Capítulo 3

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Los días transcurrían con rapidez y ya no hacía falta que me acompañasen a todas partes como al principio, conocía más o menos las reglas, algunas me las habían explicado, otras las había aprendido a la fuerza. La más importante era que efectivamente era una descastada, lo que significaba que era una paria para mi propia Casa, la Casa de Morlan, nadie se preocupaba de mí, nadie me visitaba, nadie me daba nada. El resto de los chicos y chicas pertenecían a otras casas y ellos disponían de libros, armas, ropas, etc. Y lo más importante, sanadores. Los sanadores son muy importantes en el reino de los Dragones, solo los jinetes y sus casas tenían acceso a los sanadores y ellos solo sanaban a los que pertenecían a sus casas. Por lo visto a mí me habían 'sanado' entre comillas obligados por el rey, habían reparado mi cuerpo y lo habían convertido en ese nuevo cuerpo que ahora tenía, más parecido a ellos, pero no había sanadores a mi disposición cuando empecé los entrenamientos lo que se traducía en que cualquier golpe que me daba no era curado por ningún sanador. Los demás luchaban sin miedo porque al finalizar el entrenamiento pasaban por el Palacio de los Sanadores, allí el sanador de su casa curaba su cuerpo de golpes y hematomas y al día siguiente empezaban con su cuerpo recuperado listo para el combate. Mi cuerpo en esos días era un compendio de negro, azul, verde y amarillo, donde se me curaban los cardenales volvían a salirme otros una y otra vez. Me levantaba por la mañana dolorida por las palizas recibidas y cualquier roce era para mí el más horrible de los dolores. Pues sí, definitivamente, era una descastada.

Por las mañanas entrenábamos, por el momento eran técnicas de combate, una especie de esgrima combinada con artes marciales y combate cuerpo a cuerpo, parecíamos marines, ninjas, espadachines... bueno, más bien parecían, porque a pesar que mi cuerpo era joven y estaba en forma no era nada buena en ninguna de las artes que nos enseñaban y siempre era la última de todos. Por la tarde, teníamos clases teóricas, historia, estrategias, tipos de armas.... Cuando las clases terminaban disponíamos de unas horas para cenar y descansar, yo aprovechaba el tiempo para irme a la biblioteca y con ayuda de Garrick iba estudiando todo lo que los demás habían estudiado desde niños y yo no. Algunos de los eventos eran parecidos a los que yo había estudiado, el gran diluvio por ejemplo, algunas de las erupciones de volcanes, pero mientras nuestra historia estaba marcada por el descubrimiento de las nuevas fronteras como América, Australia, los polos, etc... para los dragones que podían volar el mundo siempre había sido redondo y siempre habían conocido sus límites, así su conocimiento de la historia americana era muy superior al nuestro y eran fascinantes las interacciones que habían tenido con los grandes imperios indígenas del sur del continente. Realmente adoraba aquellos momentos, solía quedarme hasta muy tarde leyendo de todo lo que se me ocurría, Garrick me hacía leer en muchos idiomas, después de que había podido leer la gran piedra se había abierto una puerta en mi mente y me resultaba increíblemente fácil poder entender el resto de los idiomas humanos.

Una vez de cada tantos días teníamos el día libre, el resto de los jóvenes aprovechaban para visitar sus casas aunque a menudo podías ver cómo los padres de los chicos visitaban en la escuela a sus hijos, ese día yo no tenía nada que hacer, a mi no me visitaba nadie, no me dejaban escribir cartas a mi familia ni comunicarme con ellos así que no podía hacer nada, así que aprovechaba para irme a la biblioteca y estudiar todo el día. En el desayuno, con las mesas casi vacía de jóvenes se me acercó una criada para darme una nota del Maese Bibliotecario, Garrick me animaba a salir e investigar el nuevo mundo en el que vivía. ¡Buf! Visitar ese nuevo mundo!, rezongué, como si fuese tan fácil, en la escuela me había acostumbrado a los insultos, los empujones intencionados en los pasillos y a las malas contestaciones de los profesores, ¿allá afuera?, ¿qué podría encontrarme allá afuera?.

Salí por la puerta principal sin que nadie me parase, parecían no darse cuenta de mi existencia por lo que me dirigí hacia el exterior del castillo, una gran calzada se habría en las temibles puertas de metal y se adentraba en el bosque. Estaba muy transitada, las personas que iban a pie parecían ir todas por una especie de acera grande mientras que la calzada se dejaba para los caballos y los carros tirados por bueyes o equinos, caminé sin dificultad sorteando madres con hijos, soldados que iban o volvían de castillo, vendedores ambulantes, algunas veces daban un respingo al verme, pero era más por el color de mis ropajes que por que fuese yo quien los vistiese, enseguida miraban a mi alrededor buscando algo, por lo que concluí que seguramente los otros aprendices no se aventuraban como yo fuera del castillo y si lo hacían eran acompañados por sus familiares que de ahí que buscasen a las personas que me acompañaban.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora