Capítulo 8

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Me desperté desorientada, estaba en una sala blanca, todo era blanco, estaba tumbada en una cama blanca sin cabecero... ¡maldita sea! Estaba en el Palacio de los Sanadores, me levanté deprisa y busqué mi arma, no encontré nada ¡y estaba desnuda!, fui a taparme y recordé algo, ¡mis heridas!, mi cuerpo, mi cuerpo no sentía dolor, ¿cómo era posible?, hacía tanto tiempo que sentía dolor por una u otra cosa que no recordaba lo que era vivir sin dolor, y ahora no me dolía nada!. Recordé que en esa habitación debía haber un espejo de cuerpo entero, me levanté por completo y me contemplé, mi cuerpo volvía a ser perfecto, sin ningún tipo de marca, bueno, solo había dos marcas, blancas, tenues, las cicatrices de mi espalda y de mi muslo seguían allí, eran como tatuajes blancos, me toqué la cicatriz del muslo, no tenía textura, era como si formase parte de mi piel.

- El Rey insistió en que te dejáramos esas cicatrices - dijo una voz a mi espalda, me giré para ver una mujer vestida de azul, una sanadora.

- ¿Quién eres?, ¿por qué me has curado? - le pregunté.

- Oh! No he sido solo yo, hemos participado sanadores de todas las casas. Es la segunda vez que te sano - la primera debía de ser cuando llegué. - Te esperan, te he traído ropa limpia.

La ropa era blanca salvo porque en el peto a la altura del corazón había un círculo negro, significaba que era la primera de mi grupo, los demás llevarían una línea negra. Toqué el círculo pensando en cómo estarían los demás. Me vestí y seguí a la mujer a través de los salones. Al llegar al vestíbulo vi a mi preceptor Rem, me estaba esperando. Le saludé con el saludo protocolario y asintió con la cabeza, le seguí sin preguntarle nada. La sensación de no sentir dolor era deliciosa y solo quise pensar en ella. Volvimos a entrar al castillo, vaya, sabía dónde íbamos, a la sala del Consejo, ¿qué había hecho ahora?. Allí estaban todos incluido el Rey la única diferencia es que había sentado un hombre en la silla de la Casa Morlan, 'acércate pajarito y te escupiré en un ojo', pensé. Dorc habló después de hacer el saludo protocolario.

- Senda hija de Morlan, acepta las felicitaciones del Consejo por tu victoria en la primera prueba. - Me quedé callada sin contestar por lo que prosiguió - El Rey tiene preguntas para ti. - parecía nervioso, ¿qué ocurría?.

- ¿Cómo contactaste con las águilas Senda? - me preguntó el Rey directamente y sin tapujos.

- Un capullo me dejó tirada en el cañón de una montaña, empecé a escalarla y me encontré con que las águilas necesitaban ayuda para defenderse de las lagartijas.

- ¿Luchaste contra las lagartijas? - volvió a preguntar el Rey, por lo visto el que le hubiese llamado capullo a la cara no le había supuesto problema alguno pero el que hubiese luchado contra las lagartijas sí que le había afectado, sus puños estaban cerrados y su furia era palpable.

- Sí, muchas veces - carraspeos sorprendidos se oyeron tras mi contestación - las cicatrices son de mi primera lucha. - dije señalándolas.

- ¿Por qué no avisaste a nadie? - aunque su voz sonaba tranquila notaba su enfado por detrás en mi mente.

- Avisé, pero nadie me creyó - los carraspeos se hicieron cuchicheos - primero se lo comenté a mi preceptor, luego intercepté al Maestro de Jinetes en un pasillo, incluso pedí audiencia con vuestra majestad pero nadie se dignó a escucharme.

- ¿Y qué hiciste Senda? - su enfado crecía. Vaya, vaya... a alguien le iba a ir realmente mal cuando me fuese.

- Lo que era mi deber, ayudar a las águilas a salvar a sus huevos. - no expliqué en cuántas luchas había participado y lo mucho que me había costado esa ayuda. No creí que hiciese falta, pero sentí el sondeo del Rey, sentí que se abría hasta mis recuerdos de las luchas contra las lagartijas, cómo había aprendido a luchar contra ellas, como lo había utilizado en la prueba. Sentí una rabia e impotencia que venía de él, de no haberme salvado, vergüenza por haberme dejado tirada, por no haberme escuchado, por no haberse preocupado. Después de lo que ví en su mente no me quedaron ganas de que me pidiese disculpas, los tortuosos pensamientos que le invadían era suficiente.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora