Amanecería pronto y una densa niebla cubría el suelo del Reino. Me preparé y caminé rauda arrebujada en mi chaquetón por la gran avenida en dirección contraria a los primeros comerciantes que se acercaban al castillo para vender sus mercancías. Entré el pueblo como tantas veces atrás y me dirigí hasta la gran herrería que dominaba el lugar. Cogí la llave del lugar donde siempre estaba guardada y abrí la puerta. Me fui moviendo en la oscuridad con confianza, todo en el sitio me era conocido, avivé la forja hasta convertirla en un pequeño infierno y recoloqué las herramientas dispersas por el espacio de trabajo. Barrí y fregué el suelo hasta que estuvo a mi gusto. Cuando todo estuvo colocado me fui a la parte de atrás del edificio para ocuparme del establo, paladeé la paja sucia y cambié el agua a los animales. A esas alturas estaba sudando por el ejercicio pero no notaba cansancio. Volví a la herrería, había unas trenzas que terminar para unos aparejos. Me senté en mi sitio preferido y me puse a trenzar pacientemente a la débil luz del amanecer. Brom entró al poco rato y me miró, yo le devolví la mirada.
- ¿Le has cambiado el emplaste al caballo?, anda cojo. - me dijo a modo de saludo.
- Sí, vi el nuevo que te dejó Tilly y se lo cambié - le contesté. El anciano se dirigió a mí, se agachó y me besó la frente.
- ¿Qué haces aquí Mirlo? - me preguntó.
- La Ceremonia se acerca, tanto si consigo ser Jinete como no, no tendré muchas más oportunidades de ayudarte - le dije mientras me encogía de hombros.
- Todo cambiará, ¿verdad? - me dijo Brom sentándose a mi lado. Le noté cansado por primera vez.
- ¿Qué ocurre Brom? - le pregunté.
- El Rey quiere que ocupe el cargo de Corregidor en estas tierras, mirlo - me explicó.
- Eso es una gran responsabilidad - le contesté.
- Sí, tendré que dejar la herrería en otras manos. Debería ya estar ejerciendo el cargo pero el Rey me dio de moratoria hasta la Ceremonia - apoyé mi cabeza en su hombro.
- Los aldeanos ganarán un magnífico hombre, aunque yo echaré de menos al herrero que me acogió en su casa.
- Creo que yo también echaré de menos al herrero, mirlo...
- ¿No estás contento?
- Soy un herrero, válgame el gran ancestro, no un político niña, diga lo que diga el Rey solo soy un herrero.
- El Rey sabe bien a quién debe pedir este tipo de cargos. No creo que encuentre a alguien más competente que tú para hacerlo. - terminé de trenzar y me levanté para colgar mi trabajo en el gancho. Brom hizo lo mismo.
- Sea herrero, corregidor o un mero hombre, siempre tendrás un hogar a mi lado, mirlo blanco - le abracé y sentí el cariño que transmitía su abrazo.
- Sea jinete, reina u aprendiz siempre seré tu mirlo, Brom.
Volví al castillo para asearme antes de ir a los entrenamientos. Nosotros íbamos para desfogarnos, ya nadie entrenaba en serio, la formación había acabado. Una fina lluvia había empezado a caer empapándome mientras que subía por la gran avenida, dentro de mi chaqueta, como un tesoro, los panecillos calientes que me había dado la panadera momentos antes. Miré el oscuro castillo cuando entraba por las grandes puertas de las murallas, decidí cambiar mi rumbo y me dirigí hacia su interior. Nadie se fijaba en mí debido al chaquetón parduzco que llevaba, mi rostro y mis ropas quedaban ocultas debajo. Dentro de poco aquellos que resultamos elegidos pasaríamos la ceremonia. Después de volver con el vellocino dieron los resultados de la prueba. Mi equipo ganó como pensábamos y quedé la primera del grupo. Fue un momento gozoso para mí, en mi mente aún resonaba las palabras del Rey la primera vez que estuve en el castillo.
ESTÁS LEYENDO
Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)
FantasyLos dragones y sus jinetes vestidos de negro eran temibles. Juntos, el dragón y su jinete era poderosos y letales. Los aprendices como yo vestían de blanco, cuando acabase mi formación un dragón me elegiría si era la adecuada. Él solo me puso una co...