Capítulo 12

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Me desperté en mi cama, la noche había llegado y la habitación estaba en penumbra y en silencio. Me incorporé con dificultad sintiéndome enormemente cansada.

- Tienes que descansar más - oí una voz detrás de mí. Miré y encontré a Crim, mi sanador, recogiendo cosas para una bolsa.

- Estoy bien - le dije - seguí intentando levantarme pero no lo conseguía.

- No estás bien y no lo estarás en varios días.

- ¿Qué?, ¿días??? - me desperté de golpe, intenté nuevamente levantarme sin conseguirlo.

- Olvídalo, no podrás en días - me volvió a decir.

- ¿Qué me has hecho? - le acusé.

- Nada, no te he hecho nada porque no puedo hacerte nada. No sabes lo que te pasa, ¿verdad?. - negué con la cabeza - Se le llama el 'mal del jinete'. Cuando fuerzas hasta los límites la conexión tu mente tiene que recuperarse, por lo que me contaron no solo forzaste hasta el final sino que ni siquiera te diste cuenta. Podrías haber muerto, ¿sabes?. - Me regañó - Tu cuerpo está cansado pero tu mente tardará un tiempo en volver a controlar tu cuerpo, ahora mismo está vagando todavía por tu conexión. Tranquila, todo volverá a su ser, solo tienes que descansar.

- Gracias - le dije y volví a apoyar la cabeza.

- Es mi deber - me dijo él.

- Debe ser penoso estar aquí conmigo, ¿no? - le pregunté. Me miró por unos instantes sopesando la respuesta.

- Eres una gran Morlan Senda, tienes el carácter de los Morlan, su actitud, su fuerza, nadie puede cuestionar que eres una Morlan y por primera vez estoy orgulloso de servir a mi Casa. - Terminó de recoger sus cosas y se fue.

Morlan.... El único al que conocía era a Crim y no le gustaba hablar mucho conmigo. Sentí curiosidad por saber cómo serían. ¡Dragones! Había enlazado a cientos de dragones!, Arco había enlazado a través de mí, había sido fantástico.

Pero mi situación era penosa, mi mente estaba intacta, podía hablar y pensar con la rapidez de siempre pero si quería mover un brazo me suponía un triunfo, me tenía que concentrar terriblemente para poder mover mi cuerpo. Al poco rato de irse Crim entró una criada, una mujer mayor que me cambió como a un bebé y me ayudó a llegar a la letrina, grande y fuerte parecía una muñeca en sus manos. Era jovial, muy simpática y le habían encomendado la misión de cuidarme, cosa muy necesaria por otra parte, aparte de no poder moverme tenía episodios de ausencias, me volvía a desmayar una y otra vez y cada despertar era doloroso y extraño. La noche fue agónica, sentía mi mente fuera de mi cuerpo y los sueños se deslizaban por mi subconsciente formando una masa informe de imágenes y emociones difíciles de catalogar.

Con la llegada de la luz intenté volver a levantarme, tal y como me dijo Crim me era imposible. Intenté enfadarme, echar mano de mi furia para moverme, pero ni esta acudió en mi auxilio, lloré, grité, pero nada... solo podía permanecer echada en la cama. Fedelicia, la criada que me ayudaba, me soportaba estoicamente sin inmutarse, no habían pasado ni cuatro horas desde que me había despertado y mis gritos resonaban por toda la torre. No estaba acostumbrada a eso, sentía miedo de que fuese permanente y en numerosas ocasiones le pedí que me matase. A media mañana Fedelicia me avisó que Tarnan y otros aprendices estaban esperando para verme, grité llena de pánico que no les dejase subir, ¿cómo nadie iba a verme así?, ¿en ese estado vegetal?. Tras varios minutos la criada me convenció que no dejaría subir a nadie. Me faltaba el aire, me ahogaba y mi cuerpo no era capaz de reaccionar. Mi miedo iba en aumento al igual que mi frustración. La tarde llegó con gritos y sollozos, no soportaba el peso muerto de mi cuerpo, cada vez me costaba más soportar esa situación. Supliqué morir para no tener que pasar por esa tortura, llamé a las salamandras para que me matasen, invoqué a todos los dioses conocidos, finalmente me quedé en un duermevela nervioso.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora