Capitulo XVIII

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La mente de Guillermo se estaba despertando de un trance, uno que se se sentía había pasado hace muchas horas pero solo habían pasado un par de minutos tras la terrible noticia. En un principio lo único que pudo oír fueron ruidos bastante distorsionados, que no se podían clasificar concretamente como voces pero que luego con los seguidores nudos iban tomando un poco de forma. Su cabeza latía algo abatida, angustiada, y todo le molestaba en sobremanera. Sus ojos cerrados luchaban por abrirse y su piel y sus entrañas se encontraban extremadamente sensibles. Jamás se había desmayado antes como para comparar las sensaciones con otras que hubiera tenido antes, por lo que toda cosa que ocurriese en su cuerpo iba a sentirse extraña.

- ¡Necesito que se despierte! - escuchó una voz ya familiar en su vida, una voz que para el significaba amor, protección y por sobre todo apoyo, pero para poder reconocerla tuvo que esperar un poco. Su mente aún no estaba lo suficientemente despierta pero su corazón bombeaba fuerte al oír el agudo timbre de voz de su verdadero amor, quien allí estaba, cuidándolo a él y al pequeño que crecía dentro suyo. - Entiéndame... Quiero saber si está bien, dentro de él está mi hijo. - se había oído un murmullo con una voz bastante más grave que la de Samuel y un poco más alejada de la camilla en la que Guillermo reposaba inmóvil, y volviéndose consciente de a poco.

- Estará bien, tranquilícese. - oyó otra voz, desconocida y que probablemente fuera de un médico, que lo tranquilizó a su vez a él, ya que tan abatido y confundido estaba que ni siquiera era consciente de su propio estado. - Todos los médicos del área conocemos el estado de Guillermo, hicimos un ultrasonido para comprobar que estuviera todo bien y así está, es un pequeño fuerte. Solo hay que dejar que el padre despierte y se le dará de alta. No ha sido una amenaza de aborto así que no hay mayor problema. - explicó a Samuel el canoso hombre ya conocido por el menor, que de suerte estaba haciendo guardia en la puerta de emergencias cuando el desmayo ocurrió. El castaño pudo respirar. Aquel dato no se le había dado antes. Se acercó a la camilla donde descansaba su pareja, aún vestido con sus ropas de civil y se sentó con cuidado en el sofá negro que había al lado de la camilla en las áreas de internación, para el acompañante. Apoyó con mucha cautela su mano grande y un poco torpe sobre la remera gris de Guillermo, a la altura de su vientre esperando sentir a su pequeño. Guillermo sintió el gesto de su pareja y se permitió sonreír apenas, dentro de su inconsciencia no tan inconsciente. Zeus estaba con su espalda que no pasaba de tener el largo de la palma de una mano dando directamente contra el vientre abultado, es decir que si paseabas tu mano por allí ibas a sentir principalmente la espalda del bebé. Al sentir el tacto de su padre se movió, bastante fuerte en realidad, haciendo que su espalda quedara del lado izquierdo del vientre del menor y haciendo ver este movimiento con brusquedad. Samuel sonrío, ya que nunca antes había visto a su bebé moverse, solo lo sentía con su mano y Guillermo por otro lado, despertó al sentir la extrañeza del movimiento de su pequeño.

- Calma chico... - susurró con su voz grave en un tono muy bajito, despertando suavemente y poniendo su mano a la par de la de Samuel. El susodicho sonrió ampliamente al ver a su amor despertar, y al sentir a su otro amor moverse también. - Hola. - lo saludó el pelinegro moviendo apenas su mano junto a la suya y tratando de sonreír. Los recuerdos de lo que pasó antes del desmayo comenzaron a caer en su mente como baldes de agua muy fría, haciéndolo estremecer de punta a punta, y poco a poco su semblante alegre se fue cayendo, y cayendo, y apagando.

- ¿Te sientes mejor? - preguntó el castaño al chico que hacia caricias melancólicas a su vientre ya bastante grandecito, como queriendo mediante caricias alejarse de la realidad. Deseaba ser un bebé aún no nacido para estar dentro de su madre y no sentir todo el dolor y remordimiento que estaba sintiendo justo ahora. Asintió, respondiendo sin palabra alguna a la pregunta de su novio. - Mira... - habló Samuel calmado. - Sé que te duele, eso no vas a poder evitarlo, pero sabíamos que esto iba a pasar. Tenemos que ser fuertes por Bruno... - dijo acariciando con suavidad los hombros del menor, diciéndole en aquel simple gesto que lo apoyaba en un cien por ciento. - Por Bruno y por Zeus que el pobre no merece las consecuencias de tu tristeza. - dijo, tratando de motivarlo a no estar triste.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora