Capítulo 32.

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Evangeline

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Evangeline

A la mañana siguiente me desperté vomitando y con algunas décimas de fiebre porque probablemente habría cogido frío por el mal tiempo que hacía en la ciudad. Así que mi madre me aconsejó que lo mejor que podía hacer era quedarme en casa descansando. Escribí un mensaje a Louis para que no viniera a recogerme.

Evangeline: Me he despertado un poco pachucha, así que no voy a ir a clase. Avisa a Alex y no me eches mucho de menos. Te quiero.

Mis padres se marcharon a trabajar por lo que me tocaba quedarme sola en casa, así que me metí dentro de la cama porque mi cuerpo se sentía hecho un desastre por dentro.

A los pocos minutos se escuchó el timbre de la casa, cosa que me extrañó porque el doctor vendría por la tarde. Me puse una manta alrededor del cuerpo porque estaba congelada y bajé para abrir la puerta.

Louis se encontraba allí parado con su hermosa sonrisa. Me quedé parada observando como el viento menaba su cabello con mucha suavidad.

- ¿No has leído mi mensaje? No puedo ir a clase, no me encuentro nada bien.

- Claro que lo he leído y por eso estoy aquí. Hoy voy a ser tu enfermero personal, así que ¿me vas a dejar pasar dentro antes de que me muera de frío?

Me hice a un lado para que Louis pasara. Me sentía ilusionada al ver que el castaño había venido expresamente para cuidar de mí.

Subí a mi cuarto seguida por Louis. De repente, noté un enorme dolor de cabeza que me provocó un extraño mareo. Louis me sostuvo para evitar que me cayera y me ayudó a subir.

- ¿Ves cómo no te podía dejar sola? – Louis me tomó en sus brazos. Estaba exagerando, pero se sentía bien entre sus brazos.

- Sabes que tengo piernas, ¿verdad?

- Te he dicho que hoy voy a cuidar de ti, así que deja de rechistar. ¿Quieres que te lleve al hospital para que te vean?

- No hace falta. Mi madre iba a llamar al doctor para que viniera esta tarde.

- ¿Dónde tienes las mantas? Con esta que llevas no es suficiente – Louis se quedó parado en el pasillo de la planta de arriba.

- Están en el armario de la habitación de mis padres. Es aquella – señalé una puerta al final del pasillo.

Louis entró e hizo el intento de sacar las mantas del armario, pero le resultó un trabajo difícil al tenerme a mí entre sus brazos. La situación me causó gracia al ver su rostro fruncido intentando trazar un plan para alcanzar las mantas.

Estiré mi brazo para coger una manta resolviendo el problema de Louis.

- No era tan complicado Louis – me hizo burla intentando imitar mi voz.

Una vez en el salón, Louis me dejó en el sofá y se sentó junto a mi. Yo apoyé mi cabeza sobre sus piernas mientras él jugaba con mi pelo.

- Le he estado dando muchas vueltas al tema de mis hermanas. Por más que he investigado hasta que no cumplan la mayoría de edad no pueden salir de allí.

- Entonces la única solución sería hablar con tu tía porque es su tutora legal, ¿no?

- Sí, pero ella nunca va a entrar en razón. Siempre ha sido una arpía y no va a dejar de serlo ahora. Me jode no poder hacerme cargo de ellas.

- Tiene que haber alguna manera Louis. ¿No hay nada que la pueda hacer cambiar de opinión? En plan, algo que se pueda hacer a cambio de que ella levante la mano.

- No hay nada Evangeline. Lo intenté todo cuando ellos fallecieron, pero no sirvió de nada.

El timbre de la puerta sonó por segunda vez aquella mañana, dejándonos callados. Si alguno de mis padres había regresado del trabajo por alguna razón, se me iba a caer el pelo si veían allí a Louis.

- Ya abro yo. Tú quédate aquí tumbada.

Me quedé en el sofá rezando por que se tratara de algún vecino, del cartero o del butanero, pero mis padres no podían ser sino todo lo nuestro se iba a estropear.

- ¿Qué haces tú aquí? – escuché la voz de Kendall en la entrada y pude sentir cómo la fiebre me estaba subiendo.

No le había contado nada acerca de Louis porque no sabía cómo hacerlo y tampoco sabía si era el momento porque no lo iba a respetar. Estaba segura. Él era consciente del daño que había provocado Louis en mi vida y aquella noche le había prometido no volverle a ver con tal de que le ayudara a salir del calabozo.

- Kendall, no sabía que ibas a venir – me levanté del sofá nerviosa sin saber muy bien qué decirle.

- Tu madre me ha llamado para decirme que estabas enferma y sólo quería pasarme para ver si necesitabas algo, pero eso no es lo importante ahora. ¿Cuándo pensabas decirme que te estás viendo de nuevo con él? Sabes todo lo que sufriste por su culpa y me prometiste que te ibas a volver a involucrar con él.

- Ella puede estar con quien le de la gana – Louis me defendió, pero ahora no era el momento de que él hablara. Kendall y yo necesitábamos tener una conversación los dos solos.

- No estaba hablando contigo, estoy hablando con ella. ¿Piensas decir algo Evangeline?

- Te lo iba a contar, pero todo ha pasado demasiado rápido.

- ¿Sabes qué? Me da igual. No quiero que me sigas dando explicaciones. Sé feliz con este cabrón, pero luego no me llames llorando cuando te vuelva a romper el corazón.

No me dio tiempo a reaccionar cuando el puño de Louis se interpuso en la trayectoria del rostro de Kendall. Otra vez se repetía la pelea.

- ¿Estás loco? No hacía falta que hicieras eso.

Aparté a Louis y me agaché a mirar a Kendall que se encontraba tirado en el suelo por la fuerza con la que Louis le había propinado el golpe. Cuando iba a tomar el rostro de Kendall, su mano se adelantó apartándome y no dejando que lo mirase. Se levantó y salió de casa dando un gran portazo.

- ¿Por qué le has golpeado? Los problemas no se solucionan así Louis, las cosas hay que hablarlas.

- Sólo quería manipularte para que no estemos juntos. ¿Por qué le prometiste no volverme a ver?

- Porque no quería verte Louis. Aquella noche estaba dolida y para salvarte el culo se lo prometí para que me ayudara. Pero no te preocupes porque él no me va a manipular de ninguna manera. Sé lo que siento por ti y nada ni nadie va a poder cambiarlo.

Louis abrió sus brazos para envolverme en ellos. Adoraba sentir su aroma en sus abrazos. Me podía pasar así horas.

Regresamos de nuevo al salón y eché un vistazo al catálogo de Netflix. Finalmente me decanté por El lago azul, una película en la que dos adolescentes se quedan atrapados en una isla desierta y terminan enamorándose.

Me acurruqué en el torso de Louis, proporcionándome su calor corporal, que era mucho mejor que una manta.

- No voy a hacer ninguna queja sobre la película porque estás enferma.

- Con ese comentario, ya lo estás haciendo.

De pronto, sonaron unas llaves en la cerradura de la puerta.

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