Capítulo 40

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- Los dos hombres que capturamos nos estaban buscando - me dijo Draco mientras aterrizaba a mi lado en el parque. Volvía de los entrenamientos con Tarnan y los demás y nos preparábamos para comer.

- ¿Para qué?

- Las salamandras escucharon que los dragones habían liberado a dos poblados y quieren ayuda para liberar al suyo. Nos han dado toda la información que necesitamos.

- ¿De verdad? - me agarró por la cintura y me despedí de los demás estudiantes.

- Nos esperan pequeña. - Nos elevamos dirección a la sala del Consejo.

Entramos en la terraza y nos presentamos ante el Maestro de Jinetes, Dorc me miró de reojo.

- No se te puede dejar sola, ¿verdad? - haciendo referencia a mi escaramuza con los otros aprendices y el cachorro de dragón.

- Maestro, ya me han regañado... - le dije, por favor, otra vez no.

- Querida mía, ya habéis llegado - dijo el Rey caminado hacia nosotros, ¡genial! ¡Salvada!! Le sonreí con todas mis fuerza, pero me cogió por la cintura besándome hasta quitarme el aliento. Las risitas se escucharon por la sala. ¡Leches! El muy maldito sabía bien cómo vengarse también....

- Aprendiz - se dirigió a mí Dorc cuando el Rey me soltó, frunció el ceño en señal de que no aprobaba esas costumbres entre sus aprendices - enlazarás a todos en la ofensiva. Los monos, las águilas y las salamandras de los poblados rescatados se unirán a nosotros.

- Sí maestro... - le contesté todavía ruborizada. Arco me sujetaba de la mano e intenté soltarme pero sin conseguirlo.

- Pequeño Jinete... - el jefe Kinua, también presente en la reunión se acercó a nosotros- Estamos impacientes por participar en vuestra próxima unión. - Cerré los ojos avergonzada, ¿me habían visto besarme con el Rey?, ¡oh madre mía!!! qué vergüenza.

- Gracias jefe - le contesté con un susurro de voz.

- ¿Podrás enlazar tantas mentes, querida? - me preguntó Arco.

- Lo intentaré, majestad.

- Draco y tú os quedaréis en el aire, no quiero que entréis en la lucha a no ser que sea necesario. - Asentí, eso no le gustaría a mi dragón. Se volvió a toda la sala aún sin soltarme. - Haremos dos frentes, en el monasterio y en el poblado. - Empezaron a repartir los puestos de combate, efectivamente Draco y yo nos quedaríamos fuera en esa ocasión.

- La ofensiva será mañana, no podemos arriesgarnos a que sepan de la partida de las dos salamandras que tenemos en nuestro poder. - volvió a decir Dorc.

Nos dieron permiso para retirarnos tiempo después. Draco y yo salíamos hablando de lo de mañana cuando oímos la voz del rey.

- Draco, Senda, esperad, quiero hablar con vosotros.

Nos dirigimos tras él hasta llegar a unas enormes puertas labradas, las abrió y entró, Draco cerró detrás de nosotros. Debíamos estar en el despacho del Rey aunque nunca había entrado ahí, era una hermosa sala con amplios ventanales y muchos libros y pergaminos tirados por doquier. Una gran mesa de madera ocupaba un sitio prominente en la sala, detrás de ella un confortable sillón y enfrente dos formidables sillas. Me di la vuelta para contemplar el resto de la sala y me encontré un enorme retrato mío en la pared opuesta de la mesa de manera que lo que contemplaba Arco al sentarse en su sillón era mi rostro enfrente. El retrato me mostraba como si me estuviese dando la vuelta hacia el pintor, era de un realismo increíble, como una fotografía, llevaba mis ropas de aprendiz, blancas, sin ningún título. Había cierta furia en mis ojos, quizá rebeldía, era como mirarse en un espejo.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora