Cerca de tres semanas después de empezar una aventura con Maximilian, visité al doctor a última hora del viernes por la tarde. Había tenido suerte y conseguí una revisión para uno de los últimos turnos del día, así podía ir después de clase.En cierta manera, había pensado en decirle lo que necesitaba y que él me diera una receta médica y quizás algunas muestras gratis de anticonceptivos.
Pero aparentemente, esa era una idea delirante. Antes de que incluso supiera lo que pasaba, me encontraba haciendo pis en un recipiente, poniéndome una bata de hospital fina que se abría por delante y poniendo los pies en los horrorosos estribos. Dios, odiaba las visitas al ginecólogo.
Comencé a pensar que se terminaría después de un rápido examen de pelvis y que entonces me darían las píldoras para que pudiera salir y tener sexo sucio y maravilloso con mi Maximilian. Pero no hubo nada rápido acerca de lo que sucedió luego. De hecho, pareció que el tiempo se ralentizó y los segundos pasaban al ritmo de días enteros.
Se sentía como años después, pero solo había pasado una hora cuando caminé por la puerta trasera de la casa de mi hermano, entumecida y estupefacta. Absoluta y aplastantemente entumecida. Ni siquiera estaba segura de cómo procesar todo lo que me habían dicho. Me hundí en la primera silla que encontré.
Alaya pregunto curiosa -¿Celine? -Hizo una pausa e inclino la cabeza hacia un lado-¿Estás bien?
Asentí sin pensarlo, pero entonces dije-: No.
Ella se acercó y tomó una silla cerca de mí. -¿Qué ocurre? -Cuando se sentó, agarró mis dedos flácidos, los cuales habían estado reposando en mi regazo, y tomó aliento, sorprendida-. Tienes las manos congeladas.
-¿Sí? -Bajé la vista hacia ellas. No podía sentirlas, en realidad, pero se veían pálidas y gomosas en las suyas. Ella intentó calentarlas frotándolas, pero eso solo me hizo querer alejarlas.
Alaya levantó su rostro sorprendida. Abrió la boca, pero luego la cerró sabiamente.
No podía soportar herirla y sabía que retirar las manos lo había hecho, así que me aclaré la garganta. -Yo... -Sacudí la cabeza. No podía decirlo-. Yo... hoy fui al doctor, para empezar con el control de natalidad. Y...
-¡Oh! -Sus ojos se abrieron mientras presionó una mano en su pecho- Yo... Lo siento. No me di cuenta de que estabas... viendo a alguien.
Pestañeé. Mierda. ¿Acababa de soltar eso? Con el rostro ardiendo, empecé a sacudir la cabeza, pero Alaya levantó sus manos. -Ignórame. Lo siento. No es de mi incumbencia. ¿Qué decías... sobre la visita al médico?
Continué mirándola boquiabierta. -¿Vas a decírselo a León? -Contuve el aliento esperando su respuesta.
-Em... -Miró a otro lado; su rostro delataba todas sus incertidumbres.
La lealtad a su esposo batallaba contra su lealtad hacia mí-. Yo no... Eso es... No, si prefieres que no lo haga... Estoy segura de que no es de su incumbencia tanto como no lo es de la mía lo que haces en tu... tiempo privado, pero... como amiga y como nueva hermana, sé que me gustaría conocer a tu... joven. -Luego sus ojos se ampliaron como si una nueva idea la hubiera golpeado. Inclinándose más cerca, bajó la voz-. Hay uno solo, ¿verdad?
Sonreí. En realidad, dejé escapar una risa. Ella era tan tierna cuando intentaba comportarse y no pasarse de los límites al mismo tiempo que trataba de decirme lo que pensaba. -Sí -le dije- Solo hay un... -Sonreí más ampliamente mientras robé su término-, joven.
Ella se sonrojó y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. -Lo siento, no sabía cómo decirlo.
Mis hombros cayeron, y todo lo feo volvió a flotar a la superficie.
ESTÁS LEYENDO
My secret love-- Max Meyer
FanfictionSegunda entrega de Teach me to love Max es poco agradable, tosco, mal hablado, mujeriego y le gusta hacerlo a oscuras... Pero Maximilian es dulce, comprensivo, mejor amigo y siempre tiene una broma en los labios. Max da todo por sus amigos Maxim...