.

—Entonces puedes quedarte en mi sofá. Solo vamos a sacarte de aquí. — La siguiente vez que trató de levantarme, lo dejé.

El sábado, el consejo de esperar una semana llegó. Y luego pasó.

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora