'¿Salvarle la vida?', pensé, 'he salvado la mía', no podía vivir sin él, no podría vivir en un mundo en el que él no estuviese... Maese Rico se acercó a mí, me preguntó cómo estaba, había venido a verme tras enterarse de los heridos, yo le miré todavía con lágrimas en los ojos, no sabía cómo responder, malditas salamandras... Mi preceptor también había acudido y me llevó de nuevo a la escuela, me dio el día libre. Volví a mi torre y me bañé, los sanadores habían dicho que el Rey se pondría bien, ojalá pudiera comprobarlo... otra vez las lágrimas. Bajé al parque y me quedé allí parada, no podía ir a las clases porque me habían dicho que descansase, no quería ir a las dragoneras o volvería a llorar, ¿dónde podía ir?. La prueba se acercaba, todo el mundo confiaba en mí por lo que suspiré profundamente y fui a la biblioteca, debía encontrar un modo de ganar una batalla contra los cachorros de dragón, un escalofrío me sacudió al volver a pensar en las miles de lagartijas que había visto, debía encontrar el modo de ganarles.
Maese Garrick se sorprendió al verme a aquella hora pero no me preguntó nada haciendo gala de su discreción, me dio los libros que me había buscado, luego me senté en mi mesa favorita a leer y estudiar. En un momento dado levanté la mirada y vi que alguien me había dejado una bandeja con comida en la mesa. Estaba fría pero me di cuenta que estaba hambrienta y la devoré, el sol se estaba poniendo, terminé el último bocado y volví a dejarme engullir por los libros.
Noté una corriente de aire a mi lado, levanté la vista y vi a Arco de pie junto a mí, me lancé a sus brazos y dejé que nos envolviese con sus alas. ¡Estaba con él! A su lado! Sentía su corazón latir debajo de mi cara, creo que nunca había experimentado una felicidad tan absoluta. Estuvimos así un rato hasta que levanté la vista y le miré, me sonrió con esa media sonrisa tuya tan sexy, ¡me volvía loca!.
- Me tenías preocupada - le susurré.
- Cometí un estúpido error y pagué las consecuencias - me dijo, me besó en el nacimiento del pelo - gracias.
- ¡Ni se te ocurra! - le dije - jamás me des las gracias por eso.
- ¿Quieres volar conmigo? - me preguntó pícaramente.
- Creí que nunca me lo pedirías - le respondí con mi mayor sonrisa.
La noche había llegado y no había nadie en la biblioteca cuando salimos volando por uno de sus ventanales. La noche era limpia, iluminada por las estrellas. El invierno llegaría pronto y el aire frío se notaba. Arco me llevó entre sus brazos hasta nuestra cueva en el fondo del cañón. Pasamos la noche metidos en el agua bañándonos y haciendo el amor. Como tantas otras fue una noche maravillosa. Arrebujada entre sus brazos con sus alas protegiéndome del frío me iba quedando dormida.
- Senda, ¿qué vas a hacer con el chico de Incendia? - me preguntó con voz seria. ¡El chico de Incendia! Pensé, ¿quién era...?, Ah! Ian... no había vuelto a pensar en él ni por un segundo. Suspiré y contesté.
- Nada... - susurré. Levanté la mirada y vi como sonreía al aire... listillo.... Me quedé dormida.
Al día siguiente me levanté en mi cama, miré extrañada alrededor mío pero Arco no estaba, maldito Escamoso, siempre hacía lo mismo. Me duché y fui a desayunar.
- Mi padre me ha dicho que ayer lo hiciste bien en la explanada - me dijo Príus sin saludar.
- Saluda Príus, al menos saluda - dije sonriendo y me senté a su lado dándole un pequeño empujón - ¡buf! No me lo recuerdes o no volveré a comer en mi vida.
- ¿Encontraste algo en la biblioteca? - me preguntó Tarnan sentándose al otro lado.
- De verdad, ¿podéis saludarme al menos???? - miré a ambos lados... como quería a aquellos mequetrefes.... - nada útil. - confesé - Hoy pediré permiso e iré a ver los entrenamientos de los cachorros de dragón, ¿queréis venir?.
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Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)
FantasyLos dragones y sus jinetes vestidos de negro eran temibles. Juntos, el dragón y su jinete era poderosos y letales. Los aprendices como yo vestían de blanco, cuando acabase mi formación un dragón me elegiría si era la adecuada. Él solo me puso una co...