Capítulo 21.

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Louis

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Louis

La vida no había parado de darme hostias, así que había aprendido a dárselas yo a ella antes de que algo malo me pudiera suceder. Desde muy pequeño le había temido a la soledad y ahora que estaba sumido en ella, no lograba que todas mis heridas sanaran.

Recuerdo cuando llegaba a casa después del colegio y mi madre me recibía con un abrazo y un beso, pero yo siempre me apartaba porque nunca me habían gustado las muestras de cariño. Ahora daría lo que fuera por dar todos aquellos besos y abrazos que no les había dado.

Miré a Evangeline, quien se encontraba a mi lado durmiendo plácidamente. En ella había encontrado la paz que mi alma había estado necesitando durante mucho tiempo y no quería que ella desapareciera. Adoraba la delicadeza con la que sus manos acariciaban mi piel y amaba cuando se ruborizaba por mis comentarios. Ella desprendía luz y belleza y yo me sentía afortunado de poder disfrutar de su compañía.

Mi teléfono móvil vibró, así que me levanté con cuidado de no despertar a aquel ángel. Vi que se trataba de un mensaje de Roger. El muy capullo me iba a hacer la vida imposible con la maldita apuesta.

Roger: ¿La fiera ha domado ya a la gatita?

Louis: Vete a tomar por culo Roger, ya te dije todo lo que tenía que decir sobre la apuesta.

Roger: ¿La chica pasa de ti? O peor aún, ¿te has enamorado de ella?

Louis: Por supuesto que no estoy enamorado, pero esto es una jodida locura y lo sabes.

Roger: Te doy una semana, sino perderás tu preciosa moto. A no ser que me entregues el dinero que había apostado antes de que termine la semana.

Louis: Eres un puto gilipollas.

Roger: Ya lo sabes. O juegas tú con ella o me ocupo yo de hacerlo.

El cabrón de Roger no iba a cancelar la apuesta. ¿De dónde cojones iba a sacar yo diez de los grandes? Para él era fácil porque andaba metido en muchos líos que le hacían tener un gran imperio, pero no trabajaba ni hacía nada con mi vida, así que tendría que encontrar algo.

Lo que tenía claro era que no iba a hacer daño a Evangeline, ella no merecía esto o más bien no merecía a un inútil como yo que había apostado por ella porque el dinero me había cegado.

Evangeline

Me desperté sin el calor del cuerpo de Louis. Le busqué por toda la casa, pero no había rastro del castaño. ¿A dónde habría ido sin avisarme? Le intenté llamar al teléfono móvil pero no me contestaba a las llamadas, así que el miedo invadió mi cuerpo pensando en que algo malo le pudiera haber pasado.

Quería salir a buscarle, pero la ciudad era demasiado grande como para dar con su paradero. Sabía lo dolido que estaba Louis en su interior por eso me preocupaba que fuera capaz de cometer alguna locura.

Las horas pasaban y mis nervios aumentaban. No sabía a quién podía llamar para pedir ayuda porque no conocía a ninguno de sus amigos, ni siquiera sabía si tenía. Me puse una chaqueta para buscar en algún bar de la zona cuando la puerta se abrió dejándome ver a Louis con cara de pocos amigos.

- ¡Louis! ¿Dónde estabas? Me tenías muy preocupada – intenté no sonar enfadada, aunque estaba que echaba humos por su descomprensión.

- He salido a dar una vuelta con la moto.

- ¿Una vuelta? Habrás dado muchas vueltas porque mira qué hora es, podrías haberme aviso.

- No quería despertarte.

- Pero te he estado llamando también – no tenía que buscar escusas para justificarse.

- Ya empezamos con tus malditas preguntas – Louis se metió al baño dando un portazo a la puerta y dejándome plantada con la palabra en la boca.

Entendía que quisiera estar solo pero no debería actuar así cuando lo único que pretendía era ayudar. Subí a su cuarto para recoger mis cosas y quedarme en casa de Alex porque no estaba dispuesta a tolerar ese comportamiento. Tenía que darle su espacio para que las cosas no se nos fueran de control.

- ¿Qué estás haciendo? – me sobresalté al escuchar a Louis. Al girarme me encontré con su cuerpo tapado por una única toalla colgando de su cintura. Parecía un modelo sacado de revista.

- ¿Qué estás haciendo? - me preguntó extrañado.

- Recoger mis cosas para irme a casa de Alex – Louis me tomó del brazo para detenerme.

- ¿Por qué? ¿Qué he hecho? - ¿no se daba cuenta de su mal humor?

- Ponerte irritante conmigo cuando no te he hecho nada.

- Quédate.

- ¿Por qué iba a quedarme?

- Porque te necesito.

- ¿Qué has dicho? – no sabía si sus palabras habían sido producto de mi imaginación o habían sido reales, porque me costaba creer que Louis me dijera algo así.

- No me hagas volver a repetirlo. ¿Te vas a quedar? – me miró avergonzando mientras se rascaba la nuca.

- Pero si necesitas estar sólo, dímero ¿vale? – él asintió y yo dejé un beso en su mejilla.

Volví a sacar las cosas de mi mochila para que la ropa que había traído no estuviera arrugada. Vi que Louis se iba a deshacer de la toalla delante de mí para vestirse, por lo que giré mi vista como acto reflejo.

- Puedes mirar, no muerde – me dijo refiriéndose a su anaconda – O sí.

Le tiré uno de los cojines de la cama a la cara pillándole desprevenido. Me miró para venir corriendo hacia mí y tumbarme sobre la cama para comenzar a hacerme cosquillas. Estallé en carcajadas.

- ¡Louis para! – comencé a patalear como una niña para evitar que me siguiera haciendo cosquillas, pero me era imposible.

- Haberlo pensado antes de tirarme ese cojín – Louis siguió durante unos segundos más hasta que se detuvo - ¿Qué te apetece hacer esta tarde? – me preguntó mientras bajábamos al salón.

- Debería estudiar, que no quiero que luego se me acumule todo.

- ¿Vas a pasarte toda la tarde estudiando? – asentí – Bueno, entonces puedes quedarte estudiando en mi cuarto mientras yo disfruto de una maravillosa tarde haciendo el vago.

- ¿Vas a salir? – me preocupaba que se volviera a salir sin saber cuándo iba a volver.

- No lo sé, tal vez – me dijo mientras se tiraba en el sofá a ver la televisión.

- ¿Y mañana vas a ir a clase? – negó - ¿Por qué?

- Porque no me apetece.

- ¿Y te crees que a mí sí? – obviamente prefería quedarme en la cama durmiendo, pero era la única obligación que tenía.

- Entonces nos podemos quedar aquí los dos juntitos – me acarició la pierna mientras me sonreía pícaramente.

- O podemos ir a clase los dos juntitos – dije remarcando la última palabra para burlarme de él.

- Ya veremos a ver qué pasa mañana – me senté encima de él para empezar a dejar cortos besos por todo su rostro – así no vas a convencerme que lo sepas.

- Eres un soso – me levanté resignada porque no había manera de hacerle entrar en razón.

- Tira a estudiar, anda – me dio un azote en el culo y le saqué el dedo de en medio para después subir y comenzar con una interesante tarde de estudio.

REBEL BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora