Capítulo 39.

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Evangeline

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Evangeline

El juego es una actividad que sirve para el entretenimiento y diversión de todos los que participan en ella y también de aquellos que la observan. Yo realmente no quería participar en ese juego, ya que un juego no sirve para romper en mil pedazos a una persona. Incluso jugar a lucha libre hubiera sido menos doloroso que esto, porque los huesos se pueden reparar, pero un corazón roto no.

Tal vez una persona nunca dejaba de amar. No lo sabía. Puede que el corazón sea como un laberinto con miles de puertas en él. Cada una de ellas conduce hacia una persona, pero en ocasiones es necesario cerrar esa puerta para evitar que un torbellino arrase con todo lo que encuentre a su paso. Pero lo difícil no es cerrar aquella puerta, sino deshacerse de la llave para siempre.

Aquella noche al llegar a casa de Alex, me encontré con una persona que me había advertido acerca de Louis, pero no le hice caso. Kendall estaba allí mirándome con un aire de rabia y tristeza en sus ojos. Me merecía que me echara en cara lo tonta que había sido por creer y confiar en Louis, pero en ese momento no estaba preparada para tener esa discusión.

Mi amiga pidió a todos que se marcharan para que pudiéramos quedar las dos a solas. Yo me sentía destrozada, aunque me armé de valor para poder contarle todo lo sucedido, prometiéndome a mí misma que nada relacionado con él volvería a salir de mi boca después de esa conversación con Alex.

- Ha sido mi culpa. No debí haberte comido la cabeza para que le dieras otra oportunidad.

- La única persona que es culpable es él. Sabe cómo manipular a las personas y ha sabido cómo manejarme a mí a su antojo, para poder conseguir lo que tanto quería, dinero.

- No se merece que ni siquiera le pienses.

La semana se me hizo eterna. Continuamente vivía con el miedo de poder encontrarme con aquellos ojos azules que tanto habían provocado en mí por los pasillos del instituto, pero nunca sucedió. Nunca apareció y lo agradecí porque mi cuerpo temblaba con tan solo imaginarle.

A pesar de que mis padres se habían dado cuenta de que algo no funcionaba bien dentro de mi, preferí no contarles nada acerca del tema. Sabía lo mucho que me habían advertido acerca de aquello, pero no los supe escuchar porque me había dejado guiar por mi corazón.

Lo que más me sorprendió de todo fue la actitud de Kendall. Tuvimos una larga conversación en la que no faltaron los reproches por su parte, pero habíamos arreglado las cosas, aunque nada entre nosotros era como antes.

Ni siquiera yo era la misma de antes.

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El sábado por la noche, Alex me invitó a dormir a su casa porque sus padres se encontraban fuera de la ciudad y pensó que sería buena idea que también estuvieran presentes James y Kendall. Yo pensaba justo lo contrario porque lo único que me apetecía era estar sola, pero ella se había empeñado en que me vendría bien pasar más tiempo con ellos, especialmente con Kendall.

Cuando los chicos llegaron, James me saludó con un reconfortable abrazo. En cambio, Kendall se limitó a hacer un gesto con su cabeza en señal de saludo porque las cosas entre nosotros todavía no se habían solucionado del todo.

Preparamos comida italiana entre mi amiga y yo, aunque para ser sincera, yo me encontraba ausente a todo lo que sucedía a mi alrededor. Me sentía como si viviera en una continua pesadilla y que en cualquier momento iba a despertar, pero estaba claro que no iba a ser así.

James entró en la cocina para abrazar a su novia por la espalda, así que salí de allí para no molestar. Me senté en el sofá creando una considerable distancia entre Kendall y yo. Era incómodo saber que ninguno de los dos teníamos nada que decirnos.

De repente, un anuncio publicitario en la televisión captó toda mi atención. Las audiciones algunos de los chicos que había conseguido entrar en X Factor tomaron la pantalla. Pero sólo una voz revolvió todo mi ser. Me quedé observando sus ojos y aquella sonrisa que tantas veces había besado.

Salí corriendo al baño porque no estaba preparada para volver a escuchar nada de él. Me senté en la taza limpiando algunas lágrimas que corrían por mis mejillas. Seguía sin hacerme a la idea de que lo nuestro hubiera terminado de la peor forma posible. Aunque realmente nunca hubo un lo nuestro porque todo había sido una gran mentira.

Escuché la voz de mi amiga llamándome para cenar, por lo que me lavé la cara para que no se dieran cuenta de que había vuelto a llorar.

La lasaña estaba deliciosa, pero mi estómago estaba cerrado. Al igual que lo había estado durante toda la semana. Nunca había imaginado que una persona hubiera calado tan dentro de mí, llenándome de dolor, provocando que nada más cupiera en mi interior.

Justo cuando estábamos acabando la cena, el timbre de la puerta sonó. Me sorprendí al pensar que Alex había podido invitar a alguien más porque no me había comentado nada al respecto.

- No os preocupéis, abro yo – mi amiga se levantó para abrir. 


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