Capitulo XV

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La pareja descansaba tranquila en la cama que compartían, la cual era gigante, por cierto. Todo estaba mudo, sumido en un silencio donde solo las respiraciones de ambos podían oírse. Todo era calmo, una total y profunda calma. No estaban estresados ni por YouTube, ni por sus vidas, solo dejaban al tiempo pasar estando en compañía. Aunque estuvieran realmente disfrutando de ese pequeño momento de silencio sabían que nada estaba bien. Sus mentes maquinaban, pensando en formas y formas de evitar que la catástrofe suceda, pero no encontrando ninguna. El ambiente parecía tranquilo pero la verdad era que toda esa tranquilidad que "Había" no era nada más que algo fingido. Sabían que todo lo lindo que estaban viviendo iba a ser opacado por mucha tristeza y realmente no querían que llegara, pero iba a ser inevitable. Se mimaban con parsimonia, haciéndose saber a sí mismos que estaban allí, para apoyarse cuando todo se terminara. En realidad, quien más tendrá que dar apoyo cuando todo colapse, cuando todo se termine para la joven muchacha que había empezado a formar parte de sus vidas iba a ser Samuel, porque, aunque el menor no quisiera aceptarlo, sabía que no iba a poder soportar el dolor de perder a su amiga.

- Estas bien, ¿no? – pregunto Samuel a su novio, quien yacía en la cama, acostado y con la cabeza recostada en su pecho, haciendo caricias suaves a su ahora vientre inactivo. Todo se sentía en estado de paz, tanto que ni Zeus se movía.

- Claro... - musito Guillermo con tranquilidad, con calma. Levanto su mirada, sin mover mucho su cabeza del sitio maravillosamente cómodo donde se encontraba y cruzó su mirada con la del mayor. Este se la devolvió con una sonrisa algo forzada quizás, no con intención.

- Te noto pensativo. – dijo, mirando al blanco techo que había sobre sus cabezas, acariciando con amor su vientre hinchado. – Abstraído.

- Lo estoy. – confesó el pelinegro. - Pero estoy bien, en serio. - mintió. Toda la calma bella y admirable que sus ojos reflejaban era solo un espejismo, algo irreal. Dentro de su mente las realidades y las verdades iban cayendo como baldes de agua fría, empeorándolo más y más a cada vez, congelándolo. Toda aquella "Calma" no era más que el estado que precede a una tormenta, agónicamente tranquilo.

- ¿Seguro? - el menor asintió.

Una semana más había pasado desde el último encuentro con Amanda. Una semana tortuosa, que intentó maquillarse con buen humor y alegrías. La pareja agradecía profundamente dos cosas: el haber dejado vídeos hechos por si había algún problema con el embarazo de Guillermo, y la visita que les harían sus amigos a su casa. Si, luego ya de bastante tiempo, poco más de dos meses en realidad, iban a volver a reencontrarse. Se suponía llegaban todos juntos a la una, a la noche se irían todos menos Frank y Alex, quienes se quedarían a pasar una noche, y ya a la tarde siguiente se iban. Si algo le había quedado claro a Guillermo era que dormir iba a ser lo menos que iban a hacer. Al menos podrían distraerse, evitar pensar en todo lo que los conflictuaba.

- Me siento bastante bien en realidad. Estamos muy relajados. - habló, pero el "Estamos" perdió su pluralidad en cuanto salió de su boca. Zeus había despertado, con bastante energía aparentemente. - Estábamos. - se corrigió.

- ¿Se ha despertado? - preguntó el mayor y el menor asintió con una sonrisita pintando su rostro aniñado.

Amaba sentir cuando Zeus pateaba, pero definitivamente no en los horarios en los que lo hacía. Normalmente comenzaba con sus movimientos más fuertes a eso de las once de la noche y hasta las tres o cuatro de la mañana no paraba. Luego, dejaba dormir a su padre y a las nueve o nueve y media comenzaba de vuelta. Si no seguía esa rutina, pateaba entonces al oír la voz de cualquiera de sus dos padres, más con Samuel que con Guillermo.

- Ahá. - respondió.

El mayor se despegó del abrazo que sostenía con su novio y quitó las cobijas de encima de ambos, descubriéndolos completamente. Destapó el vientre abultado del menor, revelando aquella redonda pancita que tanta felicidad le causaba a ambos. Acercó su boca a la piel erizada del menor. Samuel no había tomado en cuenta que era casi invierno y en aquella casa hacía bastante frío a pesar de que se prendiera la calefacción. Ignoró el detalle de la piel de pollo de su novio y comenzó a dejar besitos suaves por la zona.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora