Capítulo 35

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Llegamos a unas montañas verdes, hermosas, llenas de vida y vegetación. Aterrizamos en un valle virgen donde un hermoso río bajaba de las montañas nevadas que lo coronaban. La belleza del lugar era increíble. Allí ya estaban las jaulas de la gente del poblado, las salamandras no dejaban acercarse a nadie, seguían estando bajo mi dominio. Me acerqué a la primera salamandra que encontré y le toqué la frente, la liberé de aquel yugo impuesto, esta se sacudió un poco y volvió en sí. Al verme, al ver a los dragones siseó intentando defenderse, la intenté calmar como pude, pero después vio que los dragones transportaba a la gente que habíamos liberado de las mazmorras y corrió hacia un grupo de personas que supuse que eran su familia. Seguí liberando a las salamandras unas tras otras, en cuanto las liberaba corrían hacia su familia. Cuando terminé con la última me di cuenta que habían abierto las jaulas y liberado también a la gente del poblado. Bien, ¿y ahora qué?.

- ¿Estás... cansada? - me preguntó el Rey de los Dragones que había permanecido a nuestro lado todo el tiempo.

- ¿Qué vais a hacer con nosotros?, ¿somos prisioneros? - sabía que estaríamos mejor que con los monjes pero salir de una cárcel para meterse en otra...

- ¿Quién es el líder de las salamandras? - me preguntó. Pensé en Jack pero nos había traicionado, ¿quién iba a ser nuestro líder?.

- Contestadme a mí, se lo comunicaré y buscaremos a alguien que nos lidere - le contesté con todo el aplomo que pude. El Rey dio un paso en mi dirección y yo di otro para atrás.

- Senda.... No puedo hablar contigo sobre el futuro de las salamandras - me dijo.

- ¿Es que los Reyes no hablan con escoria humana como yo? - le pregunté con desdén.

- Senda... - volvió a utilizar mi nombre con esa intimidad que me ponía nerviosa - no puedo hablar contigo porque no perteneces al Pueblo de las Salamandras. Nos perteneces a nosotros, me perteneces, perteneces al Reino de los Dragones. - Me dijo con su voz calmada y seria.

- Mientes... - le dije dando dos pasos atrás.

- No miente Senda... - vi que Jack caminaba hacia mí - no eres una Salamandra, eres un Dragón.

- ¿De... de qué estás hablando? - no entendía nada.

- Los monjes te raptaron hace unas lunas, te trajeron hasta nosotros para obligarte a dominar nuestras mentes. No sé qué te pasó o qué te hicieron pero no tienes memoria, al menos ellos no han podido someterte con su influjo. - me explicó.

- ¿Has... has dejado que piense que no tenía a nadie?, ¿qué era una abandonada??? - le reclamé.

- Me lo ordenaron Senda, al ver que no podían someterte con su influjo decidieron convertirte en una de nosotros - Bajó la cabeza arrepentido - no sabes cómo lo lamento.

- ¿Es contigo con quien puedo hablar entonces, Salamandra? - le preguntó el Rey.

- Rangus y Hungus son nuestros mayores - dijo Jack, dos ancianos dieron un paso adelante - antes de la llegada de los monjes ellos decidían por nosotros. Deberían de volver a retomar su lugar. El Rey asintió y les invitó a un lugar más apartado.

- ¿Qué hago con la pequeña, Majestad? - preguntó el dragón viejo que se sabía mi nombre y que se había puesto a mi lado sin percatarme de ello.

- Quédate con ella Draco, pero no os alejéis de mí. Ya he tenido suficiente, no pienso volver a perderla de vista. - Se fue con los dos ancianos pero se dio la vuelta y llamó a Jack para que se uniese con ellos.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora