El día comenzó como siempre, entre besos y risas, se transformó y subí por su ala hasta el lomo donde me senté, poco a poco fui cayendo en una especie de trance, una deliciosa sensación me envolvía como una nana y dormí.
Alguien me tocaba, intenté abrir los ojos pero me pesaban, estaba cansada, ¿qué ocurría?, voces, voces a mi alrededor hablando, intenté concentrarme y poco a poco fui reaccionando. Por fin abrí los ojos, a mi lado había una mujer de mediana edad, me miraba con cierto temor y yo le devolvía la mirada desconcertada, ¿quién era?, ¿qué????. Me incorporé bruscamente:
- ¿Quién es usted? - mi voz sonó aflautada, distinta, extraña.
- Iré a buscar al sanador - me dijo ella y precipitadamente salió de la habitación.
Estaba en una habitación completamente blanca, una cama en el medio sin cabecero y yo tumbada, me giré para un lado y otro y solo pude ver una mesa con distintos objetos y un espejo de cuerpo entero apoyado contra la pared, todo era blanco, incluso mi ropa. Miré hacia abajo y me fijé que tenía puesta otra ropa, llevaba una especie de pantalones de algún tipo de piel vuelta teñida de blanco, unas botas me llegaban hasta las rodillas, llevaba una especie de camiseta ceñida al cuerpo y encima una especie de peto también de piel vuelta que me llegaba hasta el ombligo, mis antebrazos estaban cubiertos por una especie de mitones sin dedos que llegaban por encima del codo. Mi pelo estaba suelto y me caía por los hombros y llegaba hasta la cintura, ahí me desperté del todo, mi pelo no era tan largo, apenas me llegaba hasta los hombros, nunca lo había tenido tan largo y lo peor es que no estaba teñido, yo solía llevarlo de un color castaño oscuro y el pelo que me caía por el pecho era del color castaño claro que tenía cuando era pequeña. Pero, ¿qué pasaba allí?. Me levanté con cuidado, mi cuerpo me obedecía como siempre pero lo sentía extraño, diferente, liviano, me acerqué al espejo blanco y me miré. Un grito de asombro salió de mi garganta, era yo, el reflejo era yo pero ¡yo era distinta!. Había rejuvenecido hasta ser otra vez una chica salida de la adolescencia, no podría pasar por tener ni siquiera 20 años, mi cuerpo estaba delgado, mi piel era blanca como si nunca hubiese tomado el sol, mis ojos seguían en mi rostro pero mi piel era tersa sin marcas, me fijé en que la pequeña cicatriz de mi mejilla había desaparecido, era casi imperceptible para los demás pero yo la veía cuando me miraba al espejo, bajé la mirada hacia mis manos y vi que también había desaparecido mis cicatrices en los dedos cuando me corté siendo una niña. Me levanté la camiseta y comprobé que mi cicatriz de mi operación de apendicitis también había desaparecido, ¡no tenía ninguna marca!, pero no solo era que hubiese rejuvenecido o adelgazado, que no tuviese cicatrices visibles o lunares o marcas de nacimiento, mi cuerpo era más alto, ¡cielos! yo era más alta, mis músculos estaban firmes como cuando tenía 10 años, ¿qué me había pasado?.
Seguía mirándome en el espejo cuando un hombre alto entró en la habitación. Era guapo pero era mayor, no anciano, pero sí que tenía edad, era como una versión mejorada de cualquier maduro bien conservado, se parecía, se parecía a mí, a mi cuerpo, a mi nuevo cuerpo, alto, delgado, sin marcas aparentes, sin arrugas en la cara, vestía completamente de negro con un traje similar al mío solo qué él llevaba una capa que le llegaba a los pies.
- Soy Dorc, Maestro de Jinetes. Bienvenida aprendiz, sígueme, tu instrucción comienza ahora mismo. - Se dio la vuelta y salió de la habitación con paso firme.
- ¡Espere!, ¡espere!, ¿quién es usted?, ¿qué hago aquí? - salí corriendo detrás de él, mi cuerpo no reaccionó como quise y no paró solo siguió avanzando hasta estrellarse contra la pared del corredor que había fuera de la habitación. Dorc se dio la vuelta por un momento y frunció el ceño en desaprobación por mi torpeza, - sígueme aprendiz, el sanador ha dado su aprobación, estás reparada, tus preguntas serán satisfechas enseguida.
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Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)
FantasyLos dragones y sus jinetes vestidos de negro eran temibles. Juntos, el dragón y su jinete era poderosos y letales. Los aprendices como yo vestían de blanco, cuando acabase mi formación un dragón me elegiría si era la adecuada. Él solo me puso una co...