2 La prisión

11.3K 759 163
                                    

3 años después.

Caminaba sola por el bosque con nada más que mi mochila, la pistola en mi mano derecha y un cuchillo que encontré por ahí al comenzar toda esta masacre.

A lo lejos pude ver una cabaña. Caminé hacia ella, y al llegar me encontré con tres caminantes bloqueando la entrada.

Me acerqué a ellos sigilosamente, saqué mi cuchillo de la mochila y se lo clavé en el cráneo a uno de ellos; al darme la vuelta otro me empujó haciendo que me callera, le coloqué mi mano en la garganta para evitar que me mordiera y con mucho cuidado maté al caminante para quitármelo de encima. El último estaba tirado en el suelo partido por la mitad; me acerqué a él y le di un pisotón en el cráneo.

Al entrar a la cabaña noté que estaba vacía, así que me recosté en el sofá que tenía manchas de sangre ya secas y fuí cerrando mis ojos poco a poco hasta quedarme dormida. Por fin descansaría un poco.

[...]

Desperté sobresaltada al escuchar varios golpes y rasguños en la puerta. Abrí una de las ventanas de madera de la cabaña, dejándome ver a varios caminantes, unos ocho más o menos.

-Diablos - susurré y cerré la ventana.

Recogí mis cosas y salí por la puerta de atrás. Giré la cabeza hacia un lado y visualizé un arco muy desgastado e inservible con flechas rotas; sabía que no sería nada útil. Las moví con el pie desanimada y salí de ahí.

Caminando de nuevo en el bosque, decidí escalar un árbol para descansar las piernas aunque fuera un poco. Al subir, me impresioné de ver una prisión no muy lejos de donde me encontraba. Era gigantesca y con buena seguridad. Un buen lugar en el que estaría a salvo. Bajé del árbol sin importar el dolor de mis pies y me puse en marcha en dirección a la prisión.

Iría hasta allá. No pensaba quedarme otro día más entre los árboles. Si había personas dentro de ella me las arreglaría para que me dejaran entrar, así de simple. Me parecería lindo el hecho de conocer a otras personas con las cuales pudiera quedarme luego de andar tanto tiempo sola, huyendo de gente que quiso hacerme daño.

Lleguando a la prisión, pude ver que tal como había imaginado se encontraban personas habitándola, pero de cualquier forma no quise echarme para atrás. Estaba dispuesta a hacer que me dejaran vivir con ellos ahí. No todos los días encuentras una prisión para protegerte de personas con sed de sangre fresca. Era un excelente lugar para estar refugiado, todo lo que anhelaba.

Me acerqué corriendo, dirigiéndome a la valla que protegía el alrededor de la enorme edificación; pero para mi mala suerte, un caminante me hizo tropezar. Caí al suelo dándome un fuerte golpe en la cabeza, lo que me causó un desconcierto. Mientras intentaba morderme solo traté de alejarlo, dándole varias patadas en el rostro, pero parecía que no funcionaba. Giré mi vista a un lado y vi que un grupo de caminantes se acercaba a mí. Sentí la presión en mi pecho, no sabía cómo iba a encargarme de todos, sería un rico manjar para caminantes.

Cuando mis brazos estaban por rendirse ante el cansancio, un disparo atravesó el cráneo del caminante sobre mí. Volteé y vi a un chico con una pistola, detrás de él se acercaba un hombre con un cuchillo y juntos comenzaron a matar a todos los caminantes que se acercaban a mí. Solo sentía el dolor punzante en mi cabeza por el fuerte golpe que me había dado; después de eso mis ojos se cerraron de a poco hasta que al final me desmayé.

No me abandones: Los iniciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora