Duck

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—Buena suerte —Me dijo mi padre mientras me abrazaba. Probablemente esa fuera la última vez que le viera.

Nos despedimos por cuarta vez en aquella mañana con lágrimas en los ojos. Cogí mis maletas y comencé a andar. No quería mirar atrás, no estaba lista para aquello. Seguí caminando aunque las maletas me pesaban; lo que me esperaba no sería mucho mejor. No tardé más de un minuto en llegar a la entrada de un gran edificio. Las paredes estaban pintadas de gris y todas las ventanas abiertas de par en par dejaban ver unas cortinas de color azul marino. A una primera impresión, aquel no era un lugar demasiado alegre. Tras unos segundos en los que mi vista recorrió el edificio de un lado a otro, empujé las grandes puertas para introducirme en mi nuevo hogar. Un sudor frío recorría las palmas de mis manos mientras el sonido de las ruedas de mis maletas arrastrándose por el suelo era el único que llenaba la estancia. Me detuve unos metros después, frente a una mesa en la que estaban sentadas dos señoras; invitando a acercarse a cualquiera que pasara por allí.

—Nombre y apellido —Inquirió una de ellas sin apenas levantar la vista de los papeles entre sus manos para mirarme.

—Lena Jumprose.

Traté de que en mi voz no se notara ni una pizca de mi nerviosismo, aunque en aquel momento me resultó bastante difícil.

La mujer que había hablado frente a mí, se recolocó las gafas, sujetando la montura con una mano mientras con la otra recorría los papeles sobre la mesa con cierta agilidad.

—Aquí está —Sus dedos se detuvieron al fin en un sitio concreto tras lo que para mí había sido un momento demasiado largo.— Tu habitación es la número 11 -Esta vez sí levantó la cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los míos, y sin molestarse en dibujar una sonrisa añadió-, en la pared encontrarás tu horario. Bienvenida a Unearthly, Jumprose.

¿Ya estaba? ¿Aquello era todo? Su compañera no se inmutó en todo el rato, como si yo no estuviera allí.

- Gracias. -Respondí en apenas un murmuro, más por educación que porque realmente se lo agradeciera, aunque su mirada ya parecía haber vuelto a asuntos más importantes.

Me retiré de allí dejando escapar un suspiro y dejé que mi cabeza divagara por aquel lugar mientras escuchaba de nuevo el chirrido de las maletas en el suelo.

No quería ir a aquella escuela por muy especial que fuera; hasta hacía una semana todo era perfectamente normal en mi vida. Un día un hombre con gabardina y sombrero se presentó en mi casa, diciendo que me habían llamado para asistir a Unearthly; la gran escuela misteriosa que hay en el centro de la ciudad. En un principio yo pensé que se trataba de una broma; mi promedio de notas no era tan alto como para ser una de esas chicas a las que las escuelas importantes querían en ellas. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que aquello no era una broma; era real, más real de lo que desearía. No me dieron la opción de quedarme y seguir con mi habitual rutina, era obligatoria mi asistencia. ¿Por qué yo? No tenía nada especial. Sólo deseaba regresar con mi padre, pero sabía que desde aquel momento todo iba a cambiar.

- ¿Te ayudo con eso? -Una voz sonó detrás de mí mientras trataba de subir las maletas por las escaleras. Era una chica de cabello negro y oscuros ojos que se escondían tras unas gafas de pasta negras.

Por supuesto que no quería su ayuda, lo que quería era salir de allí.

- No... -Comencé a decir, pero algo en su sonrisa me transmitió confianza- Está bien, gracias. -Respondí finalmente, dejando que cogiera algunas de mis maletas.

- Soy Carol, aunque me llaman Panda. Si quieres te enseño un poco esto, yo ya me lo conozco.

- Yo soy Lena. ¿Sabes dónde está habitacion es la número 11?

Supongo que al fin y al cabo hablar con alguien no sería tan malo, ¿no? Sobretodo si me ayudaba a orientarme allí.

- ¡Claro! Por aquí. -Comenzó a caminar deprisa, como si hubiera pasado un montón de veces por allí, y me costó seguirle hasta que llegamos al final de uno de los pasillos. Me detuve justo por detrás de ella y levanté mi cabeza para alcanzar a ver los letreros colocados sobre las dos puertas que tenía delante; las habitaciones 11 y 12.

- Gracias Carol... digo Panda.

Giré sobre mis talones para mirarle, esbozando una pequeña sonrisa sincera.

- Llámame como quieras. -Me devolvió la sonrisa con rapidez- Si necesitas algo más, estaré en el comedor. -Dio media vuelta para comenzar a caminar, pero sin embargo, ladeó un poco la cabeza antes de dar ningún paso- Oh, y procura no llegar tarde a la hora de cenar, son muy estrictos con el horario.

Aquella chica parecía agradable, sin embargo había algo extraño en ella, pero no conseguía averiguar el qué. Al tiempo que ella se alejaba, volví a coger mis maletas con ambas manos y entré a la habitación, que no era muy grande. Una cama, un baño, un armario y una pequeña mesa bajo la ventana. Parecía suficiente para vivir, aunque no tan cómodo como me habría gustado que fuera el lugar en el que iba a pasar los próximos años. Dejé mis cosas junto a la cama y encontré el horario colocado en una de las paredes; justo como había dicho la recepcionista. Lo repasé varias veces, aunque no logré aprenderlo de memoria.

Carol había mencionado la cena, que según el horario debía ser a las 22:00.

Tan solo eran las ocho y media así que salí del edificio a dar una vuelta, aunque tratando de no alejarme mucho o me perdería. Sin duda en aquella escuela había muchos alumnos, ya que la cantidad de habitaciones junto a las que pasaba eran notables. Sin contar los pasillos y algunas aulas, que solo pude diferenciar por los letreros que las anunciaban.

- ¿Crees que los alumnos cumplirán nuestro objetivo?

Unas voces cercanas llegaron a mis oídos cuando puse un pie en el patio, y mi primer instinto fue esconderme tras unos arbustos cercanos. No estaba segura de si estaba permitido deambular por la escuela a cuenta propia, y no quería quedar como alguien que rompe las reglas el primer día. No sabía quienes eran; de hecho, no podía ni verles, pero no sonaban muy amistosos y desde luego no eran alumnos. Quizá fueran profesores, aunque decidí que arriesgarme a sacar la cabeza para echar un vistazo no era la mejor opción.

- No se pueden negar, están aquí para obedecernos. -Aquello sonaba como yo siempre había imaginado las escuelas privadas; con unos profesores muy duros y alumnos obligados a esforzarse al máximo por tener el mejor promedio. Pero aquel nunca había sido mi caso, desde luego. Yo me esforzaba en las asignaturas que más me interesaban, y en las otras apenas rozaba el aprobado; aunque no era que me importara demasiado- Pero hay una chica; Panda, debemos tener cuidado con ella. Podría arruinar todos nuestros planes y los del Gobierno. Y llevamos demasiado tiempo trabajando en esto como para que se destruya por una simple niña.

¿Panda? Aquello me dejó bastante sorprendida. Sabía que tenía algo especial, y al parecer ellos también lo sabían; aunque yo desconociera de qué se trataba. Tal vez debería contarle lo que había escuchado, en cuanto llegara al comedor le buscaría.

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