Capítulo 17.

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Evangeline

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Evangeline

Pasada la medianoche finalizaron todas las audiciones dando por concluido un gran día de trabajo. Me encontraba agotada pero la idea de pasar un rato con el castaño me mantenía con fuerzas.

Tenía miedo de que se hubiera cansado de esperar y hubiera decidido marcharse a casa, cosa que entendería, pero al salir por la puerta le encontré apoyado en su moto.

- Bueno amiga, tu cita te espera – Alex me dio un apretón en el brazo y me quedé observando la silueta de Louis, que se dibujaba perfecta entre la oscuridad de la noche.

- Esto no es una cita, pero me hace mucha ilusión que las cosas se hayan arreglado entre nosotros – pero más ilusión me hacía volver a sentir sus labios de terciopelo encendiendo los míos.

Me despedí de mi amiga para no hacer esperar más a Louis y sentí cómo su pícara sonrisa ladeada se pintaba en su rostro cuando me estaba acercando. Quería correr y lanzarme a sus brazos, pero me sentía demasiado cortada como para hacerlo porque todo esto era una novedad para mí.

- Hola – le sonreí tímidamente y él me agarró de las caderas para atraerme más a su cuerpo.

Nuestros labios se volvieron a unir bailando al compás del viento que acariciaba nuestro cabello. En pequeños mordiscos su boca hizo estremecer la mía y mi lengua comenzó a recorrer los más profundo de él como cuando un niño prueba un helado. En un instante me separé de él para poder contemplarle, le sonreí y continué el beso sintiendo un cosquilleo que se estaba derramando por mi cuerpo al notar su calor corporal.

- ¿Te apetece dormir en mi casa? – me preguntó separándose de mí y dejando que nuestros alientos se volvieran a reponer.

- Me encantaría, pero dame un segundo que avise a mi madre para que no se preocupe – él me miró con melancolía y asintió.

Evangeline: Mamá, acabo de salir de trabajar. Me voy a quedar en casa de Alex a dormir, así que no me esperes despierta.

Nunca había mentido a mis padres y me sentía culpable por ello, pero mi cuerpo solo necesitaba el calor de Louis.

- ¿Sabes? Mi madre era igual de pesada. Se pasaba todo el día preguntándome que dónde estaba, que con quién andaba – miró hacia el suelo y me acerqué a él para abrazarle.

- Tranquilo – quería llorar al imaginar lo mucho que habría tenido que sufrir Louis este tiempo. Que la vida te arrebate a tus seres queridos es algo de lo que nunca nos recuperamos del todo porque el amor hacia ellos es una fuerza muy poderosa.

Louis me colocó el casco y nos subimos a la moto. Había echado en falta montar en ella porque la sensación de volar agarrada a Louis era mágica. Me sujeté bien a su cuerpo y disfruté de la libertad de aquel paseo.

- ¿Qué te apetece cenar? – me preguntó entrando la puerta de su casa – Podríamos pedir comida china.

- Cualquier cosa menos eso, odio la comida china – en varias ocasiones la había probado pero mis papilas gustativas no la toleraban.

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