Capítulo 28

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Me levanté por la mañana me aseé y me vestí, quería salir cuanto antes hacia casa. Estaba a punto de salir cuando vi que Draco aterrizaba en mi terraza con su forma medio humana.

- ¡Vaya! Sí que has madrugado, ¿estás lista? - me dijo.

- ¡Sí!, ¿Cuándo nos vamos? - le pregunté.

- Ahora mismo si quieres, te he traído esto - me tendió una especie de mochila.

Miré dentro, había comida y dinero, un montón de dinero, pero dinero humano, miré a Draco sin comprender.

- Me lo dio el Rey, me dijo que tú sabrías qué hacer con ello, antes de ir a tu casa me ha pedido que pare en un lugar para que compres ropa y cosas humanas.

- Qué considerado - dije.... ¡Qué bonito! Pensé. Luego recogí un par de cosas y las añadí al interior de la mochila.

- Procura no mancharme las crines cuando comas, ¿vale? - hice un ruidito al intentar no reírme - ríete pero cuando vuelvas te obligaré a lavarme una por una mis escamas si me manchas. Asentí muy seria. Lavar a un dragón tan grande como él me llevaría una eternidad, mejor hacerle caso.

Draco se transformó en dragón y yo salté desde mi terraza aterrizando en su lomo. Pusimos rumbo mar abierto. Como en otras ocasiones el castillo se empezó a ver muy pequeño así como el Reino de los Dragones pronto no se vio nada. ¡Casa! ¡Me voy a casa!!.

Seguimos volando durante todo el día increíblemente rápido, nos paramos en una cueva para pasar la noche, hicimos fuego y compartimos la comida que llevaba en la mochila, estuvimos hablando un rato y me preguntó por mi familia, le conté todo lo que se me ocurrió de ellos, él me escuchaba indulgente y se rió con mis anécdotas. Al día siguiente después de desayunar un poco nos pusimos nuevamente en marcha al caer la noche volvimos a pernoctar de nuevo. Llegamos durante la mañana del tercer día, Draco me dejó en una montaña en cuya base había un centro comercial, estaba en casa, en el mundo de los humanos.

- Nos separamos aquí, pequeña - me dijo.

- ¿No vas a venir conmigo? - le pregunté.

- No, no me acercaré a ningún humano si puedo evitarlo. El Rey me dijo que a partir de aquí podrías seguir tú sola hacia casa - asentí confirmándolo. Draco me abrazó y le devolví el abrazo - Deseo que disfrutes por lo que tanto has luchado, pequeña. Pero vuelve pronto, el Reino no será lo mismo sin ti.

- Volveré Draco, te lo prometo - le dije con lágrimas. Me besó en la frente y remontó el vuelo transformándose en dragón.

Bajé caminando la montaña, me sorprendió ver la basura en el campo, en el Reino de los Dragones no había basura tirada y aquí en mitad del monte se arremolinaban papeles, colillas y desperdicios en los laterales de las sendas.

Llegué al gigantesco centro comercial lleno de coches y gente, el ruido era excesivo para mí acostumbrada al escaso ruido en la escuela y el castillo. La gente iba y venía hablando y gesticulando, me sentía como si estuviese enfrente de un escaparate, miraba a todo el mundo y todo me resultaba extraño. Muchas cabezas se volvían a mi paso y me miraban de arriba abajo, me sentía violenta porque no sabía si era por mi ropa o por mi aspecto. Vi una sucursal de un banco y entré, me hice con una tarjeta de crédito que cargué con parte del dinero que llevaba en la mochila, mi pasaporte estaba dentro de la mochila, afortunadamente la chica que me atendió no se dio cuenta que estaba caducado pues estaba muy ocupada mirándome a la cara todo el rato. También había un hotel al lado del centro comercial y pedí una habitación, necesitaría un sitio donde pasar la noche para salir mañana en dirección a mi casa. Una vez que hice toda esta logística me fui de compras, con aquella ropa blanca parecía que iba disfrazada de jedi... Compré ropa básica, vaqueros, camisetas, botas, blazer, abrigos y luego ropa interior y pijamas y su parafernalia. Me compré también maquillaje y cosas de aseo. Hacía tanto tiempo que no compraba que me costó diferenciar los productos. Volví al hotel y me di una ducha, incluso el agua me parecía distinta... Al día siguiente estrené mi recién comprada ropa. Unos vaqueros azules y una camiseta blanca, unas botas negras y una blazer del mismo color, me apliqué maquillaje y me hice una coleta larga, el pelo me caía por toda la espalda. Metí todas las cosas en la nueva maleta y por último me puse al hombro mi nuevo bolso con mi recién adquirido móvil. Debía ser mi aspecto lo que llamaba la atención porque al llegar a la recepción el recepcionista no era capaz de articular palabra, ¡genial! Iba llamando la atención. Conseguí por fin alquilar un coche y me puse en marcha. Afortunadamente no me costó mucho recordar cómo se conducía. Estaba a 200 km de casa, puse la aplicación de navegador de mi móvil y recorrí los últimos kilómetros hasta mi casa.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora