Capitulo XIII

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Narra Guillermo

Habíamos logrado mantener oculto mi embarazo por un mes más. Casi cumplía las dieciséis semanas de embarazo y mi abdomen ya había crecido. Zeus se hacía notar en una pequeña bola en mi abdomen bajo, yendo como hacia arriba. Yo me perseguía a mí mismo mentalmente pensando que todo el mundo me miraba raro cuando salía a la calle, pero la verdad es que no lo hacían. La ropa de invierno me estaba ayudando mucho a ocultar mi pancita incipiente, siempre usaba sudaderas grandes, casi siempre de Vegetta porque las mías ya me quedaban justas y una gabardina negra y abierta. Todo estaba yendo de maravilla... menos mis antojos, que esos solo iban en aumento. Ya había hecho ir a Vegetta a una heladería pasadas las dos de la mañana porque a Zeus se le había antojado un helado de menta granizada. Sé que odia que lo mande a comprarme comida para mis antojos, pero aun así lo hace. Bueno... exceptuando mis antojos todo lo demás iba bien. Amanda me había llamado dos semanas atrás. Nos ha dado autorización a Vegetta y a mí para criar a su hijo cuando ella muera, pero Vegetta aún no me dice si quiere adoptar a Bruno o no. Creo que se lo está pensando mucho y no es algo que esté mal en realidad, solo que el tiempo que tenemos es bastante limitado. Amanda ya cumplió los ocho meses de embarazo y cada vez el cáncer le está haciendo peor. Ha tenido varias complicaciones, los doctores temen que no llegue a término y aunque ya cumplió sus treinta y seis semanas necesita soportarlo por dos semanas más. Cada vez más delgada, cada vez más pálida... Temo mucho por ella, me he encariñado y la considero una amiga de verdad. No quiero perderla, pero no voy a poder evitarlo. Se desmaya un promedio de cuatro veces por semana, ha tenido que estar ingresada unos cuantos días por problemas de presión, está pasando por mucho dolor, pero aun así sigue luchando. Si al final Vegetta y yo podemos adoptar a Bruno le contaré lo luchadora y fuerte que había sido su madre y con mucho orgullo.

- Cariño... - oí la voz de mi novio, llamándome desde la puerta de mi cuarto. Le mire desde mi cama, sin levantarme y rehusándome a quitar las manos de mi vientre ahora desnudo. Se me había vuelto rutina quedarme despierto un rato más luego de que me despertaba, acariciando mi vientre y recapacitando acerca de mi vida. - ¿Podemos hablar un segundo? – su voz estaba en un tono neutro, lo conozco, sé que no hay ningún problema o al menos eso quiero creer.

- Claro... ¿Pasó algo? – pregunté, golpeteando suavemente mi colchón para que viniera a acostarse también. Compartíamos cama, ambos dormíamos en mi cuarto solo que él se levantaba exageradamente temprano y yo dormía hasta eso de las nueve. Él caminó hasta la cama, se sentó en el borde el colchón y luego se tumbó a mi lado, pasando su brazo por detrás de mí cuello y dejándome acomodarme en su pecho. A veces teníamos nuestros pequeños momentos de tranquilidad, donde a lo mejor estábamos media hora fuera de nuestra rutina que nos exigía estar constantemente al pendiente de YouTube y nos dedicábamos a estar juntos, aunque sea en silencio.

- Recuerdas lo de Amanda, ¿No? – una sensación de emoción corrió por mi pecho. Realmente quería poder adoptar a Bruno y cuanto antes pudiéramos tomar una decisión mucho mejor. No creo que Amanda logre resistir con su embarazo dos semanas más.

- Por supuesto... Estaba pensando en ello, de hecho. – respondo, comenzando a hacer caricias tranquilas sobre su pecho.

- Estuve pensando... Y quizás no es tan mala idea, ¿Sabes? – sentí la felicidad subir por mí. Si íbamos a agrandar nuestra familia, si iba a poder cumplir con aquella promesa que había hecho. No pude evitar la sonrisa que se abrió paso por mi rostro. Estaba feliz, realmente feliz. Teníamos que hablar con Amanda lo antes posible, no podíamos esperar mucho tiempo más. Los tramites de la justicia serán largos... tenemos tanto por hacer y tan poco tiempo.

- ¿E-en serio lo dices? – pregunté incrédulo, levantando la mirada para cruzarla con la suya, color ámbar y brillosa.

- Claro, cariño. Estamos en una buena situación económica, tenemos una habitación de sobra además de la de Zeus. Perfectamente podríamos tener dos hijos además de que sé lo importante que es para ti. – sonrió y no dudé en besar aquella hermosa sonrisa, una de las tantas que me había regalado. Un beso puro, sin segundas intenciones, profundo, calmado.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora