Aquel día me desperté nerviosa, los días de confinamiento habían terminado, momentáneamente y era la primera vez que saldría. No había preparado la prueba como las otras, no sabía qué me iba a encontrar ni si podría ganar. La esencia surge de uno mismo pero es como un ácido capaz de quemar la carne del oponente, es capaz de cortar y rasgar como las garras de las salamandras, realmente un arma muy eficaz en manos de quien sabe utilizarla. Yo era buena luchadora, sabía que no tendría problemas con aquellos que no hubiesen desarrollado totalmente su esencia, pero con los que sí que sabían manejarla, ¿cómo iba a derrotarlos?.
Me vestí y desayuné en mi habitación, Crim me esperaba en el vestíbulo para acompañarme, me sorprendió verlo pero no le dije nada, todavía sentía vergüenza del modo que le había tratado la última vez. Fuimos hasta la arena y entramos hasta el hueco de nuestra casa como siempre.
Esta vez no contaría con armas pues el combate se celebraría cuerpo a cuerpo contra las clases superiores, veía en los otros huecos a mis amigos y a mis enemigos como los Zalta que se preparaban igual que yo. Nos llamaron como siempre ante la presencia del Rey y del Consejo, la noche anterior Arco se había despedido deseándome suerte, yo le había mandado a donde se pasean los pepinillos, seguía estando enfadada con él por haberme encerrado. Sonó mi nombre y salté a la arena, como siempre no había nadie que me animase pero sonidos de indignación surgieron de las gradas. Esto me sacó de mi ensimismamiento y miré hacia el público, todos abucheaban y emitían sonidos de indignación a mi paso, oh Señor! Se habían enterado de mi comportamiento y me estaban juzgando... miré hasta uno de los hombres del pueblo que levantaba el brazo enfadado pero no se dirigía a mí sino enfrente, por lo que seguí la mirada del hombre. En la grada que pertenecía a mi familia había gente sentada, una quincena de hombres y mujeres me miraban en silencio, por un momento trastabillé mi paso al darme cuenta de lo que pasaba. Era la primera vez que acudían a la arena pero en el fondo yo seguía siendo una descastada porque no me animaban, por una vez que había gente en las gradas de mi familia no me animaban ni me apoyaban, era eso lo que causaba indignación a las gentes del pueblo y a mí vergüenza. Me avergoncé al ver que si había sido penoso no tener a nadie que me apoyase era todavía más penoso ver que había gente de mi casa pero que no le importaba nada, y lo peor de todo, todo el mundo se había dado cuenta. Miré de nuevo hacia abajo, sentía como los colores se habían subido a mi cara y no quería ver cómo la gente se daba cuenta de mi humillación. Llegué hasta el Rey, los demás aprendices ya estaban en la arena, hice el saludo protocolario sin levantar la vista, estaba demasiado avergonzada por todo. Volví deprisa a mi hueco, no le dije nada a Crim ni él me dijo nada. Me senté abrazándome las piernas hasta que sonó mi nombre.
- Senda de la Casa Morlan y Quiran de la Casa Raise - dijo el maese.
Salté a la arena, Quiran era un chico de un curso superior, me acordaba levemente de él, solo había conseguido sacar su esencia a una mano por lo que esperaba que fuese sencillo luchar contra él. El maese dio la orden y ataqué, el entrenamiento con Arco había sido efectivo, rápida y si sin esfuerzo lo derroté, el pobre nunca llegó a enseñar su esencia. Volví a mi hueco en medio del silencio.
Me acordaba en todo momento de lo que Arco me había dicho, no podía utilizar ninguna conexión contra ninguno de los aprendices, pero la furia se elevaba dentro de mí como la lava de un volcán, estaba enfadada con Arco, con aquellos Morlan estúpidos que habían venido a ver cómo me derrotaban, con los idiotas Zalta que habían hecho que insultase a Príus y sobre todo conmigo, por ser tan débil y no poder controlarme.
El siguiente combate fue contra una chica de Incendia, rápida y con los brazos prendidos con esencia, me fue difícil derrotarla y acabé con una buena quemadura en el brazo cuando en una de las llaves consiguió cogérmelo. Al volver Crim me curó el brazo, realmente era increíble tenerlo conmigo. Me costaba respirar y se lo comenté, intentó curarme el pecho pero no sentí mejoría alguna, había algo que no estaba bien y no sabía qué era.
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Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)
FantasíaLos dragones y sus jinetes vestidos de negro eran temibles. Juntos, el dragón y su jinete era poderosos y letales. Los aprendices como yo vestían de blanco, cuando acabase mi formación un dragón me elegiría si era la adecuada. Él solo me puso una co...