Max Una noche muy ocupada

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Lo juro, un camión de dieciocho ruedas es lo que me despertó la mañana siguiente, ya que se estrelló contra mí y luego retrocedió antes de golpearme de nuevo. Gemí y luego hice una mueca al escuchar mi propia voz demasiado alta.

—... mierda.

Había pasado un tiempo desde que desperté con este tipo de resaca. Me acosté en las sábanas segundos antes de que pudiese estar seguro de que seguía de una pieza. La luz que se colaba por la rendija de la cortina de la ventana seguía empeorando mi dolor de cabeza, pero no había manera de que me fuese a mover a corto plazo para ir a cerrar por completo la cortina.

—Oh Dios mío. —Una voz ronca sonó a mi izquierda—. ¿Por qué hay tanta arena en la cama?

Me las arreglé para rodar mi cabeza y me sentí eternamente aliviado de ver a Celine a mi lado porque no recordaba nada —ni una maldita cosa— de la noche anterior, excepto una vaga visión de bailar con ella en la playa en una fiesta con un montón de extraños.

—Viendo la cantidad de arena en mi trasero —arrastré las palabras—, voy a decir que probablemente nos acostamos en la playa.

Gimió y se agarró la cabeza antes de suplicar—: Por favor... haz que pare.

No estaba en condiciones para levantarme de la cama, pero mi mujer se sentía mal, así que rodé hasta que caí en el suelo. Maldiciendo a mis adoloridos músculos y cabeza, agarré la mesita de noche y la usé para ayudarme a ponerme de pie. Desnuda y enredada en las sábanas, Celine me observaba con ojos borrosos e inyectados en sangre.

—Te tengo —murmuré y la levanté, dando tumbos hacia el baño en vez de ir en línea recta.

Dejó caer su mejilla contra mi hombro y se aferró a mí en una manera floja y débil. Agradecido de que hubiese un banco para sentarse en la ducha, la senté y abrí la regadera, asegurándome de tener la temperatura correcta antes de mojarla.

Con un suspiro de gratitud cuando el agua la golpeó, abrió sus ojos y me dio una sonrisa cansada, solo para fruncir el ceño cuando me vio el brazo. — ¿Qué...?

Miré lo que le había llamado la atención, sorprendiéndome al ver un trozo de gasa pegado en mi brazo. Cuando puse la mano sobre la gasa, una picadura familiar me dijo exactamente lo que había pasado.

—Oh... joder. —Me golpeé con el puño en mi palpitante cabeza y maldije un poco antes de admitir—: Creo que conseguí otro maldito tatuaje estando borracho. —Me encogí de hombros—. Nunca salen bien los tatuajes cuando me los hago borracho. La última vez me hice un tatuaje del campeonato de futbol con León, perdimos el partido al día siguiente.

Me apresuré a salir de la ducha y me fui al espejo para quitarme el vendaje. Las palabras entintadas en mi piel se veían al revés en el reflejo, pero aun así podía decir con exactitud que decía. A medida que mi boca se abría por la sorpresa, Celine exclamó—: ¿Qué dice?

Seguí mirándolo, sin saber que decir. —Uh...es, um...

—No te hiciste nada femenino como un corazón, una rosa o una mariposa, ¿verdad?

—No... —Parpadeé ante el tatuaje—. Es... en realidad es una palabra.

—Bueno, ¿qué dice?

—Nada. —Fue rápido responderlo. Demasiado rápido.

—¿Nada? —repitió—. ¿Cómo, literalmente la palabra nada? ¿N-A-D-A?

—Sip. Dice NADA.

—¿Por qué te tatuarías algo que dice NADA?

—Probablemente porque era un borracho estúpido. ¿Por qué hacemos algo? ¿Por qué este mundo es redondo y gira en círculos? ¿Por qué el sol sale en la mañana y la luna de noche?

My secret love-- Max MeyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora